Acordándonos de Santa Bárbara
Lo dice el dicho popular que solo nos acordamos de Santa Barbara cuando truena. Y, como últimamente llueve muy poco, es normal que la santa se quede urbanísticamente olvidada de nuestras plegarias. Ello nos lleva a que, cuando llueve un poco más de lo normal o sencillamente llueve, se nos inunda todo.
Sin embargo, seguimos impermeabilizando las calles con mucho asfalto y aceras con baldosas. Las plazas duras sin árboles, si una puñetera sombra, es lo común. Y, de repente, nos viene una DANA que nos inunda plazas calles, rotondas y nos entra el agua en los bajos y los sótanos de nuestras casas. Entonces es cuando nos acordamos de la famosa Santa Barbara y de los bomberos, de los politicos y del ingeniero que diseñó la calles y, posiblemente de su puñetera madre.
Nunca nos acordamos de las casas construidas sin licencia o de que los abuelos ya nos decían que por esa calle corría una rambla antes de urbanizarla.
Este verano he huido del calor español y me he ido a Amberes y a Düsseldorf, ciudades acostumbradas a que llueva un día si y otro también. Y en las dos ciudades pillé el tradicional chaparrón torrencial de bienvenida que duraba un par de horas. Aunque tuvieron el detalle que fueron durante la hora de la comida y de la cena. Ambas muy tempranas siguiendo el modelo centroeuropeo.
En cuanto salimos de los restaurantes, las calles adoquinadas y con árboles estaban secas. Prácticamente sin charcos. Y al rato solo quedaba rastro del musgo entre los adoquines. Con las calles preparadas para el siguiente chubasco, DANA o lo que les caiga.
Seguramente será porque rezan más a Santa Barbará que nosotros. Digo yo.