Un tupper, una porra y muchas banderas
El titulo de este editorial bien podría ser el de uno de los divertidos capítulos de la serie televisiva de tanto éxito Aquí No Hay Quien Viva, o de su hermana gemela La Que Se Avecina, pero nada más lejos de la realidad. La situación por la que atraviesa Cataluña y el resto del país tiene poca gracia. Fractura total, tristeza y pena. Sentimientos encontrados y familias dividas. Esto es, lo que nos ha dejado, de momento, el proceso independentista y la aplicación de la Ley, en toda su crudeza, por parte del Poder Judicial y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
La situación, candente en todos los sentidos, abre la puerta a un escenario que ya traspasa las fronteras de España y que amenaza con convertirse en tema de actualidad también en el resto de los países de la Unión Europea. Un referéndum sin garantías, usando tuppers gigantes como urnas, lágrimas, empujones, porrazos y políticos sin escrúpulos dirigiendo a 'el pueblo', ese ente etéreo que nunca acaba de ser tangible.
El poder político debe reaccionar, y debe hacerlo pronto. No hay democracia sin Ley, como tampoco hay democracia sin diálogo, siempre desde el respeto y la legalidad.
Como valencianos, no podemos permitirnos a la ligera perder a nuestro socio comercial principal, Cataluña. Como españoles, no podemos permitirnos deshacernos de años y años de vida en común. No podemos poner en juego el Corredor Mediterráneo, que habría que ver si pasaría por una Cataluña independiente. No podemos dejar tirados a centenares de miles de catalanes que tienen sus derechos, familias, cotizaciones, relaciones y negocios con el resto de españoles.
Son muchas cosas las que, todos, nos jugamos estos días. El horizonte se antoja complicado para las personas de a pie, oscuro para ciertos cargos y responsables políticos e incierto para legisladores, jueces y demás intérpretes de la Ley. Paremos, tomemos aire, y sobre todo, hablemos.
