Desaprender
Olas de calor soporíferas se avecinan, las hemos sufrido durante todo el fin de semana y no parece que tengan intención de desaparecer, todo lo contrario. La ola de calor, y seguramente el abandono del monte, han propiciado que contemplemos una de las mayores tragedias humanas relacionadas con un incendio forestal que se recuerdan en Europa en los últimos tiempos. Por supuesto hablamos del incendio de Portugal que se ha cobrado la vida de más de 60 personas y que ha arrasado centenares de hectáreas en un país de por sí ya castigado por los incendios.
Las olas de calor nos traerán, y nos traen más incendios, y la sequía, acompañada de un mal uso de los acuíferos y del agua dulce disponible en la superficie terrestre, nos lleva a imaginar una España, y también un Portugal, amenazados por la desertificación, la desaparición de los montes y el consiguiente cambio en el estilo de vida de miles de ciudadanos que viven directa o indirectamente de estos ecosistemas. Tenemos que desaprender.
Tenemos que desaprender para sobrevivir. Desaprender a despilfarrar recursos, a no reciclar, a usar sin control la luz. Desaprender a tirar basura que acaba en el mar, y a través del pescado, también en nuestro plato. Desaprender a no devorar el territorio. Desaprender a movernos sólo en coche. Desaprender a pensar que el mundo no tiene límite, y aprender a ser conscientes que el finito, que tiene límites. Las olas de calor sólo son un aviso de lo que el cambio climático nos puede suponer: más calor, más desertificación, pérdida de hábitats y modificación de una de las industrias más potentes de nuestro país, el turismo.
Digámoslo claro, no son olas de calor porque sí, son las hijas primerizas del cambio climático, que ya nos da veranos más largos y por lo tanto de mayor calor. Nos tenemos que poner las pilas, gobiernos y ciudadanos, consumir responsablemente, minimizar nuestra existencia, y pensar, que nunca es tarde para plantar un árbol, ponerse a reciclar, a reparar una camisa que ya no queríamos usar o coger el metro. Nuestros pequeños gestos son regalos para las generaciones futuras.
Desaprendamos.
