¡A por el centro!
Desde las elecciones generales de 1977, y muy especialmente de las de 1979, el PSOE y AP llegaron al convencimiento de que debían moderar sus discursos para poder ganar unas elecciones en España. Los primeros renunciaron a los postulados marxistas -previa dimisión de Felipe González- y los segundos con su apuesta por la unión de lo que denominaban la ‘’mayoría natural’’ en torno a un proyecto de centro derecha. Pero además, a ambos, les sobraba la UCD y Suárez para lograr sus objetivos. El consenso que caracterizó la legislatura constituyente finalizó a mediados de 1979 y se inició, desde derecha e izquierda, una dura campaña -perfectamente orquestada- contra el gobierno de España, la UCD y, muy especialmente contra el presidente Adolfo Suárez. Una campaña que muy pronto contó con la colaboración de los poderes fácticos (banca, patronal empresarial, militares, Iglesia, medios de comunicación…) para acosar, hasta derribar, al gobierno legítimamente constituido en una guerra sin cuartel. ¡No podía España permitirse un gobierno independiente a los dos bloques tradicionales y tradicionalmente enfrentados!
Ser de centro -no solo decirlo, sino serlo de verdad- nunca ha sido fácil. Un espacio fronterizo con dos bloques, donde cualquier desequilibrio hacia uno de los dos lados supone fragmentación y, con toda probabilidad, escisiones. No es fácil mantenerse en el espacio puramente centrista y no dejarse llevar por los cantos de sirena de ambos extremos. Ser de centro es una forma de entender y, sobre todo, practicar la política desde la moderación, buscando los puntos en común y que suman, con diálogo. Huir de los extremos, del enfrentamiento y la confrontación. Supone escuchar a todos y respetar las opiniones diversas, tratando de convencer (y no vencer) con argumentos.
La política hoy está más polarizada que nunca. La carrera, y el premio, es al que la dice más gorda. Al más radical. El foco se pone en el que más grita, insulta o falta el respeto al adversario- confundido con rival o enemigo por el simple hecho de tener puntos de vista distintos-. Eso es lo que vende. Es lo que interesa. ¿Pero a quién? Desde luego no a la ciudadanía, que asiste con desilusión, hartazgo y desesperanza ante esta realidad. El centro político es más necesario que nunca. La aplicación de los ingredientes de moderación, concordia, consenso y diálogo son imprescindibles para España. Seguirán tratando de eliminar nuestro espacio, marginar nuestros proyectos y acallar nuestros argumentos. Atacarán cualquier intento de proyecto centrista, utilizando todas las artimañas posibles hasta hacerlo desaparecer. ‘’¡A por el centro!’’ dirán desde los dos extremos y especialmente los protagonistas del bipartidismo, pues no les interesa la política de la concordia. Pero el centro político seguirá vivo mientras haya un solo centrista dispuesto a llevar la bandera del centro (reformista, progresista, social y democrático) y a predicar, aunque sea, por el desierto. Porque tarde o temprano, cuando la situación sea insostenible, solo desde el centro político se podrá volver a construir. Y ahí estaremos, dispuestos a prestar nuestro mejor servicio a nuestro país, una vez más.