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Por Miguel Bataller
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Reflexionando desde la “Cara oculta de la Luna”

    Me he sentado hoy frente al ordenador, a fin de escribir la columna que semanalmente me obligo a mi mismo a redactar, para plasmar todas mis insatisfacciones, todas las frustraciones, y todas las injusticias que observo a mi alrededor, y tratar de elegir algo positivo en el entorno social que me rodea.

    Después de mucho reflexionar, he decidido que hoy sólo escribiría sobre algo bonito, agradable, reconfortante y amistoso, para cumplir con la costumbre navideña de desear paz y felicidad a mis semejantes……y es lo que voy a hacer.

    Pero para poder hacerlo, tengo que perder el sentido de la realidad, encerrarme en mi mismo, y recurrir a esa costumbre que adquirí desde muy joven, que es la de sentarme a pensar y reflexionar, sentado, mirando y soñando en lo que habrá escondido en la “Cara oculta de la Luna”.

    Es decir, tendré que crearme para mi mismo, ese mundo utópico, y sumergirme en él sintiendo como propias las vivencias que desearía convertir en realidad.

    Un mundo, donde no hubiese lugar para la utilización y manipulación de voluntades ajenas.

    Donde todos tratásemos de ser felices, aportando el grano de arena necesario, para ser solidarios, y construir un mundo libre de mentiras, de prejuicios y falsedades, y donde se primase por encima de todo el amor, la bondad, la justicia y la libertad.

    Un lugar común donde no hubiese mas moneda de cambio, que la lealtad, la limpieza de sentimientos, el bienestar de quienes nos rodean, y como consecuencia de todo ello, el nuestro propio.

    En ese “paraíso soñado”, no sería para nada necesario el tener que votar a nadie, para que nos gobernara, ya que al remar todos en la misma dirección, y tener todos los mismos objetivos comunes, viajando en un mismo medio de trasporte y con un mismo destino, cualquiera que ocupase el timón, sabría en que dirección circular, para llegar al fin propuesto.

    Sobrarían las promesas, ya que nadie esperaría que le engañasen, pues en esa empresa donde la solidaridad sería un bien común, lo bueno para uno, seria bueno para todos, con lo que el egoísmo sería una enfermedad desconocida, y no necesitaríamos la medicina del desencanto y la decepción, para perder la fe en los demás.

    Imagino esa sociedad, exenta de caras inexpresivas, de tristezas innatas fruto de la incomprensión, algo así como un “edén de la alegría”, donde los saludos irían siempre acompañados de una sonrisa cómplice y de un gesto de felicidad, que tendría efecto multiplicativo, al ir pasándolo de unos a otros.

    Un mundo sin deudas ni hipotecas, sin imposiciones ni prestamos, sin mas bienes sobrevalorados que la bondad, le equidad, la igualdad y el amor, interpretado en todas las vertientes positivas imaginables.

    En mi mundo de utopía , el odio, la mentira, el desprecio, la calumnia e incluso la misma murmuración, serían “grandes desconocidos” , por lo poco utilizados e infrecuentes, y a fuerza de no ser utilizados, acabarían siendo enfermedades erradicadas, como tantas otras se están erradicando ya en el mundo desarrollado.

    Pero lamentablemente, y paralela a la desaparición de esas enfermedades del cuerpo, cada día tenemos mas enraizadas en nosotros, a las grandes enfermedades del alma.

    A las que nos generan una infelicidad tolerada, por considerar que su aplicación nos sirve de mecanismo de autodefensa en la sociedad en la que nos movemos.

    El egoísmo, la vanidad, la desesperación por poseer, más que por saber, el ansía del poder por el poder, sin entenderlo nunca como un instrumento al servicio de los demás, sino como un peldaño en la escalera de la vida de uno mismo, para situarse en una situación temporal preponderante.

    No solemos pararnos a pensar que cuando nos vayamos de esta vida, no se nos recordara por lo que hayamos sido capaces de poseer, sino por la huella del recuerdo que hayamos dejado en quienes nos rodean.

    Todos sabemos que ser “el más rico del cementerio”, no te abre las puertas de la felicidad del día después, pero sin embargo en el mundo actual, corremos detrás de esa meta en términos generales, como si no hubiese objetivo más valido en la carrera de nuestra vida.

    En fin y para no alargarme demasiado, que por una vez y sin que sirve de precedente, he decidido escribir esta columna, en términos etéreos, sin ninguna agresividad, sin querer dogmatizar ni criticar a nadie en estas fechas donde debe imperarla comprensión, el amor, el cariño y LA PAZ sobre todas las cosas.

    Y sólo espero que todo ese conglomerado de sentimientos positivos se instale en el corazón de los gobernantes del mundo, por un tiempo lo mas largo posible, y se sientan tocados por la generosidad y la nobleza que se requiere, para que acaben los enfrentamientos, los odios, las mentiras y las guerras, y podamos disfrutar de un mundo quizás más pobre en dinero, pero infinitamente más rico en sentimientos positivos.

    Ese es el mundo en que me gustaría vivir, y así se lo pido a mi “Noor Al Layali”, a esa luz de la cara oculta de la luna, que en términos empíricos, nos puede servir a todos como la cara dulce, amable, sonriente y complaciente, a la que ,unos llamamos Dios, otros Alá, y los demás, la llaman como buenamente quieren o pueden hacerlo, y para muchos ni siquiera hay nombre, pues por ser ateos niegan su existencia, o por ser agnósticos reconocen su incapacidad para comprender su existencia,………pero que evidentemente está ahí para cuidar de todos nosotros, aunque a veces nos permite escribir torcido…..entre renglones rectos.

    Perdonen la impertinencia, pero hoy, era en estos términos en los que me apetecía llegar mis lectores, ya que cada vez dudo más de que en mis criticas políticas, haya un mínimo de capacidad de convicción hacia quienes no piensan como yo.

    Miguel Bataller Piera

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