José Luis Capella Vilar: Recordándole
Llegados a una edad determinada, poco a poco van cayendo amigos como pétalos de las flores que han conformado el jardín de nuestras vidas.
Cada uno de ellos, suele dejarnos una huella por algún motivo determinado.
Capi (así solíamos llamarle algunos compañeros de curso) por su bonhomía.
Siempre tuve una relación muy buena con él, desde el primer día que llegue a los Salesianos, porque teníamos unos caracteres muy afines.
Al hecho de ser compañeros de curso, se unió luego la casualidad de que su hermano Sergio pertenecía al grupo de amigos de la que sería mi novia y hoy es mi esposa, y fue una razón más para consolidar mi relación con su familia y tanto Carmina (que le estará esperando en la puerta del cielo) como María Victoria, sus hermanas solían recibirme amablemente en su casa algunas veces que me quedé con ellos.
Fueron tres años inolvidables, que lamentablemente pasaron en un soplo, y ahora al recordarlos uno siempre lamenta haber perdido a los que ya no están.
José Antonio Andrés, Vicente Granell Bono, J.A. Pérez Orero, J.Antonio Patuel, Vicente Diago, Jaime Faus, Rafa Moros y ahora Pepe Luis Capella han ido marcando un camino que antes o después tendremos que recorrer todos, y junto a ellos algunos de nuestros profesores más queridos e inolvidables como D. Roberto Rosello, D. Tomas Utrilla, D. Jaime Armiñana, D. Víctor Ballester y los hermanos D. Ricardo y D. Vicente Felis, aunque estos últimos por ley de vida era normal que se fueran antes.
Vaya el mejor de los recuerdos para todos ellos, que consiguieron hacernos la vida lo más agradable posible durante esos tres años, y nos enseñaron todo lo que quisimos aprender nosotros.
Nunca olvidaré el mayor porrazo que sufrí yo en el patio del Colegio jugando a futbol, con una entrada fuerte de Pepe Luís que me mando al suelo y me golpee la nuca contra el suelo quedando conmocionado, mientras D. Roberto se descojonaba de risa viendo a Capella impresionado por el golpe y a mi increpándole por la entrada.
Pero a los dos nos dolieron más las risas que la entrada o el golpe.
Cada uno éramos como éramos, pero nos aceptábamos.
Capella un central muy duro, yo un delantero muy miedoso y nuestro querido profesor de Francés un socarrón de tomo y lomo.
Capi se hacia de querer por todos nosotros, tenía un sentido del humor muy desarrollado, pero era humor valenciano, abierto y evidente, y a ello unía una jovialidad tremenda que sólo perdió hace ya bastantes años, cuando tuvo que ser intervenido de una afección cardíaca, de la que poco a poco se recuperó.
También recuperó el humor, pero en otro tono menos estridente.
Al principio supo cuidarse, dejó de fumar durante unos años, y yo le veía muy bien auque cuando se lo comentaba solía sonreír con esa sonrisa amable y condescendiente que tenia cuando no quería contradecirte.
Todos los años, el último sábado de febrero solemos reunirnos los ex compañeros de la Escuela Técnica del Comercio Frutero para celebrar la comida anual, y él era uno de los que nunca dejó de asistir.
Nos sentimos de nuevo en plena juventud, recordamos lo que vivimos en los años sesenta como si fuera ayer mismo, nos reímos y nos negamos a envejecer, aunque sólo sea por un día.
Este año le echaremos de menos.
Al menos nos quedará el consuelo de pensar que su tránsito ha sido el mejor de los posibles.
Se sintió resfriado o griposo, enseguida la ingresaron en La Plana conscientes Suni (la única mujer de su vida, junto a su madre y hermanas) y sus tres hijos de la problemática que podría desencadenarse debida a sus crisis cardiovasculares, y apenas dio tiempo a ingresarle y hacerle los análisis necesarios para el ingreso, para que se apagara sin apenas enterarse él mismo ni quienes le acompañaban en ese momento.
Quiero algo así para mí, el día que me toque.
Lo lamentable es que a José Luís le ha llegado demasiado pronto, sin darle apenas tiempo a disfrutar de sus nietos, y a permitirnos disfrutar de su compañía sus amigos.
Vivíamos a menos de 50 metros el uno del otro desde hace unos 12 años, pero apenas nos veíamos por la calle y nos saludábamos cariñosamente.
Nos sabíamos amigos, sin necesidad de buscarnos, y era siempre la misma despedida:
“Mos vorem en el dinar a finals de febrer ¿no?”
“Lamentablemente no Capi, pero quiero que sepas estés donde estés, (seguramente en el Cielo que es el lugar para la buena gente) que tu ese día, estarás sentado a la mesa con todos nosotros, y con todos los demás que he mencionado, ya que cada año tu sabes muy bien que hacemos mil y un comentario sobre quienes no están”
Un abrazo mi querido amigo, y hasta que Dios quiera.