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Por Miguel Bataller
Columna de Michel - RSS

José Antonio Franch y Catoyo: “cuando un amigo se va”

    Estoy escribiendo esta columna, en la madrugada del sábado 23 de Noviembre, y hace apenas unas horas me han dado la noticia, no por esperada menos dolorosa:

    “Michel, Franch acaba de morirse”

    Estuve visitándole en el Hospital de la Plana hace unos días, conscientes los dos de la poca vida que le quedaba.

    Era una persona tan vitalista, como intuitiva y sin decirlo, tengo la absoluta convicción de que los dos éramos conscientes de que quizás ya no volveríamos a hablar.

    Él por imposibilidad vital y yo porque no quería verle mas deteriorado de lo que ya estaba.

    Antes de ir hablé con su hija mayor Terina, para saber que podía hacerlo.

    Dos días después le pregunté a Coté la pequeña por su padre y me dijo lo que yo ya sabía, que se iba apagando paulatinamente.

    Nuestra amistad curiosamente, no era de mucho tiempo.

    Nos había unido nuestra afición al futbol, el ser del Valencia y tener dos amigos comunes como Juan Adolfo Domenech y Juan Luís Villalonga.

    Y durante bastantes años nos solíamos encontrar indefectiblemente cada quince días en temporada de futbol, para ir juntos los cuatro al viejo Mestalla.

    Cada viaje era toda una vivencia y no puedo evitar sonreír en estos momentos, al recordar su pesimismo al irnos y su eterno “ Hui voreu…1-3”.

    Seguramente lo hacia para prepararse la alegría del resultado posterior y por eso cuando al volver se lo recordábamos su respuesta era la misma “Ham tingut molt de cuerno”

    Sus vivencias como camionero y como profesional de sus gasolineras, estaban impregnadas de anécdotas inolvidables, con las que nos amenizaba los viajes.

    Pero en los últimos años el fallecimiento de su esposa, le había afectado muy profundamente.

    Mientras ella vivió no se percató de lo imprescindible que era en su vida, y la disfrutaba de una manera imperceptible.

    Al abrirle el camino al más allá, ni un solo viaje dejó de repetirnos lo mucho que la echaba de menos y la falta que le hacía.

    Era de una ternura disimulada profunda y yo diría que mal llevada, ya que no le gustaba exteriorizar sus sentimientos, pero sobre todo era una bellísima persona en su trato y precisamente por eso quiero que esté donde esté, sepa que yo valoré mucho nuestra amistad, porque era desinteresada y sentida en las dos direcciones.

    Hoy intentaré personalmente ir a trasmitirles mis condolencias a sus hijas, pero desde aquí quiero decirles a ellas a sus yernos y a sus dos parejas de nietas y nietos, que su padre y abuelo les adoraba.

    Que no había momento en que no ponderará lo bien atendido que estaba por todos, la sensatez y ternura que recibía de las chicas y lo buenos deportistas y ejemplares nietos que eran los chicos.

    En fin, que sin la menor duda se ha ido una persona y un amigo que merecía la pena.

    Y junto a él, quiero despedirme de otro amigo desde la juventud, con el que no he tenido un trato tan frecuente ni efusivo como con Franch, pero al que siempre admiré por lo que le había tocado vivir y lo ejemplarmente que supo vivirlo.

    Murió un día antes y me refiero a Juan Antonio Barrés, el entrañable Catoyo.

    Su vida fue algo mas corta y desde muy joven, tuvo que torear un miura muy difícil de lidiar, pero lo hizo con ejemplar destreza y serenidad.

    Últimamente solía verle con José Luís Fenollosa algunos sábados veraniegos, tomando el aperitivo en el chalet de mi primo y vecino Vicente Fenollosa, y charlábamos de temas intrascendentes.

    Había encontrado junto a Lupe Ventura el equilibrio emocional que le faltó con Gema y se le veía feliz y campechano como nunca le había visto.

    A ella y a la hija e hijo de Catoyo, quiero desde aquí, trasmitirles mi más sentido pésame ya que no he podido hacerlo personalmente.

    Espero y deseo de todo corazón que Dios les tenga a su lado y poder merecer yo compartir en la eternidad, en la que yo creo, muchos triunfos del Valencia y del Villarreal (al que él también le deseaba lo mejor) con Pepe Franch y muchas conversaciones entrañables con Catoyo.

    Descansad los dos en paz, mis queridos amigos, y aunque estoy seguro de que volveremos a reunirnos, espero que no sea muy pronto, porque quiero disfrutar de los míos todos los años que Dios me permita.

    Un abrazo y buen viaje al cielo.

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