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Por Miguel Bataller
Columna de Michel - RSS

De la ambición a la envidia

    Este puente de fin de semana del 1º de Mayo, Día del Trabajo, voy a tratar de evitar críticas personalizadas, para centrarme en conceptos de las dos palabras  que encabezan esta columna, analizando mis razones por las que considero eminentemente positiva a la primera y tristemente deplorable la segunda.

    Lo hago desde mi interpretación personal de cada una de ellas y considerando que siempre he sido a lo largo de mi vida, moderadamente ambicioso para lograr ir superando los objetivos profesionales que me iba marcando en cada paso que daba, pero sin envidiar nunca a aquellos que me servían de referencia en mi ruta hacia esos objetivos.

    Pero como esta era mi interpretación de la ambición, que no tenía por qué ser la correcta, he consultado varios Diccionarios de la Lengua Española  (fundamentalmente los dos que tengo en casa) y tanto el Espasa, como la Enciclopedia Universal coincidían en sus descripciones:

    Ambición.-Deseo de conseguir riqueza, poder dignidades o fama.

    Envidia.-Pesar y tristeza por el bien ajeno.

    Me sentí decepcionado en la primera, porque entre mis objetivos personales, nunca figuraron ni el poder o dignidades políticas ni sociales, ni la fama que ellos llevan implícita, ni siquiera la acumulación de riqueza que superara poder ofrecerle a mi familia la oportunidad de estudiar y vivir dignamente con el fruto de mi trabajo, es decir NI ENVIDIADO NI ENVIDIOSO.

    Por eso, partiendo de esa premisa personal mía, a lo largo de mi vida siempre he sentido el estímulo de superación constante en todo aquello que he emprendido y hoy llegado a mis tres cuarto de siglo de vida, les confieso que todos ellos los cumplí hace ya bastantes años y desde entonces me he dedicado a intentar trasmitir a quienes me quieran leer mis experiencias por si les pueden servir de algo.

    A los adolescentes de mi entorno les insisto constantemente para que luchen desde muy jóvenes, para desarrollar todas sus capacidades sin obsesionarse, pero también sin descuidarse.

    Tienes que disfrutar de esa fase de su vida, pero considerándola como el primer escalón de su vida responsable y  de su vida profesional de estudiantes en formación, para llegado el momento, poder elegir sin los frenos de sus calificaciones cual es el futuro que más les gusta.

    Eso les lleva a la vida universitaria o de formación profesional, en las mejores condiciones posibles para ellos y ya en su plena juventud aprovechar sus años de formación superior, intentando cada día ser muy felices pero sin descuidar su profesionalidad estudiantil, porque no les bastará ser buenos para situarse en la vida.

    Buenos hay muchos, pero el objetivo es SER LOS MEJORES.

    Como eso, no es posible en todas las facetas de la vida de nadie, cuando haya gente mejor que nosotros, admirarla y apoyarse en ellos para mejorar nosotros, pero nunca  envidiarles, porque LA ENVIDIA, no perjudica nunca al envidiado y sin embargo le corroe el corazón al envidioso que consume un tiempo estéril en un menester inútil.

    Y una vez se llega a la vida profesional, podrá elegir libremente el camino a elegir, porque tendrá un extenso abanico de posibilidades ante sí, ya que con un buen expediente académico y personal, no se les va a cerrar ninguna puerta.

    Si tienen espíritu emprendedor y están decididos a asumir riesgos razonables, encontraran las vías de financiación para sus proyectos.

    Si prefieren adquirir experiencia profesional antes para minimizar riesgos y conocer mejor el mundo empresarial desde dentro, no les faltaran tampoco oportunidades.

    Si prefieren optar a la función pública, siempre encontraran oposiciones de todo tipo que se acoplen a sus conocimientos.

    Pero lo trascendental en aquello que decidan, debe de ser siempre seguir superándose, sin adocenarse y pensar que ya tienen la vida asegurada, porque no debe de ser así.

    No envidiéis nunca a nadie, porque esa envidia es el recurso de insensato o inepto, que sufre por el bienestar de los demás, en vez de tratar de igualarles o superarles  en base al esfuerzo y trabajo personal.

    Por eso huid siempre de las palabras cínicas, perturbadoras y nefastas de aquellas personas que parecen querer ayudaros, cuando su único objetivo es canalizar vuestra envidia e insatisfacción contra quienes han sabido superarles en sus objetivos vitales, personales y profesionales.

    Podrán vencer en circunstancias determinadas en base a su demagogia y vuestra  debilidad, pero siempre acabaran hundidos ellos y arrastrando a quienes les han votado que suelen ser siempre las clases más desprotegidas y menos preparadas para afrontar los tiempos difíciles que suelen dejar detrás de ellos cuando se tiene que retirar con su fracaso al olvido, pero eso si normalmente habiéndose garantizado su futuro, pero nunca el vuestro.

    Este es el consejo de un hombre cargado de años, pero joven de espíritu, que mira decepcionado a un presente del que responsabiliza a su generación, por no haber educado en todos esos valores a sus hijos  y nietos.

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