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Por Vicent Albaro
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El político local

    No corren buenos tiempos para la política ni los políticos. Un mal uso y abuso del poder en forma de traición de idearios, promesas rotas, incumplimientos programáticos, corruptelas y derivados, ha desencantado al personal que se ha vuelto infiel y ha correspondido con el voto de la ira, cuando no del despecho y la venganza. Todo este maremágnum aderezado con la salsa picante de la crisis y sus consecuencias, ha alzado de la nada a grupos marginales y minoritarios, erigidos hoy en mesiánicos redentores y lavadores inmaculados de viejos manchones, de los que no son partícipes por la sencilla razón de que antaño, no tuvieron ninguna oportunidad. La limpieza de gestión no es propiedad de siglas ni grupos, sino de personas concretas. Y personas honradas las hay en todos los gremios, hasta en los más denostados y castigados hoy en día.

    Ningún ayuntamiento de relieve ha escapado a la ensaladilla rusa y multicolor, a que han dado pie las últimas elecciones municipales y autonómicas. Pocas mayorías absolutas y en especial para el partido dominante en los últimos años, como ha venido siendo el partido popular. Tantos años en la poltrona éstos, y los otros en la intemperie de la oposición donde se pasa frío y hambre, han derivado en pactos de minorías para alcanzar mayorías y prebendas, que hagan gobernables estos ayuntamientos bajo el viejo grito de guerra de: “Todos contra el PP”. Unos estarán contentos y los otros no tanto. Pero así es la vida y las urnas hablan claro y sin ambages. Es lo que hay. Otra cosa es que los pactos, plenos de amoríos en principio, deriven en luchas cainitas en un futuro, por cuestiones personales o ideológicas, que pongan en peligro el contubernio originario.

    Y es lo que tiene la política local. Está a merced de la manida frase: “Aquí nos conocemos todos”. Y yo pongo en duda esta afirmación de manera rotunda. Yo al menos me siento incapaz de juzgar a nadie que no haya tratado mucho tiempo, con cercanía y en profundidad. No me valen lo que digan unos y otros de tal o cual persona, dado que no se si se trata de experiencia propia o de roles artificialmente adquiridos en tertulias y comentarios de dudosa procedencia. En los pueblos se lleva mucho el cliché, y me niego a admitir que un cliché pueda marcar a una persona de por vida. Entiendo, que la personalidad del ser humano, es mucho más vasta y compleja como para etiquetarlo por tal o cual cosa, o por un detalle concreto. Ello, solo demuestra simpleza o cortas entendederas del vocero, o mala intención cuando no, mala leche. Juzgar a bote pronto es muy peligroso, y conlleva daños irreparables en la convivencia de las personas.

    El político local lo tiene muy difícil, pues para dar el paso a presentarse a unas elecciones, ha de revestirse de una especie de vellocino, o de coraza que le haga inmune a un sinfín de críticas, que ya sean reales o imaginarias, se va a encontrar más pronto que tarde. Dependerá del puesto que ocupe en la lista electoral. A más posibilidad de ser electo, más caña a aguantar de donde menos se lo espera. Y es que hay gente especializada en revisar la vida y milagros de los futuribles, y no hay que buscarlos en desiertos lejanos sino en las filas contrarias, y hasta en las propias. Cualquier hecho o escenario que sea capaz de mermar la integridad y fiabilidad del candidato, hay que pregonarlo a mansalva para destruirlo o mermar sus posibilidades de éxito.

    Por ello es muy de valorar a las personas que deciden dar un paso adelante para gestionar la parcela municipal. Pasada la primera criba de currículum potable, viene la segunda parte que no es otra que repartir parabienes y sonrisas a todo churrimuri, no sea cosa que te tilden de orgulloso y prepotente, aunque tengas un día malo, tus niños estén enfermos, o lleves incubando un gripazo de no te menees. Tienes que sacarte, “el Carnet del Club de la Sonrisa” como otros se sacaron “el Carnet de la palmadita a la espalda”, o del “Besuqueo a Mansalva”, o el de Asistencia Obligatoria a los Millones de Actos que Organizan las Asociaciones Culturales y Deportivas, etc. Y no oses no acudir a la carrera BIC de caracoles morunos, porque te tachan de cualquier cosa, nada buena por supuesto. Así que te guste o no, eres rehén de todos aquellos que llamarán a la puerta de tu despacho, solicitando ayudas por mantener la tradición, la actividad, la “nosequé” pero que es primordial hacerse por el buen nombre de la entidad y del pueblo. Y tú, puesto a hacerte el haraquiri familiar, calcularás más pronto que tarde, la cantidad de afiliados que dispone tal o cual asociación en directa proporción a votos futuros, y así hasta el infinito. Es lo que hay.

    En la gestión procura no equivocarte, porque los técnicos saldrán a miles para informarte con mejores o peores modales, cómo lo debías de haber hecho y por eso te salió mal el asunto. Claro está siempre a toro pasado, que ya es uno Manolete. Los envidiosos magullarán que como se cobra en el cargo, tienen derecho a vituperarte y a exigirte de todo y a todas horas. Recomendación sería, comprarse un traje de Supermán y un escudo a lo Capitán América por si las moscas. Y asumir por asumir, eres directamente responsable de todo lo que ocurra en el casco urbano, industrial y rural. Que no es así, o al menos no debería, pero ahora vas y se lo explicas al que tiene un conflicto, y solicita por escrito y vía formal, o a pie de calle sin remilgos, que le soluciones su tema yá. Y así un largo etcétera. Por el jornal tiene un pase, y máxime con lo duro que es hoy encontrar un trabajo bien remunerado. Pero por la vara de mando, no que no, ya que pesa más que si fuera de plomo. La vara es de cuando se estaba en el ayuntamiento por amor al arte, ya que no se cobraba, al menos se presumía de autoridad y rango. Pero ese tiempo se acabó, hoy todo funciona con chequera.

    Me produce inmensa ternura el munícipe que entra con la sana intención para dejarse la piel por el pueblo, lo de pueblo en abstracto, porque si concretara y afinara el lápiz, saldría corriendo. Es esa persona altruista y voluntariosa, que ha pensado ejercer una labor desde dentro, en segunda fila y sin protagonismo aparente, pensando que tendrá la oportunidad y los medios para hacer aquello que soñó alguna vez, para mejorar ésta o aquella cosa. ¡Bendita criatura, la que te espera! Siento debilidad por esas personas, sencillas y sinceras que han escuchado los cantos de sirena, y se han conmovido en lo hondo, hasta embarcarse en la procelosa aventura de la política local. Lo que nadie les ha dicho es, que a parte de estigmatizarse de por vida, van a entrar en un nido de serpientes venenosas que te pican, o constrictoras que te enroscan y te devoran con dulces silbidos de inconsciente agonía. No siempre, no en todos los sitios, pero casi, casi.

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    comentario 1 comentario
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    11/06/2015 06:06
    Bon article.

    Bon article, Vicent!

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