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Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

Medio siglo de Pista Jardín (I)

    FOTOS
    Medio siglo de Pista Jardín (I)- (foto 1)
    Medio siglo de Pista Jardín (I)- (foto 2)

    Corría el año de mil novecientos sesenta y seis, nuestra villa comenzaba a despertar al desarrollo del azulejo y a encandilarse con el brillo diamantino del incipiente progreso. Paralelamente, existía una Alcora rural, atávica e inamovible, asentada al solar de sus más viejas tradiciones todavía impolutas. Vida tranquila y sosegada, alertada por el sonoro campanil en toques de llamada a la función religiosa. O de las modernas sirenas de las fábricas delimitando el horario fabril. Ambiente quieto y pausado, relajado, y perfumado por las chimeneas de alfares y hornos árabes, que quemaban en ritual secular los haces de leña (malea) para su combustión.

    En una airosa colina al noreste de la población, a modo de altozano abancalado, se suceden las huertas con un paisaje verde y suave. Cuadros verduzcos de hortalizas, sembraduras de toda variedad: maizal, avena, trigueros y patatal. Las acequias se deslizan culebreando pletóricas de agua cristalina que procura el milagro de un embalse, a todo el cordón huertano. En los linderos se suceden: nísperos, almeces, manzanos, granados y una alameda tupida y rotunda de nogales a ambos lados de la carretera blanca y solitaria. Por el flanco izquierdo, las terrazas se abancalan hasta el río de aguas vivas, cuajado de adelfas por un camino de estiércoles curados. Fue antigua carretera a Lucena, que lleva por el este al puente y por el oeste a la Fuente Nueva. En estas huertas sublimes, pueden saborearse las ciruelas claudias y las amarillas de la tierra, más alargadas y con sabor agridulce, en fase de desaparición y sin un mal ecologista que las reivindique. En esta pequeña y altiva península, elevada sobre el túmulo del río que la circunda, va a producirse un milagro que cambiará la vida de las gentes del pueblo. La inauguración de la Pérgola del Parque Jardín, hace ahora cincuenta años, reinaba en aquellas fiestas la guapísima señorita María Amparo Grangel Tejedor.

    La circunferencia extensa de la pista de baile, alzada con paredes de piedra seca de factura artística, está circundada por una bancada de cemento y respaldo de barandilla metálica. Al fondo norte, un pequeño escenario cubierto a modo de templete. Al oeste dando la espalda a la Fuente Nueva, un bar, casi un chamizo que regentó en origen, Domingo Vélez. Y toda la entrada desde la carretera de la travesía, plantada de arboleda de varias especies, incluso eucaliptus para sombreado al estilo clásico. Su objetivo era dar frondosidad y mitigar la canícula estival. Yo creo que mi afición a los árboles y a la naturaleza, viene de ahí. Además, el lugar está agraciado con brisas que desde el mar, se adentran por el valle del río hacia los secanos. Aprendan los del parque Hnas. Bou, de cómo se construye un parque con sombras para el goce del vecindario. A ambas entradas a la Pista se instalaron plantas ornamentales, jazmines, jacarandas y rosales. Además, la carretera de acceso desde el cuartel de la Guardia Civil, se convirtió en alameda arbórea de acacias a ambos lados, con adelfas floridas como seto menor.

    En este enclave privilegiado, comenzaron las actuaciones musicales de las fiestas y en especial el famoso Baile de Gala, con orquestas de mucha enjundia. La circunferencia central estaba asfaltada, el resto del círculo era de gravilla tupida donde también se alzaban chopos y moreras a modo de paraguas sombreados. Para engalanar el recinto, se instalaban entre éstos árboles, rosarios de bombillas colgando de forma radial. En el círculo central, lugar señero donde inician el baile la Reina de Fiestas y el Alcalde Mayor, unos bidones formaban pilastra de postes engalanados con guirnaldas y más luces, sucediéndose con colgaduras de lentisco y otras plantas aromáticas, que Samuel Falomir y los operarios del ayuntamiento de la época, ejecutaban con maestría. Puede imaginarse este jardín primoroso en mitad de la rusticidad general reinante. Vamos, aquello era un despilfarro de medios para una sociedad en proceso de cambios. Ni que decir tiene, que el lugar y cuanto allí se desarrollaba, constituyó un éxito inmediato con aceptación popular rotunda.

    A partir de este hito, la juventud cruzó la barrera del cuartel en sus paseos dominicales hacia la novedosa Pista Jardín. Dicho paseo estaba delimitado antaño, desde la Plaza de España hasta el Cuartel de la Guardia Civil. Cualquier pareja que se atreviera a cruzar esa frontera imaginaria pero real, a partir de que cayera la luz cenital… las comadres situadas en formación a ambos lados de la calle; con las sillas de boga a la fresca, las cuñaba oficialmente como novios y las casaba “ipso facto”. Más allá del susodicho cuartel solo existía la fábrica de gaseosas Bachero, la fundidora de esmaltes, fábrica de Jaime Cañasa, la alfarería de los Nomdedeu y la casa serrería de Maximiano Aparici con su higuera gigantesca. Además del matadero municipal, donde habitaba la familia del tío Samuel, y el almacén de la azulejera Alcorense. Todo lo otro en derredor, patios, corrales, pallozas, campo y más campo de huertas y algarrobos. Estoy viendo este paisaje como si estuviera allí ahora mismo, una grata visión entre el hoy abigarrado entorno de bloques de cemento y ladrillo.

    A los pocos años, se construyó la piscina en la vertiente este de la Pista hacia la carretera, así como el parque infantil. El vaso de la piscina era largo, muy largo, profundo y grande, muy grande. Detrás del templete escenario, ubicaron los vestuarios mixtos y en el corredor hacia la gran piscina, una más pequeña para los niños. La grande tenía seis escaleras metálicas de entrada, duchas, estaba alicatada de azulejo azul celeste y poseía un trampolín. La piscina fue un atractivo determinante para que toda la juventud, se desplazara por norma a este idílico lugar. El bar se convirtió en restaurante y poder bañarse en aguas frescas y cloradas por un módico precio, acabó con los baños en el río y en las pequeñas balsas de riego sembradas por las fincas. Además, a la piscina acudía mucha gente joven y en este lugar se viste con poca ropa, por lo tanto, en esos tiempos de apertura a la modernidad, la piscina era lugar de encuentro y de incipiente ligue. Los de más éxito eran los saltadores del trampolín, algunos ejercitaban números circenses con vueltas de campana al aire, y entrada al agua perfecta. Otros, sufrían el resbalón con caída y topetazo o torpe lanzamiento estilo panzada de lo más patoso. Escolástica Medina, podría escribir un libro de aquellos años dorados, en que disfrutaban los bañistas en el agua y los espectadores mirando bajo la sombra –siempre la sombra-, los cuerpos bellos y torneados de aquella juventud, que horas después se reencontrarían en el baile.

    Porque obvia decir que muchos noviazgos nacieron en aquella Pista. Muchos primeros besos se dieron entre aquellas arboledas y tapias, por entre los setos que poco a poco, convirtieron aquellos bancales huertanos en un singular enclave de romántico parterre. Y nuestros ídolos musicales actuaron a pocos metros de nosotros, interpretando aquellas canciones que nos enamoraron o que nos hacían soñar con un futuro esplendoroso. Primeras figuras del panorama musical español, orquestas y conjuntos locales y foráneos han pisado este recinto, consagrado como templo de esparcimiento y diversión. También durante todo el año, como relax y acogida de los viejos buscando vecindad. Y Alcora fue pionera, una vez más, en lograr un recinto de estas características. Quizás Paco Grangel, alcalde por aquel entonces, se inspirara en la Pérgola de Castellón y su Font del Piliuet, quien sabe. Pero su monumental piscina fue referencia comarcal, punto de encuentro al aire libre en ese tórrido sol de julio y agosto, mientras la vida transitaba por la carretera de abajo, aún tupida con nogueras retorcidas y algún plátano. Discurrían otros tiempos, muy diferentes, cuando la gente era más sencilla, las campanas llamaban a oración y las sirenas fabriles a trabajo y pan.

    Cincuenta años no son nada, pero para los de mi generación y siguientes, la Pista es un entorno simbólico de primer orden, muy respetable. Donde han transcurrido algunos de los momentos más gratos de nuestras vidas. Y somos lo que hemos vivido muy a nuestro pesar. El cronista de la villa J.M. Puchol, documenta en el programa de fiestas de este año sus referencias históricas con fechas y datos. Así que como estamos en verano y ese recinto es protagonista de excepción aún hoy en día, me propongo contar hechos y sucedidos allí acaecidos. También hablaré del maltrato y de los pegotes de pésimo gusto, que a este saludable lugar le han propinado tirios y troyanos. Hasta la próxima, nos vemos en la Pista. Feliz verano.

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    comentario 1 comentario
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    20/07/2016 09:07
    Ho has clavat, la descripció.

    Ho has clavat, la descripció.

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