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Por Vicent Albaro
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El macho de Pepe Rúa

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    El macho de Pepe Rúa- (foto 1)
    El macho de Pepe Rúa- (foto 2)

    Estos son días de jolgorio de hogueras, mayorales, vítoles, botargas, demonios, caballadas, mascotas, aguardientes, rollos, prims, tortas y un sinfín de guarnicionería festiva en honor a San Antonio Abad. De entre todo este abigarrado entramado, existe un elemento que cada vez es más difícil de observar, y son los mulos que por estos pagos llamamos machos. Sin embargo y aún con la crisis que venimos soportando de hace años, el caballo se sigue manteniendo entre los aficionados al arte ecuestre. Tal vez sean menos pero aún quedan los de siempre, quienes al margen de las modas les va la monta campera. Sin embargo con los machos no podemos decir lo mismo, porque al no ser animal de lujo o de prestancia ya que se trata de las denominadas como bestias de carga, la cosa cambia. Cada vez hay menos y cada vez son menos quienes se arriesgan a la tenencia y mantenimiento de este noble animal que sacó del hambre a muchos en tiempos pasados.

    Porque la realidad es que el mulo ha perdido su utilidad desde el día en que los tractores y motocultores inundaron los campos. Esto en el plano agrícola, en cuanto al transporte arriero, fue el ferrocarril y los camiones quienes pusieron fin a una labor de siglos. Con éstas premisas el macho no tiene ningún futuro salvo los cuatro quijotes que puedan quedar y que habrá que buscarlos con lupa. Hace muchos años en 1984, cuando el padre del actual alcalde Samuel Falomir y un servidor, nos comisionaron para bajar la Recua Arriera al pregón de Castellón, nos las vimos y deseamos para conseguir cuatro acémilas que completaran con un mínimo de recato el cuadro costumbrista. Al vicario Mosén Aguilella le comentaba: “En este pueblo, machos no hay, pero burros todos los que quieras”, y él me miraba y sonreía con esa sonrisa irónica tan suya, porque la frase sacada del contesto arriero, tiene tela. Vuélvala a leer y ya me dirá.

    En su día y a pesar de que hubo hasta prohibiciones reales para su cría, el macho ha sido el más apreciado para transitar por lugares montañosos y agrestes. Es un animal duro y poco exigente en la alimentación, posee innato un desarrollado instinto de percepción del peligro, muy superior al caballo lo que le hace reaccionar rápido y seguro en terrenos escarpados. Los mulos y mulas, combinan la longevidad útil, la sagacidad, paciencia, perspicacia y temeridad del burro, con la mayor alzada y velocidad del caballo. La inteligencia mular es superior a la del caballo y semejante a la del asno, resistiendo mejor los trabajos duros y prolongados, con menos alimento y de peor calidad, su etapa vital de laboreo comienza antes y termina después que la del equino. Si fuera el spot publicitario de un coche sería más o menos: “Haga más kilómetros con menos gasolina y mayor seguridad”.

    El mulo es un híbrido nacido de aparear un caballo con burra cuyo resultado es un mulo Romo o Burrero; y un burro con una yegua cuyo alumbramiento se denomina Yeguato o Garañón. Así que nuestros machos siguen teniendo otras virtudes añadidas como, comen lo justo, tienen pocos accidentes, su sobriedad genética le hace soportar el hambre, las sequías y otras privaciones, padece pocas enfermedades, se adapta a cualquier terreno y sirve como animal de monta, de carga y de tiro. Si se le trata bien es un animal dócil, inteligente y fuerte al que pueden manejar hasta los niños, de lo contrario puede ser arisco, intratable y hasta peligroso.

    En las casas de labradores más pudientes podían existir hasta dos y tres mulos, en las de los tratantes y arrieros muchos más. En los tratados de la época se distinguían dos tipos por categorías, las llamadas “caballerías mayores y menores”. Mayores son los caballos y mulos, y las menores, los burros. La mayoría estaban herradas porque su actividad era continua, si bien tenían espacios prolongados en las cuadras, se desherraban para no dañar sus cascos. Ya en otro espacio anterior, comenté lo importantes que eran estos jumentos para los arrieros, de tal modo que nada más llegar al destino, lo primero que hacían consistía en desaparejar a los animales y revisarlos de arriba abajo por si había rozaduras o golpes en las manos y patas, curándolos en caso afirmativo con aceites y ungüentos de la sabiduría arriera. Y muchas veces dormían con ellos en las cuadras, con el serón como colchón, el albardón como almohada y la manta en vez de edredón. Esto aún se ha podido ver en las cargas de la peregrinación de Les Useres a san Juan de Peñagolosa de hace unos años.

    Pero aunque parezca una situación con cierto tinte dramático, la realidad actual no es así, al menos en otras partes de nuestra geografía. Desde luego en la zona de levante, casi cero patatero. Pero en las provincias andaluzas con tradición de peregrinar al Rocío, los mulos han ganado prestigio tirando de las carretas de los “Sinpecado”, o como animal de monta. Ya han resucitado hasta las ferias de ganado mular porque los ganaderos han comenzado a ver negocio en la cría de los machos. Por un buen ejemplar puede llegar a pagarse hasta 6000 euros, más que algunos caballos. Y se ha pasado de importarlos de Francia, a la cría nacional que puede llegar en unos años a tener una elevada cabaña que no haga peligrar su existencia. De ser un animal rudo de utilidad en decadencia, ha pasado a artículo de lujo. Así son las cosas.

    En nuestro entorno no caerá esa breva. No hay Rocío ni nada parecido para que la gente se anime a mantener a los mulos. Y a la fin y a la postre serán los caballos quienes sustituyan a este noble animal, en las representaciones costumbristas y etnográficas que en justicia le correspondería. Pero siempre nos quedarán las anécdotas y recuerdos de quienes aún hemos vivido ese mundo que ya no volverá. También quedan historias familiares, que a poco que remuevas las cenizas del tiempo, surgen como por arte de magia pues están impresas en la memoria colectiva. Y ésta sí, que a fuerza de encerrarnos a calicanto, puede acabar en la hoguera simbólica de San Antonio, para quemarse del todo y no haber existido jamás.   

    “El matxo de Pepe Rúa                                        “El matxo de Pepe Rúa

    És casporro i rebordonit,                                 diuen que no mossegue

    Si et done l’anca i la cùa                                     és més manso que una burra

    Fuig ràpit que és guit”                                       i d’una cos tira el pesebre”.

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