Gritos de silencio (Parte segunda)
Me asombra ver la gente
con tanto movimiento,
que no cesa un momento
de luchar con afán,
queriendo ser primeros
buscando galardones,
y crean mil tensiones
allá por donde van.
Resulta muy chocante
que tanta cortesía
encubra hipocresía
con aires de maldad;
y que un trato sincero
no sea muy frecuente
encontrarlo presente
en cualquier amistad.
Fastidia el ver a muchos
haciendo reuniones,
y oír mil opiniones
que dicen sin pensar;
o que les cause risa
la voz de la experiencia,
la cual, con su insolencia,
no quiéranla escuchar.
¡Con cuánta ligereza
se tratan mil asuntos,
saltando aquellos puntos
que más conviene ver;
en cambio con chanchullos
repletos de misterio,
y faltos de criterio
nos quieren convencer!
Repugna el ver los grupos
que forman un rebaño
y buscan hacer daño,
con cruel insensatez,
a quien es consecuente,
escucha y habla poco
y no vive a lo loco
con tanta estupidez.
Aflige ver las aulas
repletas de estudiantes,
con criterios errantes
de lo que piensan ser;
en cambio los oficios
de antiguos artesanos,
los tienen por livianos,
sin querer aprender.
Maldigo yo a la “tele”
con tantos argumentos
saturados de cuentos
que crean confusión;
se oprime nuestras mentes
contando necedades,
y ofrece atrocidades
sin consideración.
Qué necios los humanos
sin alma ni conciencia,
que con dudosa ciencia
a Dios quieren ganar,
creyéndose muy sabios
en temas tan profundos,
diciendo que otros mundos
los podrán conquistar.
Hoy de palabrería
el mundo está repleto,
faltándose al respeto
sin discriminación.
Se dicen tonterías,
se habla mucho en vano,
y el trato es inhumano
aunque tengas razón.
De líos y follones
nuestro mundo está lleno,
pues ya no existe freno
en tanta confusión;
el no tener juicio
es nota dominante,
más ya no hay quien aguante
tamaña incomprensión.
Se pierde la esperanza
al ver que el mundo gira
envuelto en la mentira,
sin rumbo ni timón;
y que no se respeten
leyes fundamentales
cual son las naturales
de paz, amor y unión.
¡Qué triste soledad
la que a todos espera!
por mucho que uno quiera
cien años alcanzar;
cuando sin alegría
le falte su pareja,
y solo, con su queja,
no quiéranle escuchar.
Qué gozo ver a un rico
hundido y fracasado,
si siempre se ha jactado
de mando y de poder;
viviendo en la miseria,
sin hallar un hermano
que le tienda una mano
para no enloquecer.
Dentro de un campo santo
me río cuando veo
el recio mausoleo
de algún rico señor,
quien no pensó un instante
que al fin se hará pedazos
quedando unos retazos
de muerte alrededor.
EPILOGO
Muy terrible será el día
en que el total desconcierto
muéstrenos que nada es cierto
y el vivir cruel agonía.
¡Pobre civilización!
Al fondo vas con tu peso
por exceso de progreso
y faltarte abnegación.
Ya no existe la templanza,
sólo abunda el egoísmo,
no se tiene confianza
ni siquiera en uno mismo.
Por tanto sin esperanza
el mundo va hacia el abismo.
(Poema inspirado, en cuanto a su esquema, rima, y métrica, en el atribuido a José de Espronceda titulado LA DESESPERACIÓN)