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Por Miguel Barrachina
El desahogo semanal - RSS

Ocho Mujeres en Cuatro Metros

    No desgraciadamente “ocho mujeres en cuatro metros” o, para ser exactos, siete mujeres y un transexual en 4.2 metros cuadrados, no es el título de una película de Almodóvar, ni se trata de la cárcel negra en la que el gobierno marroquí apila a ciudadanos saharauis muchos con DNI español, es tan sólo una de las celdas de la comisaría de Castellón en día de labor.

    Así en ese espacio de dos por dos se puede pasar, en compañía de otras siete personas, una fantástica noche en la comisaría de Castellón. Es la España de Zapatero, la de los derechos de ciudadanía, la del Ministerio de Igualdad, que igual da.

    En este país, en el que no se llega a fin de mes, todo un ministerio sirve sólo para que su titular, o mejor, su “titulara” por tratarse de Bibiana, encabece manifestaciones de preciosas banderas arco iris en las que se reclaman los derechos que su gobierno conculca.

    Este es el país en el que Rodríguez Zapatero prometía aquello de “un preso una celda” y bajo su gobierno nuestras cárceles baten record de amontonamiento, sin salir de mi provincia el centro penitenciario Castellón I ha alcanzado los 818 reclusos en 428 celdas, con una tasa de hacinamiento del 191%. Todo es posible.

    Pero ahora, el caso relatado de una de las comisarías de Rubalcaba, tiene el agravante de que las ocho mujeres que allí se agolparon para pasar la noche, de pié se supone, no tenían condena alguna, ni habían sido juzgadas, simplemente las detuvieron porque eran “sin papeles” o lo que es igual habían entrado irregularmente en el país.

    En eso ha quedado el grito progresista de “papeles para todos” en “una celda para todas”. ¿Se atrevería este gobierno a meter en una celda de 4 metros cuadrados a ocho nacionales españoles por una infracción equivalente, y hacerles pasar allí la noche? No, con españoles no se hubieran atrevido, y si alguien conoce un precedente que desmienta mi afirmación estaré encantado en conocerlo y darle publicidad.

    Aún siendo correcto detener a quién no lleva papeles, muchos de ellos víctimas del efecto Caldera y su regularización masiva, ¿no hubiese sido más acertado enviar a algunos de los detenidos al cuartel de la guardia civil de Castellón, o si el corporativismo se lo impide, a la comisaría de Vila Real, o sencillamente haber cumplido el programa electoral de 2004 en el que se prometía la nueva comisaría?

    Para mayor bochorno la cosa no acaba ahí, ya que en las tres otras tres celdas de la misma comisaría se agolpaban casi treinta detenidos más, eso sí, en celdas de cinco metros por dos, menudo lujo. Esta es la modernidad de que disfrutamos con un gobierno socialista, que recuerda mucho a otros gobiernos también socialistas.

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