El deporte como esperanza
Si España tiene los mejores deportistas del mundo en tenis, ciclismo o futbol ¿por qué no puede aspirar a disfrutar de los mayores niveles de bienestar?
Si nuestros pilotos, de coches o motos, o los jugadores de baloncesto lideran las clasificaciones mundiales ¿por qué somos los últimos a la hora de generar empleo?
Quizás la respuesta esté en que los políticos –entre los que me incluyo- no tenemos la calidad ni la capacidad de nuestros deportistas, pero más propiamente habría que hablar de gobernantes actuales y no de políticos en general, porque nuestro país ha sido capaz de lo mejor, generando cinco millones de empleos entre 1996 y 2004, y lo peor, hoy solo Letonia tiene una tasa de paro superior a la nuestra entre los 27 países de la Unión Europea, cambiando dirigentes y políticas.
Para encontrar un Alberto Contador, muchos chavales han de montar en bicicleta, para meter goles como David Villa multitud han de darle al balón sin tanto éxito y para correr como Marta Domínguez, Natalia Rodríguez o Nuria Fernández –medallistas en los europeos de atletismo- miles de niñas han de entrenar diariamente.
Cuando hablamos de la economía de un país ocurre lo mismo, para que aparezca un Amancio Ortega, cuyo grupo Inditex ya tiene 4.700 tiendas en 76 países, muchos emprendedores, fontaneros, electricistas, o constructores, han de abrir sus puertas y, lamentablemente, en los dos últimos años han las han cerrado más de 200.000.
Todos los activos disponibles de nuestra nación deben ponerse en marcha y hacerlo de la manera adecuada. Eso supone hablar de personas paradas que ahora no encuentran empleo, pero también de agua derrochada por insolidaridad, de energía eléctrica sin generar por complejos desfasados, de impuestos excesivos que desalientan la creatividad y de derroche de las administraciones que absorben el crédito bancario que debiera llegar a particulares.
Este, el de movilizar todas las capacidades económicas del país, toda nuestra potencialidad, que es tanta como en el deporte, es el objetivo del Plan Global anunciado por Mariano Rajoy y que supone ocho grandes reformas en el campo fiscal, energético, judicial, laboral, educativo, presupuestario, administrativo y financiero.
Ni puede permitirse que un tercio de nuestros escolares fracase en sus estudios, ni que se cierren centrales nucleares por motivos puramente políticos, tampoco es razonable que el gobierno socialista haya permitido el endeudamiento galopante de las administraciones o que ahuyente a los empresarios con subidas impositivas constantes y rectificaciones diarias.
Si nuestro país hace lo que debe y, como en el deporte, es capaz de elegir a los mejores y con el programa de entrenamiento adecuado, cambiando los anuncios vacíos por eficacia en la gestión, España puede volver a estar en lo más alto.