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ACCIDENTE CASTILLO HINCHABLE MISLATA

Los padres de Vera, tras un año de la tragedia del castillo hinchable de Mislata: “Esa trampa mortal se llevó sus sueños”

Los padres de Vera, tras un año de la tragedia del castillo hinchable de Mislata: “Esa trampa mortal se llevó sus sueños”
  • En una extensa carta en la que hablan por primera vez de lo que pasó y acusan al Ayuntamiento de Mislata, a su alcalde y al responsable del hinchable de negligencia y de mirar hacia otro lado

Se cumple un año del trágico accidente de Mislata en el que el viento voló un castillo hinchable con varios niños dentro. Dos niñas de 4 y 8 años fallecieron en los días posteriores al accidente y otros siete menores resultaron heridos de diversa gravedad. La justicia investiga todavía los hechos para depurar posibles responsabilidades mientras que los padres de los fallecidos lamentan la lentitud con la que se está desarrollando el proceso.

En este aniversario negro, el padre de Vera, una de las niñas fallecidas, ha publicado una carta en redes sociales en la que habla abiertamente por primera vez desde la desgracia: “Un año después de su marcha, las gafas rojas de Vera nos observan desde lo alto de su pequeño santuario. Nunca imaginamos que nuestra pequeña sería protagonista de un cuento negro en el que los monstruos son de verdad. Sin saberlo, estábamos dando nuestro último paseo en famillia. La tragedia del hinchable en el que murieron Vera y Cayetana de 4 y 8 años, pinchó el globo mostrando al mundo la feria de los errores, una trampa mortal para niños perpetrada por la codicia de un cacique con la permisividad de un ayuntamiento irresponsable”.

La misiva acusa abiertamente al dueño del hinchable de negligencia y de no cumplir la normativa: “Admitimos no saber que el hinchable estaba dejado caer en el suelo sin más anclaje que unas cuerdas de tender roídas; que la atracción no estaba instalada en el lugar oportuno para evitar el impacto del viento, que existía una alerta por fuertes ráfagas de cara a la noche que aconsejaba el cierre inmediato por precaución; y que la instalación no se fijó al suelo como dice la normativa europea porque para el Ayuntamiento de Mislata es prioritaria la integridad de su pavimento”. 

Es un día muy feliz, repetía Vera aquella tarde mientras íbamos de atracción en atracción, hasta que el destino la llevó a poner el pie en aquel hinchable que ni siquiera lo parecía en la penumbra de una feria con pocas luces y menos sonidos; una feria triste montada para el beneficio del promotor y el responsable público que le abre las puertas del ayuntamiento”, continúa la carta.

“Se fue la magia y apareció el horror”

“Se fue la magia y apareció el horror. Más de veinte minutos esperando oír la sirena de las ambulancias mientras Vera se desangraba junto a la tómbola, con sus gafitas rojas intactas”, sigue la carta en la que se acusa al alcalde de Mislata de “olvidar” el caso: “Un estado de shock del que nunca llegaremos a desprendernos, del que rescatamos la humanidad de uno de los jóvenes empleados fantasma del feriante, la que no demostró ninguno de los miembros del clan, ocupados en manipular la escena mientras los periodistas andaban a la caza del morbo y el alcalde conseguía su foto junto a las familias, abandonando la escena mientras los sanitarios trataban de estabilizar a las dos niñas para calibrar las consecuencias de siniestro en su proyección política”.

La carta termina con varios mensajes al alcalde y a los responsables de hinchable: “Para Vera fue su primera y última tarde de feria. Para el máximo responsable de Mislata su primera y última aparición en el caso antes de activar el modo avión y ocultarse tras un proceso que ya apunta hacia su ayuntamiento, el mismo que debió poner patas arriba desde el principio para depurar responsabilidades, en lugar de descargar únicamente la culpa en un feriante que era cliente habitual de su consistorio·. De un empresario que sobrevive sin más escrúpulos que su soberbia no podemos esperar mucho, […] estamos en manos de una administración pública que no puede escudarse en la fragilidad de unas normas desvirtuadas por otras administraciones”. Puedes jugar con fuego toda la vida y no quemarte, pero si provocas un incendio no puedes achacarlo a un accidente de la naturaleza.

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