Javier Alandes: “Quiero que los valencianos descubran que aquí ocurrieron capítulos históricos apasionantes”
Entrevistamos al autor de Los guardianes del Prado, una apasionante novela ambientada en la Valencia de 1936
Javier Alandes nos traslada hasta la Valencia de 1936 a través de las páginas de Los guardianes del Prado. Esta novela cargada de historias y aventuras descubre un emocionante suceso histórico: el traslado de los cuadros más importantes del Museo del Prado a Valencia.
En elperiodic.com hemos entrevistado al autor para que nos cuente los entresijos de su tercera novela.
A partir de un hecho histórico tan destacado como el traslado de las grandes obras de arte del Prado a Valencia, has creado una historia llena de aventuras, ¿qué te llevó a contar esta historia?
Partiendo del hecho histórico, objetivo y absolutamente real que fue el trasladado de las obras de arte del Museo del Prado a Valencia, lo que yo realizo es un ejercicio de ficción en el que relato un complot para robar Las Meninas en Valencia y entregarlas a la Alemania de Hitler, al ser una de las condiciones que han puesto para enviar tropas a la Guerra Civil Española para colaborar con el bando nacional.
Hay hechos reales y ficcionados, ¿cómo ha sido el proceso de escritura para hilar todos esos momentos?
No soy historiador ni divulgador político, solo soy un novelista. Me gusta mucho jugar partiendo de datos reales aplicarle una historia de ficción, pero la historia es lo que fue y no está entre mis objetivos cambiarla. En un primer momento lo que hice fue documentarme amplísimamente sobre ese proceso del traslado de los cuadros a Valencia, las decisiones políticas que se tomaron. Con toda esa documentación fui cogiendo aquellos fragmentos que eran interesantes para la novela y a partir ahí aplicarles mi historia de ficción, que fuera lo suficientemente verosímil y emocionante para los lectores.
Es una novela de aventuras donde personajes, que tienen trabajos comunes, se encuentran con un hecho que les supera y en vez de girar la cara deciden actuar. Es combinar la realidad con la ficción sin tergiversar lo que pasó, es un ejercicio muy complicado pero muy satisfactorio y divertido.
Pones en valor el papel de toda esa gente valiente que luchó por proteger el patrimonio artístico, ¿por qué has decidido escribir sobre estas personas?
Soy valenciano y llevo toda la vida viviendo aquí y soy un enamorado de la ciudad, de sus calles, de sus monumentos, y desde hace mucho tiempo tengo en mi libretita determinados acontecimientos en la ciudad sobre los que me gustaría escribir. Por ejemplo, en mi anterior novela Las tres vidas del pintor de la luz, a partir de un hecho de ficción que es la aparición de un cuadro de Sorolla en la actualidad, que se duda de su autenticidad es una excusa para ahondar en la juventud de Joaquín Sorolla y en su proceso de búsqueda de estilo.
Y el traslado de los cuadros del Prado a Valencia era otro de esos capítulos que tenía en mi libreta y que algún día quería escribir sobre esto. Muchos de nosotros pasamos por las Torres de Serrano o por la iglesia del Patriarca, donde estuvieron almacenadas las grandes obras del Prado, que son un patrimonio de la humanidad, y me pareció algo muy atractivo para contar.
A través de tus palabras das vida a muchos personajes históricos, ¿Cómo fue para ti recrear a esas personas reales a través de la ficción?
El proceso de documentación ha sido muy amplio, y en cuanto a los personajes reales que aparecen en la novela he intentado respetar los lugares y fechas donde estuvieron para que la parte de no ficción sea lo más fidedigna posible.
Los historiadores nos cuentan los hechos tal y como ocurrieron y podemos nutrirnos de ello. Cuando Franco aparece en una escena, o Josep Renau, el famoso cartelista valenciano, durante aquella época era el director general de Bellas Artes y quien orquestó todo ese traslado hacia Valencia, me pregunto cómo fueron sus conversaciones, sus emociones, si sentían miedo, incertidumbre, si pensaban que estaban haciendo lo correcto. Todo eso es lo que trato de dotarle a una novela. Los novelistas podemos imaginar que es lo que pasaba por la cabeza de todas aquellas personas.
¿Cuál es el personaje con el que más has disfrutado escribir en esta novela?
Esta es una novela de personajes, no es de bandos malos o buenos. Hay personajes que tienen una ambición desmedida por ocupar puestos de poder o por dinero, y son capaces de cometer las mayores tropelías, como ofrecer las Meninas a Alemania, y otros personajes que se van a ver envueltos en esta conspiración y deciden hacer lo correcto.
Pero entre esos personajes con ambición desmedida y los que hacen lo correcto, y luego está Félix Santurce, un empresario valenciano, que se dedica al comercio de naranjas que recorre toda esa España del inicio de la guerra cerrando tratos comerciales, y es un personaje que tiene que saber nadar entre aguas, porque al final tiene que llegar a acuerdos tanto con la República como con los sublevados.
Es un personaje con muchos claroscuros, muy autoconsciente de sí mismo, sabiendo que una parte de lo que está haciendo no es del todo correcta. Félix Santurce es el hilo de unión con la otra trama de la novela que transcurre en 1980, cuando Fernando Poveda, un periodista en horas bajas porque ha sufrido una trágica pérdida familiar, le encargan hacer un reportaje sobre Félix Santurce, que en el imaginario de la novela dice que fue un empresario valenciano que acudió a Alemania a negociar la neutralidad del país en la guerra, una historia difusa. Y el Ayuntamiento le va a hacer un homenaje por ser uno de los primeros mártires republicanos y el periodista, a través de esa figura irá descubriendo el complot que hubo para robar Las Meninas y que personajes estuvieron implicados. Así que, para mí, Félix Santurce es el personaje con el que más he disfrutado.
En la novela se tratan diversos temas, ya no solo la valentía, sino también el amor, el papel de la mujer en la república, la guerra, el dolor por la pérdida… ¿Cómo ha sido darles forma para que confluyan en una misma historia?
Bajo mi opinión los años de la República fueron unos años de crecimiento para la figura de la mujer, estaba incorporándose plenamente a la vida cultural, empresarial universitaria, intelectual, a la vida política, se inició un proceso de incorporación de la figura femenina a todos los ámbitos de la sociedad y ese proceso se detuvo cuando los sublevados consiguieron la victoria y se instauró una dictadura.
Me apetecía hacer un homenaje a esa figura femenina que estaba emergiendo, por ello las protagonistas femeninas de la novela son una estudiante de derecho en la Valencia de 1936 y la propietaria de un hostal. Mujeres valientes, poderosas, y que demostraban que podían actuar en cualquier ámbito de la vida social.
Por otro lado, también me ha gustado mucho relatar como son las relaciones paterno-filiales. Fernando Poveda, el periodista, tiene que lidiar con el fallecimiento de su único hijo, por eso se encuentra en esos momentos de horas bajas, mientras que en la trama de 1936 uno de los protagonistas, Alejandro Santoro, es el arquitecto que se encarga de custodiar los cuadros en Valencia y quien también tiene esa relación especial con su padre, que sabe que se está jugando la vida, pero no lo detiene porque sabe que está haciendo lo correcto. Todos esos temas forman parte del fondo de la novela en todo momento.
Haces un recorrido muy especial y detallado por la Valencia de aquellos años, ¿Cómo ha sido el proceso de documentación para recrear en el papel espacios tan importantes de la ciudad?
La Valencia de 1936, sobre todo el casco histórico que es lo que yo recreo, es muy parecida a la de hoy en día. En la Plaza de la Virgen puedes pisar el mismo pavimento que pisaban las personas en 1936. Aparte, hay una gran cantidad de documentación fotográfica y una hemeroteca muy amplia sobre la Valencia de aquellos años.
Lo que sí es cierto y me apetecía reflejar es que el Gobierno Republicano cuando abandona Madrid, decide venir a Valencia por varios motivos: primero porque Valencia es una ciudad donde los ecos de la guerra no han llegado. Es una ciudad donde todavía se respira cierta normalidad, además, el patrimonio arquitectónico de Valencia es tan amplio que el Gobierno se da cuenta que tiene los edificios suficientes para albergar toda la maquinaria de Estado, porque el país tenía que seguir funcionando.
Entonces, el Palau de Benicarló, que hoy son Les Corts Valencianes, el Palau de la Generalitat, el edificio de correos, son ocupados por el Gobierno y me apetecía reflejar esa Valencia. Me gustaría que los lectores valencianos descubran que aquí ocurrieron capítulos apasionantes, pero que los lectores de otros puntos de España, descubran esa Valencia con otros ojos y les apetezca venir a visitarnos y a conocer esa ciudad que albergó los cuadros del Prado.
¿Qué le dirías a nuestros lectores para que se sumen a la aventura de Los Guardianes del Prado?
Que todos somos personas que sabemos que en determinados momentos, aunque todas las cartas estén en contra, tenemos que hacer lo correcto y es lo que hacen los guardianes del Prado.
Es una novela con la que nos vamos a identificar con los personajes, vamos a sufrir, a reír, llorar, ver como peligra su vida...es una novela para descubrir una parte de la historia de España, pero sobre todo es una novela de aventuras, de emociones, para los lectores que nos gustan las novelas de Pérez Reverte, de María Dueñas...esas novelas históricas donde a través de un hecho real conocemos personajes que los vivieron y como sintieron y como actuaron.