X Mocadorà de Sant Donís Gandia
La décima edición de la Mocadorà de San Dionisís de Gandia llenará el paseo Germanías del 5 al 9 de octubre. Tal y como han anunciado la regidora de Comercio, Elena Moncho, quien ha estado acompañada por Miguel Rosselló, Raül Llopis y Ricardo Gómez de la Asociación de Pasteleros de Gandia,delante de la Casa de la Marquesa se instalará un mercadillo con venta de los pasteles tradicionales de mazapán y se realizará el día 6 de octubre de 17:30 a 20:30 horas un taller didáctico para niños y niñas.
La leyenda cuenta que en tiempo de Jaime I los hombres obsequiaban a sus estimadas con la tradicional «mocadorà», unos dulces de mazapán con formas de frutas y hortalizas rodeados por un gran pañuelo de seda. De este modo, los días próximos al 9 de octubre, los escaparates de los hornos de la ciudad se llenarán de color y de los mazapanes con formas de frutas y hortalizas.
Moncho ha explicado que la iniciativa tiene un marcado carácter benéfico, ya que las donaciones repercutirán en el perentorio infantil. “Esperamos que la ciudadanía y las personas que nos visiten esos días se acerquen por los stands frente a la Marquesa o a las pastelerías de la ciudad y participen en esta iniciativa”
Los representantes de la asociación han destacado que la celebración, que cumple su décima edición, cada vez crece más y gana más adeptos.
El origen de la Mocadorà
Se trata de una celebración popular valenciana que tiene lugar cada 9 de Octubre, día de San Dionisio, coincidiendo con la fiesta grande del pueblo valenciano. La tradición es regalar a las personas estimadas un pañuelo para el cuello que envuelve unos dulces de mazapán crudo, de diferentes formas y colores, que representan las mejores frutas y hortalizas de la huerta de València, todas ellas rodeando dos figuras más grandes y principales hechos de mazapán cocido: la piruleta y el tronador.
La tradición viene de cuando, en la edad mediana, las ciudades homenajeaban a los invitados, sobre todo los reyes, con una vajilla de plata llena de viandas. A partir del siglo XV la ciudad de València empezó a regalar vajillas de cerámica de Manises y Paterna que contenían unos dulces de azúcar que empezaban a hacerse en tierras valencianas a raíz de la introducción del cultivo de la caña de azúcar en el Reino de València, como por ejemplo peladillas y mazapanes. Con el tiempo, esta costumbre se popularizó entre los valencianos y derivó en un regalo por el 9 de Octubre, puesto que, según dice la leyenda romántica, los mazapanes representan los frutos de la huerta de València que las valencianas ofrecieron a Jaime I y a la reina Violante de Hungría el 9 de octubre del 1238, cuando entraron en València después de la conquista.
En el siglo XVIII, después de la Guerra de Sucesión, la celebración oficial que conmemoraba la entrada de Jaime I en València fue prohibida por el Decreto de Nueva Planta, pero se continuó celebrando popularmente. San Dionisio había sido una fiesta muy arraigada, puesto que eran tradicionales los festivales pirotécnicos desde la popularización de la pólvora en forma festiva. A la víspera, y durante el día de San Dionisio, se habían lanzado siempre multitud de cohetes hasta el punto que, según las crónicas, un año se llegaron a lanzar 13.000 cohetes desde la azotea del Palau de la Generalitat. Y la tarde del 9 de octubre de 1526 hubo un accidente en el cual murieron 9 personas y quemaron 20 casas en la zona del Mercado. Por todo esto, el origen de la piruleta y el tronador está en este siglo, cuando Carlos III prohibió fabricar pirotecnia. En respuesta, los panaderos valencianos idearon unos dulces de mazapán que representaban los cohetes prohibidos, y les dieron forma de petardos, pías y truenos; según dicen muchos, también representaban los órganos sexuales masculinos y femeninos por su forma característica.
A partir del siglo XIX los dulces se envolvían en un pañuelo añadido. Con el tiempo, formó parte imprescindible del regalo, y dio nombre a la festividad. Por esta tradición, muchos valencianos consideran que San Dionisio es el Día de los Enamorados valencianos; y es tradición que las mujeres conserven todos los pañuelos que su pareja les ha regalado, año tras año, desde que empezaron a festejar.