Lucas Blanch, un castellonense que dejó su zona de confort para irse de misionero a Colombia
Después de 15 años en las misiones, este sacerdote quiere continuar con su tarea al lado de los más pobres de Bogotá
Lucas Blanch, un castellonense de 37 años, como cualquier joven tenía previsto estudiar, comenzó cursando estudios de Química en la Universitat Jaume I, y formar una familia, vivir en su terreta. Sin embargo, todo dio un vuelco en su vida, lo abandonó todo y comenzó sus estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Unimonserrate de Bogotá.
Desde 2006, desde que tenía 22 años, es misionero en Colombia y está junto a los más pobres llevando el mensaje del Evangelio y ayudando a las familias. Colombia está viviendo momentos difíciles pero Lucas Blanch tiene claro que quiere quedarse allí, al lado de los que lo necesitan.
¿Siempre quiso ser misionero? ¿Era su vocación desde joven?
La verdad es que no. Pensaba, como la mayoría, en estudiar y formar una familia, quedarme en Castellón… nada fuera de lo normal. Cuando estaba en la UJI haciendo cuarto año de Licenciatura Química, con 22 años, es cuando surgió la vocación. Las cosas que hacía sentía que nunca me llenaban como esperaba, siempre había un vacío en el corazón y cuando cansado de sentir esa tristeza y de verme apegado a tantas cosas que después no me satisfacían, sentí una necesidad muy grande de buscar de Dios en la Iglesia y curiosamente ese vacío y esa tristeza desaparecieron. Es entonces cuando pensé, fruto de haber participado en algunos encuentros de fe de jóvenes: ¿Cuántos estarán tristes como lo estaba yo? ¿Quién les dirá que Jesucristo es la respuesta? Y aquí aparece la vocación: dejar tus proyectos porque este anuncio es tan importante que es necesario dedicarle toda tu vida.
¿Cuál era su ocupación/responsabilidades anteriores?
Estudiaba Licenciatura Química e en las vacaciones trabajaba en las tiendas que tienen mis padres en Castellón, en un negocio muy conocido: la Droguería Catalana.
¿Desde cuándo está de misionero en Colombia?
Llegué el 20 de enero de 2006 a Colombia, cuando tenía 22 años.
¿En qué punto de Colombia está exactamente y cuál es su misión?
Estoy en la capital, en Bogotá, pero en los barrios de invasión del sur, en un sector muy vulnerable de la ciudad que se llama Ciudad Bolívar.
¿Qué motivo le llevó a las misiones al país sudamericano?
En mi caso, fui a una convivencia de jóvenes dispuestos a partir a las misiones y formarse como sacerdotes en cualquier lugar del mundo, en Italia, y allí el Señor me llamo a partir para Colombia. ¡Todo un espectáculo! Nunca se me olvida aquel encuentro en el que más de trescientos jóvenes le dijimos al Señor que partiríamos, cada uno a donde por sorteo le tocó. Pero lo que motivó esta decisión es la vivencia de la fe en la parroquia de la Santísima Trinidad de Castellón, en una comunidad neocatecumenal.
¿Qué significa para usted ser misionero?
La misión la da Jesucristo a sus discípulos: “Id al mundo entero y anunciad el Evangelio”. Nosotros, los seres humanos, tenemos muchas más cosas que nos unen de las que nos separan. El mundo siempre busca resaltar nuestras diferencias, que las hagamos más grandes, que les demos mayor gravedad… pero la verdad es que todos somos muy parecidos, todos buscamos ser felices y todos sufrimos cuando no nos sentimos amados. Para mí ser misionero significa, por tanto, anunciar este amor de Dios que toda persona busca, aún sin saberlo, anunciar el perdón y la paz. Pero este anuncio no se puede decir solo de palabra. Hace falta que venga acompañado por un signo que dé fuerza a esta palabra, que en mi caso es mi renuncia libre y voluntaria a aquello que amo, que me gusta… Ser misionero implica renunciar a muchas cosas por este anuncio, pero Dios te da toda esta felicidad que anuncias.
¿Fue fácil abandonar las comodidades que puede ofrecernos España para ser misionero entre los más pobres?
Fue un combate. Algunas noches sin dormir por sentir que Dios te está llamando a ser misionero y dejar muchas cosas, pero sabes que tú no tienes la fuerza para seguirlo.
Colombia está atravesando una ola de violencia y protestas de las que no somos ajenos en España. ¿Cómo se vive la situación desde dentro?
Estamos viviendo un momento muy difícil como país. Hay muchísimo desempleo y aquí no existe el paro. Cuando una persona deja de trabajar, inmediatamente deja de tener ingresos. Todo esto del COVID ha hecho que muchas familias hayan perdido sus empleos y en esta situación la noticia de la reforma tributaria ha sido un golpe que ha despertado toda esta ola de protestas y violencia. Ayer mismo estuve una hora en el coche y avancé tres calles… me tuve que devolver porque en estos días salir es bastante caótico. En Cali hace pocos días incendiaron varios autobuses y la estación. Las personas aquí están muy preocupadas por esta situación.
Después de un año de pandemia, ¿cuál es la situación actual en Colombia?
El proceso de vacunación ha ido realizándose lenta pero paulatinamente, aunque con filas de más de dos y tres horas. Se está ya iniciando el proceso para que los colegios puedan después de año y medio iniciar las clases presencialmente, aunque se hará en alternancia: unas semanas van unos estudiantes y otra semana otros, con conexión virtual siempre todos.
Los contagios en este momento están muy altos, las UCI están prácticamente ocupadas, pero han sido tantas las veces, y por largo tiempo, de la cuarentena para la población que económicamente es insostenible. Todo esto ha hecho que se haya incrementado en el país, sobre todo en Bogotá, el número de robos y atracos.
¿Qué es lo que más echa de menos de Castellón y España?
La familia, sinceramente. También la comida, el mar, la tranquilidad de vivir en una ciudad pequeña, de caminar por la calle tranquilo sin pensar: ¿Cuál es la ruta más rápida?; o el ir en el coche seguro: Aquí hay que estar atento en algunas partes de la ciudad porque en los semáforos te roban los retrovisores del coche, o te amenazan con romperte algo exigiéndote cierta cantidad de dinero como limosna… es más bien un robo.
Aquí es verdad que cuento cosas que pasan y que son difíciles, pero les digo que Colombia es un país fantástico. En los barrios donde yo estoy, humildes, las personas son muy buenas, cercanas… la verdad es que nunca me siento solo, además de que el Señor está conmigo.
¿Se ha planteado volver o se ve ejerciendo las misiones durante muchos más años?
Mi deseo siempre ha sido permanecer en la misión y envejecer aquí, salvo que la iglesia desee enviarme a otro lugar. De hecho, hace poco más de un año, solicité la nacionalidad colombiana, y ¡ya soy colombiano también! Ya son 15 años en la misión aquí, y Dios quiera que sean muchos más.
¿Es habitual ver jóvenes, laicos o religiosos, que se aventuran en el mundo de las misiones en pleno siglo XXI?
Ser sacerdote misionero no es algo atractivo a los ojos del mundo, por lo que no es para nada habitual. Sinceramente, podría haberme formado como sacerdote en mi diócesis, en Segorbe-Castellón, cerca de toda mi familia, con mi cultura mediterránea que me encanta… pero yo comprendí que esta aventura maravillosa la crea el Señor, que llena tu ser totalmente cuando lo sigues al lugar donde él te espera.
¿Qué mensaje le puede dar a aquellos que quieren salir de su zona de confort y ayudar a los demás pero les falta un empujoncito?
Nosotros fuimos creados para el amor, no para el egoísmo, y pienso que todos tenemos la experiencia de sentirnos alegres cuando hemos podido ayudar a alguien, servir en algo a otra persona. Pues imaginaros ahora la alegría cuando tu servicio es total y no es solo de un par de horas: dejar un proyecto de familia, un futuro económico prospero, tu cultura, tus seguridades, a tus padres y hermanos… Yo no dejo estas cosas por nada, sería una locura, las dejo por el Señor porque él lo llena todo con creces. Y curiosamente os digo: después de 15 años viviendo “al otro lado”, me siento más unido que nunca a mis padres y hermanos. Cuando estamos juntos valoramos mucho más esos momentos.