Luis Herrero, el reconocido artista fallero de Burriana

Luis Herrero es artista fallero. Su gran vocación son las fallas y se ha convertido en un referente por sus grandes ninots. A sus 66 años, en la Gala de los 1, celebrada este año en su ciudad natal, Burriana, le han otorgado el premio ‘El Parot’, lo que supone todo un reconocimiento a sus más de 40 años dedicándose a las fallas.
 
Recientemente ha sido galardonado con el premio ‘El Parot’ en su ciudad natal, ¿cómo recibió ese premio después de toda una vida dedicándose a ello?
Lo recibí con una satisfacción enorme porque pensaron en mí y, al final, eso demuestra que han gustado mis años de trabajar en las fallas.
 
¿Cómo se adentró en el mundo del arte fallero?
Yo empecé muy pequeño en el mundo de las fallas con otros niños del barrio. La primera falla que compitió fue la de la calle Sant Blai, en el año 72, se trataba de una falla infantil con la que obtuvimos el primer premio, pero como aficionados. Como profesional ya entré en el 76, con 19 años, con la falla de l’Escorredor, con la que conseguí el cuarto premio. Aunque, no continué en los años siguientes porque me tuve que ir a hacer la mili el 1 de marzo del siguiente año. En el 80, volví a hacer fallas y la hice, otra vez, en la de l’Escorredor, pero con más éxito, puesto que obtuvimos el primer premio. Después, lo volví a dejar y me dediqué a trabajar de otras cosas, hasta el año 82 que cogí la falla Baró De Patraix de Valencia en la que he estado 40 años.
 
¿Cuándo decidió montar este taller?
No recuerdo el año exactamente, pero podría ser en el 93 o 94. Nos juntamos varios amigos aquí y en el Camí Valencia y nos hicimos el taller conforme pudimos porque las cosas no estaban fáciles.
 
¿De dónde viene su vocación por las fallas?
Cuando era un niño y veía las fallas que se plantaban en la calle me parecía muy emocionante. Hoy en día, cuando queman las fallas, la misma noche recogen los restos. Pero, antes hasta los dos o tres días no recogían la ceniza, entonces los niños íbamos a recoger las tachas y los restos para hacer nuestras pequeñas fallas. Cuando crecí y empecé a pisar los talleres de fallas, ya me entró la afición que tengo hoy.
 
¿Usted se formó para dedicarse a esto?
Mi formación fue ir a trabajar de peón, empecé desde abajo, hasta que me animé a ir a trabajar para otros como Vicente Tornador, Arturo Musoles, los hermanos Ferrer o Pepet. Hoy en día veo ciertos problemas en cómo se hacen los estudios de artista fallero. Solo le dedican dos o tres meses a estar practicando en el taller y ese es un defecto que veo yo, ya que es muy poco tiempo. Hay estudiantes que salen muy bien preparados, pero hay otros que les cuesta un poco más. Muchos, cuando llegan, quieren ponerse a pintar enseguida, pero primero tienen que ver como se pinta, como se trabaja dentro del taller.
 
De todas sus obras, ¿hay alguna que recuerde más especial que otras?
En general, todas me han hecho mucha ilusión. Yo siempre que he hecho la falla he intentado competir. Habré quedado mejor o peor, pero mi ilusión siempre ha sido competir y claro, he tenido muchas fallas ilusionantes. Seguramente, me dejaré alguna digna de nombrar, pero, por ejemplo, la primera que hice aquí en Burriana, cuando entré por primera vez en Valencia o cuando entré en la categoría especial en Valencia. Después, las que hice en pueblos muy fuertes como Dénia, Alzira, Gandia… he estado trabajando algunos años por allí, se puede decir que me lo he recorrido todo. En Alicante, también he hecho hogueras. Yo siempre he sentido ilusión por todas.
 
Después de tanto tiempo y tantas fallas, ¿en qué se inspira para seguir creando e innovando?
Yo siempre he tenido ayuda de mucha gente, con la que hemos pensado ideas y estudiado las diferentes propuestas.
 
Tras sus 47 años de trayectoria, ¿cree que todavía puede aprender algo nuevo del mundo fallero?
Yo soy muy mayor y he conocido las fallas de hace muchos años. Dentro de las fallas, yo he tenido mi estilo. Es cierto que ahora hay cierto modernismo que a mí no me acaba, a lo mejor porque vengo de muchos años atrás. Recuerdo los grandes clásicos de Pepet y su hermano, de Dualde, de Monterrubio en Valencia, eso a mí me encantaba. Cuando era pequeño, salía de casa y veía sus fallas sentía una emoción enorme. Lo que no me gusta del modernismo de actual, es que antes cuando veías una falla podías ver escenas en ella, ahora ves piezas bonitas, pero no ves las escenas. No obstante, hay artistas falleros con un modernismo fabuloso como, por ejemplo, el de Vicente Martínez, y otros muchos que considero muy buenos.
 
Usted comenzó en los años 70, ha sido testigo de la evolución de las tecnologías, ¿Cómo ha afectado en la elaboración de las fallas?
Ha salvado las fallas, en pocas palabras. Porque si lo que se planta hoy se tuviera que hacer como hace 50 años, no habría ni la décima parte de lo que hay.
Ha beneficiado a las fallas, a los artistas falleros en absoluto.
Cuando yo empecé fuerte en el mundo de las fallas, concretamente, cuando tuve que hacer una falla de primera o un especial, al principio tenía que hacerlo como se hacía antiguamente. Es decir, para elaborar una pieza grande o ninot se tenía que hacer con barro, luego se tenían que hacer los moldes, llenarlos de cartón… era un proceso larguísimo. Hoy la misma pieza la haces con corcho y te quita a lo mejor el 80 o el 70 por ciento de la faena. No es que sea mejor o peor es que ganas tiempo.
El único problema es que hay un concurso que está mal pagado. Por tanto, lo que recibes de los premios tampoco compensa el trabajo de todo el año.
 
A parte de la recompensa que supone que las comisiones cuenten con usted año tras año, ¿qué más diría que le ha regalado el mundo de las fallas?
Los trabajos que te salen bien son la mayor satisfacción. El gran disgusto es cuando crees que un trabajo lo has hecho bien y no ha dado el resultado que esperabas. Porque muchas veces no nos damos cuenta de nuestros errores.