El Museo de Arte Contemporáneo presenta La Belle Société de Magritte
El concejal de Cultura, Daniel Simón, la conservadora del MACA, Rosa Castells y la responsable de Colecciones y Exposiciones de Fundación Telefónica, Laura Fernández Orgaz, han presentado La Belle Société de René Magritte (1898-1967), de la colección Telefónica. El préstamo se enmarca en el proyecto "La pieza invitada", con el que se pretende acercar al público obras temporalmente cedidas por otras instituciones y que en el MACA adquieren un nuevo significado. Son presentadas como una exposición de una sola obra en relación con el contexto de la colección permanente.
La obra del artista belga se exhibe, desde hoy 11 de enero y hasta el 22 de mayo de 2017, junto a las piezas más relevantes de obras de la Colección de Arte del Siglo XX del MACA, como Kiki de Montparnasse de Pablo Gargallo, lienzos y esculturas de Julio González o compartiendo el espacio vanguardista entre los Miró, Juan Gris, Calder o Ángel Ferrant.
En La Belle Société, pintada por el artista poco antes de morir, superpone dos siluetas de un mismo personaje, pero sustituye la imagen de un hombre por contornos que contienen motivos naturales y paisajísticos; una vegetación tupida, y delante, un perfil idéntico de playa y horizonte.
La libertad y la expresividad de René Magritte
En 1927 René Magritte [Lessines, Hainaut, (Bélgica), 1898–Bruselas, (Bélgica),1967] se trasladó a París, donde entabló amistad con André Bretón y se convirtió en uno de los miembros más destacados del grupo surrealista. Sus composiciones se caracterizan por la yuxtaposición de objetos cotidianos en contextos inusuales, representados con una pintura depurada de colores claros y fondos planos. Esta obra recoge uno de sus motivos más célebres, el hombre tocado con un bombín y sin rostro, que a menudo ha sido interpretado como alter ego del propio Magritte. Aquí, la figura aparece duplicada y silueteada para alojar, respectivamente, un tupido follaje y un paisaje con el cielo y las nubes como protagonistas. Esta peculiar mezcla entre realidad y ficción produce una imagen desconcertante, característica del estilo del maestro belga.
Nacido en 1898, Magritte estudió en la Academia de Bellas Artes de Bruselas. Allí experimentó con el constructivismo y realizó sus primeras obras de juventud, relacionadas con el mundo de la, por entonces, incipiente publicidad. En los años veinte mostró interés por el fotomontaje y el collage, técnicas al servicio del juego y lo irracional. Son los años de esplendor del surrealismo, y, único pintor entre escritores, entró a formar parte del grupo surrealista belga junto a Camille Goemans, Mesens y Paul Nougé. En 1927 se instaló en París y allí se relacionó con André Breton, Paul Éluard y el grupo de los surrealistas franceses. Sin embargo, fue el pintor italiano Giorgio de Chirico quien más influencia ejerció sobre su manera de entender el cuadro, ese espacio irreal donde los objetos tienen la presencia misteriosa de lo metafísico, corriente tan próxima a lo surreal. En los años treinta afianzó su relación con el surrealismo y descubrió la metamorfosis como recurso que, en un juego visual tan inquietante como poético, transforma los objetos.
El interés por el lenguaje le llevó también a explorar la relación entre el contenido de las palabras y sus significantes y referentes visuales: Magritte cuestiona las asociaciones convencionales y provoca extrañeza donde normalmente no la había. Pone en entredicho el sentido común de la lógica e infunde un nuevo contenido a las formas, ya que los objetos no se representan a sí mismos. Claro ejemplo es la conocida obra de 1928-1929 La trahison des images, donde muestra la imagen de la célebre pipa con la frase "Ceci n'est pas une pipe" escrita debajo. Magritte apela a la fantasía del espectador para encontrar sentido al juego. Cambia también las relaciones de los objetos entre sí, los nombres que los designan, el espacio en el que se encuentran o la perspectiva y tamaño de los motivos.
En La Belle Société, pintada por el artista poco antes de morir, superpone dos siluetas de un mismo personaje pero sustituye la imagen de un hombre por contornos que contienen motivos naturales y paisajísticos; una vegetación tupida, y delante, un perfil idéntico de playa y horizonte. La siluetas actúan como si fuesen dos ventanas hacia la realidad exterior; quizás se observen entre ellos, quizás haya una perpetua conversación entre dos tipos de naturaleza diferente que no llegan a entrelazarse.
Lejos de sumirse en el automatismo de la corriente más libre del surrealismo y sin abandonar, sin embargo, el gusto por lo onírico o psicoanalítico, Magritte dibuja con una línea segura, limpia, casi simple, con formas sencillas en aras de la libertad y la expresividad del pensamiento. Magritte explicaba así su concepción de la pintura: "La imagen pintada es, de una parte, la descripción del mundo visible modificado por una manera de pensar, o bien por otra parte, la imagen pintada es la descripción del mundo visible comprendido de una manera espontánea".