El Cercle Instructiu Musical de Xirivella celebrará su centenario con el teatro renovado
Los documentos más antiguos del archivo atestiguan que fue en 1921 cuando un grupo de pioneros y entusiastas amantes de la música compraron los primeros instrumentos. Aquel impulso conllevó la creación del Cercle Instructiu Musical, el CIM de Xirivella. En torno al casino, el frontón y el teatro del CIM cuajó buena parte de la vida social, deportiva y cultural del municipio: tratos agrarios, partidos memorables, sesiones de baile, tertulias políticas, conciertos, funciones teatrales, actos falleros, representaciones del Altar de Miracles, etc. Ubicado en el corazón histórico, geográfico y emocional de Xirivella, el teatro del CIM ha cambiado durante un tiempo clarinetes y fagots por picos y mazas.
Tras la insonorización parcial del inmueble acometida en 2016 y la remodelación del hall de acceso en 2019, se trabaja ahora en un nuevo escenario. El proyecto comporta el derribo total de la escena actual y la construcción de un espacio más amplio y a una altura inferior. El futuro proscenio mejorará la visión del público, permitirá mayor amplitud y comodidad a los intérpretes y facilitará el acceso a personas con movilidad reducida. En la hoja de trabajo se incluye el uso de materiales ignífugos, así como la adecuación de la instalación eléctrica general. La última fase de renovación del teatro culminará con la insonorización total del local, la adaptación de los camerinos y la remodelación de los aseos.
“Como dijo el director Riccardo Muti en el concierto de Año Nuevo, la música es una misión”, recuerda Martín García, presidente del Cercle Instructiu. “Estamos convencidos de que la música mejora nuestra sociedad. Además, la declaración del CIM y las agrupaciones musicales como BIC (Bien de Interés Cultural) nos reconoce un papel esencial en el entramado cultural de la Comunidad Valenciana, y nos hace merecedores de una atención especial por parte de las administraciones públicas”, señala García.
El CIM cuenta hoy en día con unos 150 socios, 70 intérpretes y 200 alumnos. Pero son decenas de miles las personas que, durante este siglo, han abrazado su música y han disfrutado sus instalaciones. Cien años no son dos días y dan para mucho. Martín García invoca una anécdota conocida “no hace tanto” y que llegó al corazón de la sociedad musical. La historia del tío Pepe, abanderado del CIM e hijo de la familia que custodiaba el Casino allá por el año 1936. Las cosas de la guerra le llevaron a esconder la bandera de la agrupación en su casa mientras duró el conflicto. Acabados los tiros, la banda del CIM la sacó en pasacalle como símbolo de supervivencia. La música siempre sobrevive.