VIDEO | Joan Monléon regresa desde el más allá: “Sin conejo no es paella”
El icónico showman insiste en la importancia de incluir este ingrediente tan arraigado al recetario popular
La verdadera patria de cada persona tiene que ver con aquellos elementos cotidianos que considera propios e irrenunciables. Tal vez sean muy pequeños, pero por dentro se sienten muy grandes. Entre ellos se cuentan los rituales de los domingos, las comidas junto a los amigos y, en el caso de todos los valencianos, la receta tradicional de la paella. Un plato territorial con un valor cultural sin igual, que a menudo se ve amenazado por la alteración de los ingredientes clásicos. Tanto es así que Joan Monleón, icónico presentador de la televisión autonómica en los años 90, ha tenido que regresar del más allá para recordarnos que hay un elemento imprescindible en la elaboración de estos arroces: la carne de conejo. Un ingrediente que, en palabras de esta reconocible figura, “li dona tot el gustet a la paella”. Porque sin conejo, no es paella.
Detrás de la campaña para impulsar el consumo de esta carne tan arraigada al recetario tradicional, a la cocina de toda la vida y con valores nutricionales incomparables, se encuentra Intercun, organización interprofesional sin ánimo de lucro, que representa a productores y comercializadores del sector cunícola en toda España. Su objetivo es informar a los consumidores de los beneficios nutricionales, sin olvidar el componente del sabor, y a la vez recordar el valor sentimental que tiene en el recetario tradicional de toda la geografía española. Concretamente en el caso de Valencia, renunciar al conejo es renunciar a una parte de esa herencia ancestral, ya que generación tras generación, la paella se ha preparado valiéndose de esta carne. De ahí que se recurra a una figura como la de Monleón, tremendamente emotiva entre toda una generación, para subrayarlo.
El showman valenciano, que después de una dilatada carrera en la música, el cine y el teatro, logró gran popularidad en la televisión autonómica, dirigía un programa familiar de mucha audiencia, donde una de las atracciones predilectas era el sorteo de premios a través del juego de ‘La paella rusa’. Falleció en 2009, pero la IA permite recrear su figura bajando del cielo, para incidir en que #SinConejoNoEsPaella. Un lema de campaña al que se han sumado distintos artistas, prescriptores e influencers en sus redes sociales, así como los chefs más populares de la autonomía. Todos ellos concienciados con recuperar a los consumidores que han dejado de comer conejo, pero también con ganar a nuevos adeptos que vinculen esta carne al disfrute, los platos de siempre y los días en familia.
A fin de informar a todos los consumidores de la importancia de incluir la carne de conejo en la dieta, y por supuesto en platos clave como la paella, la campaña estará visible en las principales cadenas de gran distribución, así como en el canal minorista. Además, hasta el mes de julio, y en dichos establecimientos, los compradores jugarán de una forma particular a la icónica ‘paella rusa’. Tanto es así que, con la adquisición de este producto, entrarán en un sorteo para “guanyar 5.000 pessetes” y una paella para diez amigos.
Un consumo emocional y racional
España es el primer productor de carne de conejo de la UE y el cuarto del mundo, solo por detrás de China, Corea del Norte y Egipto. También por ello, la carne de conejo es un ingrediente identitario de la gastronomía española en sus distintas regiones. De un tiempo a esta parte, sin embargo, el consumo ha caído entre las nuevas generaciones, amenazando con un empobrecimiento del patrimonio cultural. Actualmente, sus ventas equivalen al 6% del consumo de carne de pollo, y el 65% de sus compradores se sitúa por encima de los 50 años. Por ello, Intercun se propone familiarizar a los más jóvenes con el sabor de este producto singular, vinculado a la tradición culinaria y emocional. Y hace especial hincapié Valencia, una de las zonas de mayor consumo dentro de España, donde la carne se encuentra especialmente disponible en los meses de verano.
Como venimos diciendo, el consumo de conejo está muy ligado a los platos regionales y a la cultura gastronómica tradicional. Solo hay que pensar en el conejo a la riojana, a la vizcaína, al chilindrón (Navarra), a la llauna (Cataluña) o al salmorejo (Aragón y Canarias). Cada región tiene su propia idea heredada, y entre ellas, la paella valenciana de pollo y conejo es un plato icónico a escala internacional, aunque encontremos adaptaciones un tanto esperpénticas a lo ancho y largo del mundo. Sin conejo no hay paella, porque su intenso sabor es insustituible para quien sabe apreciarlo, y de ahí que sea una carne ampliamente trabajada en la alta cocina, con consideración de producto gourmet. A la vez, resulta fácil de cocinar en el marco del hogar, gracias a los nuevos cortes y formatos.
Nos encontramos ante una carne blanca de excelente calidad nutricional, puesto que tiene gran cantidad de proteínas de alto valor biológico y bajos niveles de grasa, calorías, ácido úrico, purinas o sodio. Pero según las encuestas, los motivos de consumo siguen siendo “el sabor” y “el placer”, sin tener en cuenta que constituye la carne más nutritiva de ‘las 6 grandes’. Por último, cabe incidir en que la carne de conejo es una carne de fogones, cuyo consumo es considerablemente más potente en las zonas de alta cultura gastronómica. No en vano, su mercado fundamental es la mitad Norte de España, que también es la mitad con más concentración de Estrellas Michelin. Al margen de la alta cocina, su importancia dentro de la gastronomía popular tiene que ver con el amor ancestral por el buen comer. Habla del placer de cocinar con tiempo y esmero.
Sin conejo no es paella. Pero sin conejo, tampoco son muchas otras cosas. Estamos ante la carne más sabrosa de las saludables, y la más saludable de las sabrosas. Un alimento que se disfruta allá donde se cocina con cariño y que reporta un sabor único a los platos. Producto singular culinario que nos hace ser quienes somos y perpetuar un legado. Ha tenido que venir Joan Monleón a recordárnoslo, pero en el fondo, ya lo sabíamos.