VALENCIA | FALLAS

Els vestidors de la Geperudeta

LAURA HERRERAS - 18/03/2019
Els vestidors de la Geperudeta

Quién diría que aquellas Clavariesas que en 1941 depositaron ramos de flores a la Virgen en la Basílica, darían origen a una tradición que se ha convertido en uno de los actos más emotivos y arraigados de las fallas de Valencia. La Ofrenda ha evolucionado mucho desde entonces: 100.000 personas, 60.000 ramos, 400 comisiones y casi veinte horas de paso, son las cifras del homenaje mas sentido a la patrona de los valencianos.

Pero aunque todo cambia, el sentimiento sigue siendo el mismo. Y uno de los que mejor lo conoce es Pepe García, con medio siglo “vistiendo” a la Geperudeta y más de cuarenta años locutando las ofrendas: “No hay nada como ver la cara de una criatura cuando entra en la plaza por primera vez y se encuentra con la gran imagen de la Mare de Déu y se le ponen los ojos como platos, no se puede explicar con palabras. O las madres que vienen a ofrecer a sus hijos a la Virgen con esa emoción que no pueden contener, como tampoco pueden hacerlo los hombres que le tiran una rosa o le guiñan un ojo. Estar aquí es realmente una labor impagable y una suerte”.

Es lo que se conoce como Llumenà, leyenda que gira en torno a la Ofrenda y que intenta poner nombre a un fenómeno que viven muchos falleros al entrar en la plaza de la Virgen y toparse con la imagen: “Es el momento en el que entras en la plaza, ves la imagen y pasa toda tu vida por delante, a todos les cambia el semblante”, explica Pepe.

Son muchos años y muchas personas viendo pasar. Pepe es la primera de las tres generaciones de vestidors que se dedica a esta labor con gran devoción. Que por cierto, la palabra “vestidors” la acuñó él mismo para ponerle nombre a ese oficio tan particular de “vestir” a la Geperudeta. Una gran aportación a la historia de la Ofrenda, como también la incorporación de las mujeres a la locución de la misma, algo que impulsó Pepe hace tres años.

Hoy en día hay unos cuarenta vestidors de todas las edades, desde los más jovencitos, con 16 años, hasta los mas mayores, algunos incluso jubilados. “Estoy todo el año esperando a que llegue este momento, recuerdo la primera vez que pude estar aquí dentro y solo de pensarlo se me pone la piel de gallina. Además, estamos toda la familia, es algo muy bonito”, nos cuenta Ana Valero, que con veinte años lleva ya cinco a sus espaldas vistiendo a la imagen de la Virgen.

Su tío, Rafa Jordà, fue uno de los primeros que empezó la tradición -hace ya cuatro décadas- de la mano de la familia Llorca: “Da igual que sean cuarenta años que cuarenta semanas, el sentimiento y el honor es el mismo… ¡o incluso más!”, asegura emocionado Rafa, que se encarga además de coordinar al equipo: “Son gente muy válida, que lo hace con mucha entrega y corazón”.

La imagen actual, de 15 metros de altura y construida con travesaños de madera, fue instalada por primera vez en la Plaza de la Virgen en 1987: “Se pensó en todo. Los listones, por ejemplo, tienen tres dedos entre ellos para que quepa un ramo de flor”, explica Pepe García.

Otra curiosidad es que al principio el manto no tenía dibujo, cada falla daba el ramo que quería, “pero el espíritu de renovación nos ha hecho ir innovando cada año”. De hecho, hoy en día el dibujo del manto es uno de los secretos mejor guardados de la Ofrenda, hasta el punto de que ni siquiera los vestidors lo saben hasta unos días antes.

Nuevas costumbres que en unos años se convertirán en tradiciones. Por ejemplo, este año junto a la imagen de la Virgen se ha colocado una imagen de San José, propiedad de Junta Central Fallera, que fue restaurada por petición de Pepe: “Le he pedido a mi nieto de quince años y vestidor desde el año pasado, que a partir de ahora será él el encargado de que se le ofrezcan flores a la imagen. Así se acordará toda la vida cuando yo no esté. Es mi legado a la Ofrenda”, reconoce emocionado Pepe.

Y mientras este reportaje ha sido escrito, cientos de valencianos están “vistiendo” a su patrona para que luzca bien bonita en unas horas. Todo esto no sería posible sin la entregada y emocionante labor de sus vestidors.

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