Una valenciana recorre 7.000 kilómetros para reencontrarse con la Mare de Déu en la Ofrenda
Irene Parrilla viaja cada año desde Canadá para reencontrarse con sus raíces: “Miro a la Virgen mientras le entrego el ramo y doy las gracias por poder estar aquí un año más”
Como es cada vez más habitual, muchos jóvenes salen de España para estudiar y trabajar. Este es el caso de Irene Parrilla, una valenciana de 30 años que vive en Canadá desde 2018, pero que a pesar de la distancia cada año recorre más de 7.000 kilómetros para disfrutar de las Fallas con sus amigos y familia, de la Falla Ausiàs March- Na Rovella.
El ambiente fallero, la emoción al entregar el ramo de flores a la Virgen de los Desamparados en la Ofrenda y volver a sus raíces, son algunos de los motivos por los que Irene y miles de valencianos durante estos días se han subido a un avión sin dudarlo. “Lo que más me gusta de las Fallas es que nos reúne a todos de nuevo, para mí eso es lo más bonito. Me encanta lo que representan las Fallas, vivir en la calle esa semana y convivir con mis amigos. Es mi manera de conectar otra vez con mi gente de aquí”.
A pesar del innegable ambiente festivo que se respira estos días en las calles, y que atrae a miles de valencianos como Irene, la Ofrenda también es un motivo por el que no se pierden esta fecha tan importante de la ciudad del Turia. “La Ofrenda siempre ha sido un momento importante y representativo de la fiesta. Como no estoy en Valencia durante todo el año, el año que puedo venir y pasar por la ofrenda, es un regalo. Yo miro a la Virgen mientras le entrego el ramo y doy las gracias por poder estar aquí un año más”.
Aunque algunos valencianos descubren su pasión por esta fiesta cuando son mayores, en la mayoría de los casos y en concreto en el de Irene, han vivido de cerca desde una temprana edad todo lo que envuelve a esta fiesta, creando de esta manera un sentimiento que la distancia no puede romper. “He sido fallera desde que era pequeña, desde los 7 años, siempre me ha encantado vestirme. A pesar de que mis padres no son ninguno valencianos, me inscribieron en la falla desde que era pequeña y ahí hice mi grupo de amigas. Desde hace unos años siempre vengo en Fallas porque es el punto de unión para mí ahora, ya que mi grupo de amigas cada una vive en un lugar, pero todo el mundo vuelve en Fallas”.
En este sentido, a pesar de que Irene ha vivido en diferentes países como Irlanda, Australia y Canadá, “no he visto ninguna fiesta que se pueda comparar a las Fallas”, y es que, “que se planten monumentos en las calles, se cierren las calles durante una semana entera, se conviva con la gente del barrio y de tu falla las 24 horas durante cinco días, la verdad es que eso no lo he visto en otro lugar y es algo que nos caracteriza”.
La historia de una valenciana en Canadá
Irene se mudó a Canadá en noviembre de 2018, con un visado que permitía trabajar durante un año, “con cero expectativas” y con la idea de luego viajar por América Latina, pero eso nunca sucedió porque “me enamoré de Canadá y del trabajo que encontré”. La valenciana experimentó por primera vez la sensación de estar fuera de su país cuando se fue a Irlanda de Erasmus, en tercero de carrera, y “ahí descubrí que quería ver mucho más mundo. Quería conocer más gente, lugares y otras culturas”.
Aunque ahora su lugar de residencia es Canadá, en concreto Vancouver, antes estuvo un año en Australia, y ahí descubrió que quería volver a vivir esta experiencia, pero esta vez en Canadá, donde empezó a trabajar en una agencia de estudiantes. “Me enamoré de lo que hacía porque era muy similar a lo que yo había hecho yéndome a Australia. Vi la oportunidad de ayudar a otra gente, como a mí me habían ayudado, y uno de los motivos principales por los que me quedé en Canadá es que era la primera vez que me gustaba mi trabajo”. Tras muchos trámites y procesos, consiguió tras tres años, obtener la residencia permanente en Canadá y ahora tras cinco años ya tiene el pasaporte.
No obstante, a pesar de que miles de valencianos han encontrado una salida y una nueva vida lejos de sus casas, hay algo que es indudable, el arraigo que siempre tendrán a sus raíces y el fuerte sentimiento por las tradiciones y la cultura de su ciudad, que siempre les obliga a volver durante unos días al año.