La penalista Elena Íñigo asegura que la ley de libertad sexual es “muy paternalista con la mujer”; la trata “como una alienada”
La profesora de la Universidad de Navarra afirma que la normativa de Igualdad “hace doctrina social con el derecho penal”
Detrás de la ley está la concepción de la mujer como una “pobre víctima” que, en realidad, no acepta libremente mantener una relación sexual, aunque crea que sí”
La Cátedra de la Mujer de la Universidad Católica de Valencia (UCV) celebró una jornada reciente en la que expertos de distintas áreas y universidades revisaron las consecuencias de las polémicas leyes del Ministerio de Igualdad, conocidas como ‘ley del solo sí es sí’ y ‘ley trans’. Entre estos especialistas estuvo Elena Iñigo, profesora de Derecho Penal en la Universidad de Navarra (UNAV). Según Íñigo, la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual es “muy paternalista con la mujer”; la trata “como una alienada”.
En opinión de Íñigo, la ley pretende “cambiar las relaciones entre el hombre y la mujer”; o lo que es lo mismo: la legislación del Ministerio de Igualdad “hace doctrina social con el derecho penal”. En la exposición de motivos de la propia ley se habla de que “todas las mujeres están sometidas por el heteropatriarcado y que esto ha generado un sesgo que hace que, en realidad, las mujeres no consientan libremente a las relaciones sexuales. Sólo algunas, las mujeres empoderadas, son capaces de decir que sí con auténtica libertad. Estas ideólogas conciben a la mujer como una pobre víctima con una serie de estereotipos adquiridos que perpetua sin darse cuenta”.
“Según esta concepción, la mujer no es libre, aunque crea que sí lo es. Entonces, esta ley presume de entrada que la mujer no tiene libertad y sólo si consiente de una manera expresa, verbal y clara, se anula esa presunción. De lo contrario, la presunción absoluta, independientemente del contexto, es que hay hecho delictivo. Sin ese “sí” explícito, toda relación sexual es criminalizable”, indica.
Para Íñigo “es cierto que el derecho penal debe adaptarse a la sociedad, pero en este caso la pretensión es ir por delante. Pero quienes han ideado esta normativa demuestran que no entienden cómo funcionan las relaciones sexuales y las relaciones humanas, en general. Como han llegado a unas conclusiones sin hacer un estudio de campo previo, la ley que han redactado está fuera de la realidad. Por eso, luego es complicadísimo aplicarla en un juzgado. La realidad es muy cabezona”.
“Por otro lado, aquí entra también la cuestión del paternalismo estatal. Es algo común en la izquierda: decir a la gente lo que debe pensar, decir y hacer, porque el ciudadano está alienado, así que hay que ayudarle. Eso sucedía y sucede en las sociedades comunistas. Sin embargo, estos mismos grupos políticos, los que conforman el actual Gobierno, sí creen en la voluntad absoluta de la persona en otros asuntos, como sucede con la eutanasia, el aborto o la transexualidad. Nadie tiene que decirle a nadie lo que debe hacer, excepto en las relaciones sexuales. Ahí sí. Es una gran contradicción”, asevera.
“La ley criminaliza al hombre; presume de entrada que en una relación sexual este se aprovecha de la mujer”
La profesora de la UNAV pone la ley del sólo sí es sí frente al espejo de la legislación anterior: “Antes se presumía que el individuo tiene libertad sexual, que controla ese bien jurídico suyo. El derecho penal estaba para actuar frente a la lesión de esa libertad, normalmente, por coerción de la libertad, ya sea a través del engaño (el médico que miente a su paciente sobre la necesidad de ciertos tocamientos para la terapia), la intimidación o la violencia. Esta nueva ley supone un cambio de paradigma, donde, además, se criminaliza al hombre, pues siempre existe la presunción de que en una relación sexual se está aprovechando de la mujer, hasta que se demuestre lo contrario”.
“Defienden esta ley diciendo que con ella la mujer que ha sido agredida no tiene que demostrar el engaño, la violencia o la intimidación, como decíamos antes, y así se condena a agresores que, de otro modo, quedarían en libertad. Pero el fin no justifica los medios. Esta nueva legislación supone revertir el procedimiento judicial”, aduce.
Según Íñigo, “es duro, por supuesto, para la víctima, no poder probar una agresión sexual que ha sucedido, pero en nuestro ordenamiento jurídico, y en el del resto de países occidentales, debe probarse la culpabilidad, no la inocencia. Que el acusado pruebe que no es culpable resulta casi siempre imposible. La gente no va por ahí con contratos de relaciones sexuales o graba audios en los que se manifieste el consentimiento”.
“Si tiras un muro maestro y la casa se te cae encima, la culpa no es del arquitecto, la culpa es tuya”
Del mismo modo, la penalista navarra afirma que el cambio de la ley de libertad sexual en abril respecto de su redacción en octubre de 2022 ha convertido la ley “en un híbrido entre el sistema de la ministra Irene Montero y el anterior, y eso es un jaleo enorme, porque son incompatibles. En el nuevo lo relevante es el consentimiento y en el clásico, descubrir si ha habido engaño, intimidación o violencia. Por eso, los jueces van a hacer lo que puedan. De todos modos, gracias a este apaño los jueces pueden aplicar el sistema clásico, de modo que las cosas, de facto, van a cambiar, aunque un nuevo Gobierno tras las elecciones no eliminase de la ley el cambio de paradigma del consentimiento”.
“No hay ni un solo jurista que se crea el argumento de Igualdad de que las excarcelaciones y reducciones de condena las hayan dictado jueces machistas. Ni uno. Si tiras un muro maestro y la casa se te cae encima, no es culpa del arquitecto, la culpa es tuya. Se trata de una cuestión puramente técnica. Por eso, antes de la aprobación de la ley, tanto el CGPJ como los juristas a los que el Gobierno pidió informes habían avisado de que esto sucedería. Eso es lo grave”, remarca.
Para Íñigo, las ideas que hay detrás de la ley del sólo sí es sí parten “de un planteamiento vital negativo, donde la sociedad es un desastre, todo está mal y nos vamos a ir al garete. Por supuesto que el proletariado ha estado sometido y que la mujer ha sido oprimida en el pasado. Al principio de casarse, mi abuela no podía ir a comprar sin el permiso de mi abuelo, por ejemplo. Pero eso no significa que se haya dado una opresión absoluta y general, sino sólo en unos aspectos concretos”.
“Entender que todo en la historia de la humanidad ha sido negativo para la mujer, que no ha tenido ningún papel social hasta ahora, es desconocer la realidad. En ese sentido, los extremos siempre suelen mentir: no es verdad que la mujer haya estado absolutamente oprimida ni que haya sido totalmente libre. Las posturas del feminismo más radical son brutalmente contrarias al hombre y el problema es que Irene Montero y su equipo beben de esas fuentes”, subraya.