El Museo Fallero de Valencia cumple medio siglo de vida reinventándose para el futuro
La pandemia también ha golpeado duramente esta institución que ha tenido que adaptarse a las circunstancias del momento
El Museo Fallero de Valencia celebra su 50 aniversario en medio de una pandemia que ha sacudido a toda la sociedad y, especialmente, al mundo fallero, ya que el año pasado irrumpió y se decretó el estado de alarma en plenas fiestas falleras. A igual que las Fallas, su museo ha sido muy castigado por esta dura pandemia que aún sigue en la sociedad valenciana después de casi un mes y medio de su irrupción en la misma.
A pesar de la situación sanitaria, el Museo Fallero se ha adaptado a esta nueva situación y normativa para poder seguir adelante con su labor museística de exposición de ninots, cartelería y documentos relacionados con el mundo de las fallas.
Su director, Gil Manuel Hernández Martí, cuenta a elperiodic.com que la parte principal del Museo Fallero consta de los ninots indultados, aunque también expone cartelería y documentos falleros. “Se han recopilado ninots de monumentos falleros grandes desde 1934 y a partir de 1963 también de fallas infantiles”, declara el director de la institución fallera. No fue hasta 1971 que se trasladaron todos los ninots a un mismo punto, el antiguo convento de San Vicente de Paúl, ya que estas figuras no tenían lugar fijo e iban rotando de ubicación. Pero a pesar de establecerse en este lugar, el convento no estaba adaptado para acoger una exposición como esta. La gran reforma del edificio se realiza en 1996, diferenciando la panta primera como el propio museo y acondicionada para ello y el resto de plantas son las sedes de la Junta Central Fallera.
“Este museo ha ido evolucionado con el tiempo poco a poco”, cuenta su director. En el año 2000 se produce la catalogación de todas las piezas que integran el museo y años más tarde se homologa el museo fallero como tal. También se realiza una serie de reformas en las salas, se realizan exposiciones temporales, se implanta la figura del director y se integra dentro de la Red de Museos Falleros Valencianos. También, comienza a tener presencia en las redes sociales y tiene mayor proyección turística hasta como se conoce en la actualidad. La última reestructuración se hizo hace unas dos semanas.
“Queremos que el museo tenga una concepción dinámica, visitas tematizadas para convertirlo en un museo dinámico e implicado en la ciudad y en las fallas”, especifica Gil Manuel Hernández.
El director explica que no necesariamente los ninots que se encuentran en el museo representan la sociedad o la sátira fallera como los monumentos. “Hasta los años 80, los ninots sí que tenían un componente satírico que se identificaba con el conjunto de la falla, pero a partir de esa fecha son más atemporales, caracterizados por una idealización del pasado tradicional. Es el momento en el que empiezan a proliferar las figuras de los abuelos, niños y animales en composiciones atemporales. Dejan de ser críticos para pasar a ser nostálgicos”, expone Gil Manuel Martínez. “Antes los ninots tenían esa doble coherencia: por una parte con la falla y, por otra, con la sociedad”, puntualiza el director del museo.
Desde la inauguración del museo hace medio siglo, se han expuesto al público todos los ninots indultados que conserva la institución. “Quiero lanzar una idea polémica y rompedora, pero necesaria, ya que el museo fallero tiene unas limitaciones físicas y cada vez se presentan más dificultades para su exposición, aunque se ampliara, porque dentro de unos cuantos años pasaría la misma problemática. Por lo tanto, mi idea es que no es necesario que se exponga todos los ninots, ya que como museo no tiene por qué exponer todos sus fondos. Crear la idea de que no todos los ninots pueden estar expuestos, sí que estarán la gran mayoría, y establecer un sistema de rotación. Pero habrá que concienciar, sobre todo, al mundo fallero que es muy celoso de los ninots para que entiendan que desde una perspectiva de museología científica es lícito que no todo se exponga”, anuncia Gil Manuel Hernández.
La pandemia también ha pasado factura a este museo de arte salvado de quemarse de las llamas, ya que las visitas al mismo se han visto reducidas. Desde que se declararon las fallas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, la afluencia de visitantes ha ido en aumento debido a este reconocimiento internacional, pero la pandemia las paralizó. “Las visitas al museo fallero se vieron reducidas a unas 20.000 cuando se solían realizar unas 124.000 visitas anuales”, dictamina el director Hernández Martí. Como todos los museos, se han reinventado realizando reformas internas, visitas virtuales y se han adaptado a la normativa para garantizar la seguridad de sus visitantes.
Debido al 50 aniversario y a esa finalidad de acercar el museo fallero a la sociedad se han realizado a lo largo de este año varias actividades y exposiciones, que aún siguen programadas en los meses siguientes para continuar con este dinamismo.