Escif convierte la Sala Dormitori del Centre del Carme en un lienzo tridimensional con trazos en el aire
El artista urbano presenta ‘¿Qué pasa con los insectos después de la guerra?’, una exposición que conecta con la falla municipal 2020 que él mismo ha diseñado
El artista urbano Escif ha convertido la Sala Dormitori del Centre del Carme en un lienzo tridimensional. Trazos suspendidos en el aire y esculturas móviles conducen a reflexionar, según el creador, sobre la idea de impermanencia, de que todo está en movimiento, de lo efímero. Una idea que conecta con la falla municipal de València, que se podrá ver este 2020 en la plaza del Ayuntamiento, obra también de Escif junto a Manolo Martín y José Ramón Espuig.
El Centre del Carme Cultura Contemporània une de nuevo Fallas y arte contemporáneo con la exposición de Escif, ‘¿Qué pasa con los insectos después de la guerra?’, que se podrá ver hasta el 26 de abril.
El director del Centre del Carme, José Luis Pérez Pont, y el concejal de Cultura Festiva del Ayuntamiento de València, Pere Fuset, han presentado la muestra acompañados por la comisaria, Teresa Juan, y el artista, Escif.
Pérez Pont ha alabado el trabajo de Escif, con una propuesta “que demuestra las infinitas posibilidades de fusionar la creación contemporánea y las Fallas. Uniendo tradición, arte y tecnología, Escif ha creado un dispositivo que activa y que remueve conciencias en base a nuestra capacidad de creación y de destrucción”.
El director del Centre del Carme ha destacado, asimismo, el gran número de personas que han participado en el proyecto. “En este concierto ruidoso que el artista ha creado para este espacio, él es el director sin cuya banda no resuena la obra: el conjunto de personas que la han hecho posible, desde las piezas de Manolo Martín hasta los trazos suspendidos en el aire, inspirados en los trabajos de los niños que participaron en su taller”.
Por su parte, Pere Fuset ha recordado que “la mayoría de las candidaturas presentadas para la falla municipal de 2020 apostaron por la multidisciplinariedad, por esta simbiosis con el arte urbano”, y ha señalado que “una de las cosas más significativas de los últimos años es que estas fallas hechas por los artistas falleros con la colaboración de otros artistas urbanos generan un recorrido entre la falla y el museo, y ha agradecido al Centre del Carme el haberse abierto a la fiesta de las Fallas, por reconocer que las Fallas son arte y crearse ese diálogo”.
La exposición se articula mediante dos espacios, en la Sala Dormitori, compuesta por las esculturas y los grandes trazos, además de las propuestas audiovisuales sobre entornos en conflicto como Gaza y Alepo y el mural exterior en la pared que da a la calle de la Blanqueria.
La comisaria de la muestra ha señalado que “el conjunto de esculturas de jardín son en sí mismas la representación de los iconos occidentales, de la cultura hegemónica, y funcionan como símbolos de poder. Estas esculturas rotan sobre sí mismas, respondiendo a patrones que establecemos en base a las tasas de natalidad de la Franja de Gaza”.
‘¿Qué pasa con los insectos después de la guerra?’ parte de la capacidad de la humanidad para avanzar en base a ese movimiento que generan la pulsión de creación y la pulsión de destrucción. Esta dualidad aparece representada en la muestra a través de diversas referencias y personajes históricos como en la pieza mural ‘Fantasía floral’.
Movido por el deseo de probar de primera mano el nacimiento de la pintura, Francisco Franco, en un momento de soledad, cogió los pinceles del pintor que estaba realizándole un retrato para pintar las flores de su jardín dando lugar, con una destreza inesperada, a lo que sería su primera pintura. Este mural expone, tras una exhaustiva investigación, los referentes reales que inspiraron al dictador en su obra fundacional.
La exposición muestra, desde el romanticismo inquieto de un jardín mecánico, el diálogo entre pulsiones de creación y pulsiones de destrucción que subyace a todas las propuestas de mundo. Desde el relato de la guerra, Escif articula un concierto ruidoso en el centro de un espacio de silencio que señala que, a pesar de todo, es posible seguir naciendo.
La sonora propuesta se nutre de datos, documentos y volúmenes escultóricos que van desde la expresión de más intensa elaboración, como las esculturas de jardín que se mueven a modo de máquinas de guerra, hasta la expresión más esencial de todas: trazos brutales, gestos intuitivos que provienen de la dualidad creativa de los niños, capaces, en un periodo muy corto de tiempo, de articular inmediatamente y de forma inconsciente una propuesta de mundo distinta a la encontrada.
Desde afuera, desde la pieza mural, y replicando el constante discurso dual, las flores pintadas se erigen como una respuesta a las preguntas de dentro, no olvidando que ahí fuera, los insectos, como primer eslabón del equilibrio biológico, son capaces de seguir y dar espacio a la flor, incluso en un mundo que amanece con la ternura arrasada.
¿Dónde están las flores? Theodor Adorno afirmó que no era posible escribir poesía después de Auschwitz, y Paul Celan, el poeta alemán de origen judío rumano de la segunda posguerra, lo hizo: “Éramos / manos / vaciamos las tinieblas, encontramos / la palabra que remontó el verano: / flor”. Una flor se ofrece de alimento al insecto y es un filo, y es un detonante, contiene en sí misma una propuesta de mundo que hibrida, en una sucesión natural, pulsiones de destrucción y creación, y al contemplarla se sabe que, en palabras de Alejandra Pizarnik, la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.
Así, en este concierto/lienzo tridimensional, la partitura se interpreta a varias voces, a modo de canon, y es un fraseo despojado de dirección moral que apunta que, a cada momento, es posible otro mundo, es posible otra belleza, porque, en palabras de Nietszche, “Dios ha muerto, ha nacido el superhombre”. Marlene Dietrich le cantaba a las tropas norteamericanas durante la Segunda Guerra Mundial: “Where have all the flowers gone?”. En este concierto, Franco y Hitler pintaron paisajes y flores. Y siguen naciendo niños en Gaza. Y siguen naciendo niños en Alepo. La posibilidad de una flor, es decir, la posibilidad de un alumbramiento, articula esta música mecánica inesperada. Una incómoda canción de guerra entre el dentro y el afuera, entre la creación y la destrucción que desvela lo más bello y salvaje: es posible seguir naciendo.