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Los documentales de Aleksandr Sokurov, el gran cineasta ruso de nuestros días, en el IVAC-La Filmoteca

Los documentales de Aleksandr Sokurov, el gran cineasta ruso de nuestros días, en el IVAC-La Filmoteca
  • Aunque poco conocida por el gran público, la filmografía de Sokurov es una de las más sugerentes y personales de las últimas décadas

  • Las proyecciones tendrán lugar entre hoy y el 19 de junio

  • Próximamente una segunda parte con las obras de ficción completará la retrospectiva del cineasta

Hoy comienza en el IVAC-La Filmoteca un ciclo que se aproxima a la faceta como documentalista de Aleksandr Sokurov, sin duda el cineasta ruso más destacado de la actualidad. Es ésta la primera parte de una exhaustiva retrospectiva del director, que también ofrecerá próximamente sus películas de ficción.

A pesar de ser un habitual de los festivales de cine más prestigiosos del mundo y de que la crítica es unánime a la hora de señalarlo como uno de los cineastas contemporáneos más arriesgados e innovadores, en España sólo han llegado a estrenarse dos de sus largometrajes de ficción, El arca rusa y Alexandra. Todos los documentales del ciclo que ofrece a partir de mañana la Filmoteca permanecen inéditos en nuestro país.

Es una buena oportunidad para conocer la obra de este cineasta, que lleva treinta años detrás de la cámara, en una incesante búsqueda de nuevas formas de lenguaje cinematográfico. Sus obras, construidas desde una mirada absolutamente personal, se mueven entre el documental y la ficción, bajo la forma de ensayos fílmicos desbordantes de lirismo. Tal es el caso de su serie de “Elegías” –nueve hasta el momento–, definidas por Sokurov como “un responso, una canto para recordar a alguien que ha desaparecido, una celebración en honor de esa persona que ya no está con nosotros." Entre estos poemas fílmicos que se apartan de la convencional forma de entender el documental destacan Maria (Elegía campesina), Elegía de San Petersburgo y Elegía de Moscú. Tributos a una campesina rusa, al cante de ópera Ivánovich Chaliapin y al cineasta Andrei Tarkovski, respectivamente, estas elegías, como toda la filmografía de Sokurov, son también reflexiones sobre las relaciones entre pasado y presente, así como intentos de radiografiar el alma humana.

Elegía de Moscú pretendía ser un regalo para Tarkovski por su cincuenta cumpleaños pero se convirtió, primero por las prohibiciones del régimen soviético y luego por la prematura muerte de Tarkovski, en un nostálgico documental póstumo. Sokurov conoció a Tarkovski durante sus años en la VGIK, la escuela de cine de Moscú, donde Tarkovski se convirtió en una influencia fundamental, además de un gran apoyo para la carrera de Sokurov, incluso desde el exilio. Al igual que su mentor, Sokurov fue tildado de “formalista” y “activista antisoviético”. Algunas de sus películas tuvieron problemas con la censura y no pudieron verse en la URSS hasta mucho tiempo después de haber sido realizadas.

Esas acusaciones de formalismo y esteticismo surgieron tal vez del enorme interés de Sokurov por conectar con otras artes. No sólo mediante su forma de trabajar el encuadre de forma pictórica y su expresivo trabajo con el sonido, sino a través de películas cuyo tema principal es el arte, ya sea la pintura (Hubert Robert. Una vida afortunada, Elegía de un viaje), la literatura (Diálogos con Solzhenitsyn, Dolce) o la música (Elegía, Elegía de San Petersburgo, Sonata para viola. Dmitri Shostakovich y Diario de San Petersburgo. Mozart. Réquiem).

El ciclo, realizado en colaboración con la Filmoteca de Catalunya, incluye, además de éstos y otros filmes, la monumental Voces espirituales, un impresionante diario personal en el que Sokurov muestra los tiempos muertos y las batallas de los militares rusos en la frontera afgana. Un claro ejemplo de esa experiencia audiovisual que es su cine, definido por la historiadora Maria João Madeira, como “un canto de melancólicos lamentos”.

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