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Crisis climática, sequías e inundaciones: con el agua al cuello

Crisis climática, sequías e inundaciones: con el agua al cuello
  • Manos Unidas constata en Nairobi, Kenia, la devastación que han dejado las lluvias torrenciales

  • De Río Grande del Sur, Brasil, nos llegan testimonios no menos dramáticos ya que el río ha crecido hasta 5,33 metros

  • En algunas zonas de India las temperaturas han alcanzado los 47 grados, arrasando con los cultivos de la población

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Crisis climática, sequías e inundaciones: con el agua al cuello - (foto 2)

Los últimos cincuenta años han sido testigos de una serie de catástrofes humanas y económicas, de las cuales la mitad están vinculadas al agua y al clima. Estas adversidades, que incluyen sequías, tormentas e inundaciones, han impactado de forma negativa en todo el mundo, cobrándose la vida de cerca de 1,3 millones de personas, según la Organización Mundial de Meteorología.

La crisis climática está amplificando la frecuencia y la gravedad de las catástrofes relacionadas con el agua. Estas emergencias plantean una seria amenaza para comunidades de todo el planeta. La falta de acceso al agua potable y al saneamiento sigue siendo una preocupación significativa, especialmente en África, donde millones de personas están en riesgo.

Y, justamente, los cientos de miles de personas afectadas por estos desastres pertenecen a los sectores más vulnerables de la población que, a su vez, son quienes más sufren las consecuencias de la crisis climática y los que menos recursos tienen para hacerle frente.

Una tragedia anunciada

En Río Grande del Sur, Brasil, a principios de mayo se registró un récord histórico de 5,33 metros de crecida del río debido a las intensas precipitaciones. Desde entonces, cerca de 80.000 personas permanecen en refugios. Las inundaciones han provocado cientos de muertes, desaparecidos y pérdidas millonarias.

María Ángeles Riserio, coordinadora nacional de pedagogía de Fe y Alegría, socio local de Manos Unidas en la zona, afirma que “en Brasil estamos viviendo una tragedia causada precisamente por el cambio climático y el desprecio de los códigos medioambientales debido a intereses puramente empresariales”.

Riserio afirma que “esto afecta especialmente a los más pobres ya que ellos son los primeros en perderlo absolutamente todo. En el estado de Río Grande del Sur la confluencia de varios fenómenos climáticos y mucha lluvia, con muchos ríos desbordados (siete que desembocan en la ciudad de Porto Alegre) hizo que casi 250 municipios quedaran sumergidos”, explica.

“Muchas personas han muerto y muchas familias lo han perdido todo. En la propia ciudad de Porto Alegre, los barrios quedaron sumergidos. La situación es muy grave. Es una tragedia muy grande porque hay pérdida de vidas y también pérdida de producción, pérdida agrícola, muchas cosas de las que el Estado tendrá que recuperarse y que costarán mucho”, añade la coordinadora nacional de pedagogía de Fe y Alegría. Según Riseiro, cuando no respetamos la naturaleza, ni los códigos ambientales de las ciudades, ni la legislación, ocurren estas tragedias.

Comunidades destruidas

Luis Ventura, del Consejo Indígena Misionero de Brasil (CIMI), socio local de Manos Unidas, alerta de la extrema gravedad de la situación. “De 487 municipios de Río Grande del Sur, 460 han sido afectados. Barrios y ciudades enteras quedaron bajo las aguas y muchas de ellas no podrán ser reconstruidas. Las vías de acceso (carreteras) están destruidas, lo que dificulta la llegada de ayuda”.

“Además, añade Ventura, más de 80 comunidades indígenas resultaron afectadas. Algunas de ellas porque fueron destruidas por la fuerza de las aguas, otras porque quedaron aisladas, con la tierra encharcada y sin acceso a alimentos. Desde el CIMI se articula, desde el primer día, ayuda de emergencia junto a organizaciones indígenas locales y otros aliados. Muchas de las comunidades van a tener que reconstruir sus comunidades en otros lugares, lo que se torna complicado porque la mayor parte de sus territorios no están demarcados y, los que están, fueron demarcados en territorios muy pequeños”, lamenta Ventura.

Toque de queda en India

A la espera de la temporada de monzón, que en los últimos años ha causado grandes inundaciones en muchos estados de India, la población del país asiático se está enfrentando a un aumento alarmante de las temperaturas.

“La ola de calor extrema que afecta, sobre todo, al centro y norte de India, está teniendo un impacto significativo en su agricultura, especialmente en la producción de trigo. Las altas temperaturas, que han llegado a superar los 47ºC y se espera que sigan subiendo, están causando estrés térmico en los cultivos y reduciendo significativamente los rendimientos agrícolas”, explica Ramón Álvarez, coordinador de Proyectos en Asia de Manos Unidas.

Y es que, continúa, “el aumento de las temperaturas ha provocado también la escasez de agua y cortes de electricidad debido al sobreconsumo energético, lo que agrava, aún más, la desesperada situación para los agricultores que dependen del riego para mantener sus cultivos. La falta de agua y los apagones están afectando tanto a los sistemas de irrigación como a los de almacenamiento de los productos agrícolas”.   

De hecho, “varios estados están recomendando a su población que no salga de sus casas entre las 12:00 y las 16:00 para evitar las peores horas de calor; esto también está afectando a los agricultores y jornaleros que ahora solo pueden salir a sus campos hasta las 12:00 lo que reduce en unos casos su producción y en otros su jornal”, añade Álvarez.

Situación crítica en Kenia

En Kenia más de 400.000 personas se han visto afectadas por las fuertes lluvias. Las intensas precipitaciones han dejado cerca de 300 fallecidos, 10.000 cabezas de ganado muertas y daños en más de 16.000 hectáreas de tierras de cultivo, 1.967 colegios y unos 60 centros de salud. La región más afectada del país es el condado de Nairobi (centro), la capital, donde cerca de 257.000 personas se han visto afectadas y más de 20.000 desplazadas que lo han perdido todo. Además, preocupan las enfermedades provocadas por el agua estancada como el cólera y la malaria

Gianfranco Morino, director del Hospital Ruaraka Uhai Neema de Nairobi (socio local de Manos Unidas) dice que “después de años de sequía, ha llegado este episodio catastrófico de lluvias torrenciales como no había visto en los más de 30 años que llevo trabajando en este país con las consecuencias de víctimas, pérdida de propiedades, casas y demás”.

Las zonas más golpeadas han sido Turkana, en el norte, la región de río Tana en la costa, donde se han dado decenas de casos de cólera y en el oeste, también en la zona costera. “Pero las zonas más afectadas son los slum de Nairobi, los asentamientos informales, donde tenemos diversos proyectos junto a Manos Unidas y donde está nuestro hospital, que también se ha visto afectado por las inundaciones. Se ha caído un muro que no podemos levantar porque todavía hay mucha agua en esta zona. Y en la parte más baja, por suerte tanto las instalaciones como los pacientes están bien, porque estamos en un alto”, enuncia el médico.

En esa zona se han tenido que suspender algunos proyectos y programas. Las escuelas han cerrado y se están utilizando otras instalaciones para alojar a personas que fueron evacuadas de sus casas. “Desafortunadamente, ya han traído víctimas fallecidas al hospital. Especialmente ha habido casos de niños y jóvenes que no sabían nadar y murieron sumergidos por las aguas”, lamenta Morino.

Lluvia y sequía, un círculo vicioso

La Hermana Soledad Villigua, misionera social de la Iglesia en Turkana y socio local de la ONG, relata lo que se está viviendo en la zona donde trabajan: “Desde primeros de abril se han registrado fuertes lluvias, que persistieron más de tres semanas seguidas. Estas lluvias provocaron que los ríos crecieran, arrasando con cuanto podían encontrar a su paso. Eso dejó impracticables algunas vías, con lo que los desplazamientos se hicieron mucho más costosos porque hubo que tomar caminos alternativos”.

Añade que como “hay mucho barro, eso provoca que los “carros” se queden ahí estancados. Por eso ha habido escasez de alimentos”.

Villigua recuerda también la parte bonita: la vegetación florecida… “Era increíble ver las praderas antes secas llenas de flores silvestres de colores. Porque las lluvias pueden provocar malestar, pero también son un bien para la naturaleza. Las cabras no tenían que caminar grandes extensiones en busca de pasto y eso permitía a los pastores quedarse cerca de sus hogares”.

“Pero esto ha sido casi como un espejismo. En estas últimas semanas las lluvias han desaparecido y el sol comienza a causar estragos en esta zona desértica. Esta es nuestra realidad aquí en Turkana: todo se seca como si se evaporase y, en unos días, volveremos a la situación anterior”.

“Tenemos que seguir trabajando para que nuestra rutina de vida no afecte a otros, tomando conciencia de que nuestro planeta necesita que paremos el consumo y pongamos freno a esos actos que tantas veces afectan a los que no los han provocado”, pide la religiosa.

 

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