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Un capellán de hospital supera el coronavirus: “ha sido una lección de vida ponerme en la piel del enfermo”

Un capellán de hospital supera el coronavirus: “ha sido una lección de vida ponerme en la piel del enfermo”
  • Antonio María Nofuentes, fraile servita, ha vivido la COVID-19 como “un tiempo fuerte de encuentro con Dios”

Antonio María Nofuentes, fraile servita y capellán del hospital Dr. Moliner de Serra, ha terminado hoy la cuarentena de la COVID-19, después de mes y medio de aislamiento en su domicilio: “a partir de ahora, voy a tener una actitud distinta de cara al enfermo, ha sido una lección de vida ponerme en su piel” y también “un tiempo fuerte de encuentro con Dios”.

Después de veinte años de servicio como capellán de hospital, “llevando la dimensión espiritual a las personas en el ambiente sanitario” y sin apenas enfermar, “de un modo totalmente fortuito, por un simple apretón de manos con un laico que acaba de llegar de Madrid a principios de marzo”, Antonio María se contagió. Recibido el aviso, decidió por iniciativa propia aislarse de su comunidad y dejar de ir al hospital. 

Poco después empezaron los síntomas: “la primera semana fue realmente dura, pensaba que era una gripe fuerte, la cabeza me iba a estallar”. Pero en cuanto pudo, dado su trabajo con personas de riesgo, se hizo el test  del coronavirus por una clínica privada y salió positivo. Gracias a su decisión de aislarse antes incluso de saber el resultado, no hubo más contagios ni en la comunidad de frailes ni en el hospital Dr. Moliner, donde al tratarse de un centro para enfermos crónicos, existía un gran riesgo. 

Aunque Antonio María asegura que “vivir una pandemia solo y enfermo es algo terrible”, él se considera un privilegiado, “por todos los que me han apoyado en mi comunidad”. Durante el tiempo “de sufrimiento y de aislamiento”, el capellán pensaba “en todas las personas que están solas, sin familiares, y en todos los enfermos crónicos a los que sirvo en el hospital”. 

Para él, ha supuesto un tiempo “de redescubrimiento de mi vocación, de agarrarme a lo fundamental” porque “tienes mucho tiempo para pensar, y al final, estás a solas con Dios, y el Señor nunca me ha abandonado”. El fraile servita ha expresado su deseo de que “podamos vivir el confinamiento como un tiempo de gracia, de centrarnos en el ser, porque el activismo nos pierde a todos”.

Como capellán de hospital “ha sido una experiencia muy importante pasar de todo lo que sabemos de teoría sobre una enfermedad y sobre el sentir del enfermo, a vivirlo en la práctica”. Cuando es uno mismo el que está enfermo, “todas las palabras de aliento y de esperanza que decimos los capellanes adquieren un valor especial”. Le ha ayudado, en definitiva, a “recuperar la sensibilidad por el enfermo, a que no se pierda por la rutina”.

Durante la cuarentena ha sido fundamental “la liturgia de las horas, los momentos de oración, y tener acceso a la comunión diaria y a la exposición del Santísimo, desde una zona apartada, separada de los hermanos”. También ha rezado especialmente “por todos los sacerdotes afectados por el virus, también por los que han muerto entregando su vida, haciendo el bien hasta el final”.

En esta pandemia, “se pone en especial valor el trabajo que hacemos los capellanes en nombre de la Iglesia, de acoger la persona que tengo delante”. La imagen de tantas personas que mueren solas “es escalofriante” y “nunca tenemos que verlos como números anónimos”. Ni siquiera en esta crisis sanitaria “perdemos nuestra condición de personas, de sujetos únicos, amados por Dios en nuestra individualidad”.

Antonio Francisco María Nofuentes tiene 49 años y es fraile de la Orden de los Siervos de María, más conocidos como servitas, cuyo carisma principal es el servicio: “la Orden se caracteriza por un sentido fuerte de comunión fraternal, espíritu de servicio, y una constante referencia a la bienaventurada Virgen María”.

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