No tenéis motivo para rendiros
Miradme a mí,
yo desde niño no quería crecer, ser mayor, odiaba la palabra adulto,
porque me fijaba en mi padre, maltratador, y durante años, siete hermanos,
a cuál quedó “peor”, yo ya con quince años
me autolesionaba, bebía a veces, alcoholes fuertes, para no soportar mi realidad
de sentir que no encajaba en un mundo que aborrecía,
después dos años de anorexia, y pensar y pensar en la muerte
como única solución
a soportar una vida que no sentía para mí.
Y luego, qué más os puedo contar que no sepáis, el amor, el bendito amor, con
su dolor y sus luces. Hasta que poco a poco supe que
no era el mundo el que tenía que vencer, no era el mundo el horrible
sino yo y mi forma de mirar la palabra victoria.
No venimos aquí a ganar, sino a resistir y dar lo que poseemos,
no estaba loco como creía mi padre, sino que soy un artista,
ved cada uno para lo que valéis, para
lo que habéis venido
y defendedlo con fuerza
hasta el final.
Olvidad pasado, presente y futuro. Todo es el instante. Y preparar alfombra roja al siguiente.
Después de tiempos de rupturas en el corazón
me dije: ya no más: escribiré mis obras literarias y luego tendré una muerte romántica,
de poeta. Lo decía con firmeza, seguro de tener el guión literario vital exacto. Lo juro.
Hasta que encontré a Iratxe en una protesta por toros embolados,
ella me defendió como mujer, dijo que iba como abogada y activista
pero desde allí comenzamos a decirnos,
a mirarnos, a saber
que todo lo que habíamos vivido era para encontarnos.
48 años ella, 49 yo.
Cuatro perros, seis gatas, una tortuga, todos rescatados. No digas nunca:
jamás encontraré mi sueño.
Mírame a mí,
más chulo que un ocho,
con mi mente torcida, eso sí, loco como pocos, pero eso es por poeta.
Encuentra tú tu camino
y recórrelo con humor y si puedes, alegría.
Dijo Gil de Biedma que entonces se dio cuenta de que “la vida iba en serio”.
Yo me he dado cuenta que lo que va, y muy en serio, es el amor
y hacer reír a quien amas.
Es sólo eso.
Yo me río tanto con Iratxe que a veces tosemos sin poder respirar, de la risa.
Y luchar juntos. Mírame a mí, tocándole los huevos al mundo. Y más que habrá.
Con dos cojones.
Y ella, con su coño de vasca.
Porque lo valemos. No te jode. Estamos apuntando el cañón.
No nos molestéis más, estamos entrenando puntería.