Consideraciones sobre «La Bella Revolución» V
5
EL ARTE ES UNA PETICIÓN DE AUXILIO
Como reos que somos, y nos ceden papel y una pluma, expresamos nuestra vivencia carcelaria a fin de que, ojalá, alguien que milagrosamente dé con nuestras cartas desde lo más ignoto del hundimiento humano, nos rescate.
Lo llaman arte. A la música, a la escultura, a la poesía...
La literatura, sobre todo, más la novela y aún más la poesía, son auténticas peticiones de auxilio.
Ningún animal humano de las (pocas) tribus aborígenes libres que aún quedan en el planeta, requieren del arte: porque están ya 'en el exterior'. Y no sintiéndose asfixiados ni estresados, no piden ayuda. (El solaz les invita a la creatividad positiva, adornos, mejorar sus pinturas de identidad, decorar el entorno para reforzar una identidad abierta y ufana...)
Las más grandes novelas son quejas exorbitantes, pero no a los gobernantes, ni hacia los propios vecinos, como se cree, son lamentos cósmicos: Memorias del subsuelo, La campana de cristal. A sangre fría, Las uvas de la ira, El jugador, El Orla, En el camino, Viaje al fin de la noche... En cuanto a la poesía, casi toda la producción poética mundial comporta una enorme coral interminable de peticiones de auxilio, no son cantos, ni susurros -el lirismo es un eufemismo para nombrar la psicosis semántica-, son desgarros de garganta y tripas que se emiten desde un ser (un no-ser) que se detesta: Sobre los ángeles, Hijos de la ira, Una temporada en el Infierno, Residencia en la tierra...
Ahora mismo -no existe la casualidad- leo una publicación en face de una amiga, Vanessa Fernández, en ella dice: “No escribo para mí. Escribo para escapar de mí...”. Ella no es “escritora” ni “poeta”. Pero indica que ese es sólo el inicio de un texto más largo; le pido por favor si puedo verlo, y de éste, extraigo para esta parte de nuestra reflexión esto que dice (hablando de la lluvia y la melancolía que ésta produce en su alma): “Cada gota es única e impredecible. Nunca sabes qué rumbo tomará pero sí que lo hará, irremediablemente, de forma descendente. Como nosotros. Al final, sólo somos gotas de lluvia en un cristal. Marcamos nuestro ritmo, a veces solos, otras, acompañados pero, siempre, libres. ¿Quién puede retener el agua en sus manos? […] Tú y yo éramos tan parecidos... pero con distinto rumbo. Por eso, nunca hubo un “Nosotros”.
El poeta Juan Gelman expresó: “La resistencia frente a un mundo que se vuelve cada vez más cruel, cada vez más temible, deshumanizante, porque todo lo que pasa no está fuera de lo humano, y creo que la palabra es una forma de resistencia muy clara frente a todo esto. Lo extraordinario es cómo la poesía pese a todo, a las catástrofes de todo tipo, humanas, naturales, viene del fondo de los siglos y sigue existiendo. Ese es un gran consuelo para mí. Va a seguir existiendo, hasta que el mundo se acabe si es que se acaba.”
Si los animales cautivos pudieran escribir, seguramente comenzarían por el género de las misivas, como hacemos nosotros, pero terminarían escribiendo poesía, tecleando con los dedos como hacemos los poetas a puñetazos en las teclas, es la melancolía del recuerdo del paraíso perdido (Milton), que algunos denominan a algunas obras -nuevamente recordemos la fuente del limonero de la infancia de Machado, tan evocado en su obra por el poeta-, sin duda, es la petición urgente de vuelta a lo conocido, a lo que hemos olvidado qué es, de tanto siglo de encierro, como el ave en jaula pequeña que canta, no es feliz pero pía como si en la fértil rama de la copa de un árbol se encontrase y bajo un cielo que aún recuerda en sueños o en lo profundo.
Si examino mi obra poética, mucha de ella considerada animalista, encuentro todo un conjunto de barritos de elevantes puestos en pie contra un firmamento de cristal muy grueso: Prisión Europa, Door To Hell, La guadaña entre las flores, Funerales del caballo, Esclavo, Inventario de primaveras, Celebración del fin del mundo, Camino/The Path, Aquí no se muere, Es tan culpable el que canta para no oír a los fusiladores que los fusiladores, Canción de hierba para el caballo ante el abismo...
Los hacedores de los más grandes libros de la lírica universal fueron con una frecuencia inusitada (perfectamente estudiada en su obra El talento creador, por el psiquiatra Francisco Alonso Fernández) seres atormentados que, en muchos de los casos, a mitad de su obra o al final de ella, se quitan la vida. Leyendo las cartas de Baudelaire a su madre, donde nombraba su tormento de existir y su gran fastidio y astenia, que le impedía sentarse a escribir de común, encontramos 'el grito'; es triste la imagen de un Dostoievski, en un diminuto departamento de Moscú, tomando dos tés al día como único alimento, con la única luz de una vela y con humedad y frío en dicha casa que se podía considerar celda, escribiendo sin cesar, un hombre tan colérico, depresivo y convulso como él, obras cuya sola preparación le resultaba del todo insufrible, pero sentía la pulsión, más importante que la propia opción de cuidarse, su propia salud, de decir, de nombrar lo que vive, lo que padece y lo que ve padecer a sus contemporáneos en Rusia. Su libro La casa de los muertos es una de las pruebas más significativas de una carta de un preso a un ángel posible salvador, que podemos encontrar en el grito llamado arte, del que muchos burgueses parlotean tomando brandy, examinan, comparan, eruditos, sabios, cultos, críticos examinando las cartas hacia el exterior (Flaubert se lamentaba en el aislamiento de su casa solariega donde escribía sus grandes novelas: "¿para qué escribir, tanto esfuerzo, para acabar siendo leído por burgueses?".
Algunas de las presas y presos que se han suicidado en esta prisión humana en lo humano letal, dejando tremebundas cartas hermosas -que se leen y se leerán por los demás presos, como un bálsamo- antes de proceder a su autólisis: Virginia Wolf, Heinrich von Kleist, Gérard de Nerval, Alfonsina Storni, Silvia Plath, Alejandra Pizarnik, Dora Carrington, Violeta Parra, Anne Sexton, Kurt Cobain, Wilhelm Lehmbruck, Van Gogh, Reinaldo Arenas, Paul Celan...
Letras hacia el exterior. Cantos, músicas, formas y estructuras, lenguajes de colores con que comunicarse con el exterior.
Hacia un "afuera".
La otredad.
La escultura, la pintura, la música, en todas estas artes 'el grito'. Para protestar aquí y hacia un exterior.
Un exterior que ¿dónde se encuentra?, gritos de algunos de los presos más rebeldes de esta gran prisión de la errada historia humana.
Lo llaman ciencia y sólo es mentira adornada de eufemismos para llenar de oropeles la ignorancia supina humana.
Lo llaman arte como celebración y cúspide de una libertad y únicamente estamos ante una aberración, será bello y así lo sentimos.
Los seres libres verdaderamente no hacen arte:
Viven.