Cómo detener el coronavirus con hojas de cielo masticadas con coche
Pues este es el remedio. Pero hay que actuar con fe, me dijo el embajador de este secreto en la noche, en fin, como siempre que tengo una revelación literaria desperté de madrugada azorado, pero esta vez no con una palabra o cadena de ellas como respuesta a una duda de algún libro en marcha, sino con alguien al lado de mi cama, era un trompo girando, del tamaño de un gato de pie estaba iluminado como un deseo insatisfecho después de dos años justos y paró de girar y se elevó de pie tenía forma de mujer y de rosa Hola.
Hola le dije mentalmente, no quería despertar a Iratxe
Tengo la respuesta a lo que está pasando en el mundo, para paliar la expansión del corona, ese virus...
Ah, sí, dije y mientras nos veía a ambos andando entre los naranjos de al lado de mi casa, bajo las estrellas de la madrugada, eso recuerdo, al menos que pasó y el caballo me dijo, todo verde como con luz interna nada más, una luz débil, era como si hubieran desenterrado a un caballo, algunos árboles, y mediante una medicina secreta y que nunca dirán lo habían vuelto a la vida pero sólo en un vilo, para poder decirme eso que me dijo y ya morir de nuevo, tal cual la tarde, que siempre es individual y no le hacemos un entierro, quiero decir un funeral cuando ya llegó la noche. Nunca decimos algunas frases para la tarde, y eso que todas son bellas y hermanas, cuando se mueren. Así que yo esta mañana al menos para el caballo ese que palpitaba levemente verde entre la vida y la muerte sí le dije unas palabras en homenaje a su empeño para todos, que volar desde el sueño de debajo de la tierra por los hombres, romper ese sueño de rosa e hidalgo es duro
-Y dime -le pedí-. Qué hacemos para devolver el mundo al inicio, cuando no nos tapábamos la cara con sandías partidas y soles podridos fabricados por gusanos que usan gafas de lejos, en las catedrales construidas de cristal celeste que al pasar a su lado se ven las misas dentro y el cura saluda a todos, a los de dentro y a los de fuera, iglesias entre los ríos y la maleza, más cerca de los zapatos sueltos que a veces te encuentras en el campo, paseando y piensas... bueno, esto me da ganas de llorar...
El mensajero quedó callado, pensaba, los cielos nocturnos giraban en luces apagadas y brillantes a la misma vez cómo decirte, era como si estuvieran fabricando plata en un torno en el techo del cielo y lo viéramos cabeza abajo
Lo que tenéis que hacer contra ese virus que se lleva a los ancianos amarillos de pelo a la tumba y sin adioses es
Y se lleva a todos a destajo
Como con una pala de sol que sube de la tierra y nos saca de las piscinas
REMEDIO:
2 kilos de auto machacado (preferentemente marca Audi o Citroen
2 cucharadas de cielo recién recogido
un poco de perejil, a ojo
Se tritura
Se pone a arder al amor en la copa de un ciprés, un ciprés viejo, los jóvenes no valen como sartenes de los hierros ni de la velocidad
Una vez adquiere color de guano y de dolor de muelas
se le echa al plato cien kilos de patatas sin pelar
y que se siente un guardia civil encima de todo eso en horario de trabajo durante tres horas
una vez se ha marchado el guardia, debe bendecir el plato diciendo "tomate sí, tomate no, la luna es clara cuando en el huerto hay amor", y que se las pire en su moto que sube el aire como en noria de feria, adiós, adiós, ve a multar a los que flotan en las terrazas y a las sangres vestidas que somos en el día; se vuelve a echar cielo, esta vez son tres cucharadas de cielo medio, por el que vuelan los mosquitos
Mete dos coches más, estos sin machacar, enteros, vaciados los maleteros, eso sí
remueve
echa harina para dotar de consistencia
pan rallado y rascacielos rayado, apio y pelo de unicornio soñando
Dejar reposar tres noches y un cumpleaños de docente
Luego repartir en la mesa de todos, vino y pan, en el tocadiscos suene Camilo Sesto y es como si estuviera campos melocotones sal
Eso me dijo y lo traslado a todos, el remedio del mundo. Las concejalas de la huerta y la cara oculta del hierro, en el transmundo
Que tengáis un buen día y para el siguiente desastre preguntadme
que yo preguntaré el ensalmo salvador a la madrugada y a la memoria de la carroña que de recordarse distinta se ilumina de azul en agosto, sólo en agosto, sólo en agosto,
sólo en agosto
Mira, mira, madre, que son diez descalzos
Mira, mira, amigo, que son solo siete. Y nosotros veinte
(calla, calla, tú habla sólo cuando te digan, Antonio, que ahora mismo nos están leyendo extraños, con la cara roja y toman nota)
Palabras para la tarde, en homenaje, ahora que es noche:
Fue cándida, nos lo entregó todo
Fue amiga, vivió para nosotros y murió por lo mismo
Sus confetis de vivos colores nos convirtieron el fin del día en una gran fiesta, requiem cantim paz
El nombre de esa tarde era Rosario Martín Salvamares Ruiz