El rey no tiene quien le escriba
Son las personas las que prestigian o desprestigian a las instituciones y no al revés
El nombre del rey va unido a la bandera y a España, por eso le es exigible una honradez y una ejemplaridad por encima de la normal
Durante décadas el gabinete de prensa de la Casa Real ha sabido proteger muy bien al monarca. Todo se vino abajo tras un fortuito accidente que puso al descubierto sus extraños viajes, amantes y aficiones.
La democracia estuvo de acuerdo en potencia a Juan Carlos I tras el golpe de Estado del 23-F. Medios de comunicación y partidos políticos se pusieron de acuerdo en atribuir al monarca su papel en frenar a los golpistas.
En la adulación a Juan Carlos nadie osó investigar sobre la herencia millonaria, sin declarar, recibida de su padre D. Juan de Borbón. Nadie habló de investigar la extraña muerte de su hermano por un disparo accidental. Solo, recientemente, por extraños negocios de su yerno, que es difícilmente creíble que Juan Carlos no conociera y que no tuvieran el visto bueno del administrador de la Casa Real, la justicia condenó a Urdangarín, una condena que ha cumplido en una cárcel de algodones.
A Juan Carlos le protegía la Constitución. A él no podía investigarle el Congreso ni tampoco los tribunales. El rey es inviolable, pero acosado por los hechos, abdicó.
Han sido los innumerables documentos aportados por su ex amante Corina Larsen lo que llevó al suizo Yves Bertoix a abrir una causa contra el monarca.
En la investigación se ha puesto al descubierto que Juan Carlos recibió 100 MM de la Casa real saudí y acaba de conocerse otro escándalo: un gestor contratado por el monarca ha declarado en el juicio que Juan Carlos le entregó 1.900.000 $ donados por el sultán de Bahrein para depositarlos en la Fundación Lucum.
Acosado por las noticias y para tratar de salvar a la institución su hijo tomó la decisión de renunciar a su herencia (algo imposible) y ha dejado a su padre sin el sueldo de 200.000 que recibía.
Todo llega tarde. El prestigio de la Casa Real está por los suelos desde hace tiempo y el CIS trata de ocultarlo no preguntando a los españoles su opinión sobre la monarquía.
No son los tachados de antimonárquicos quienes han desprestigiado a la monarquía, es la propia monarquía la que se ha desprestigiado sola con sus desmanes. Las instituciones las prestigian las personas actuando con principios morales y ejemplaridad y la ejemplaridad debe ser mayor cuando mayor es el cargo que se ocupa.
Juan Carlos tiene ahora ante sí la acusación de un delito fiscal por haber ocultado a Hacienda sociedades opacas y por el cobro de comisiones, algo vergonzoso e innoble para un rey, un cargo demasiado unido a la bandera y a España y que, parece, le ha servido para delinquir. Pero lo más repugnante es que en 2010, con 4 millones de parados y el país en ruinas, mientras se llevaba una maleta repleta de billetes a Suiza, aquí soltara discursos navideños hablando de “solidaridad, honradez y ejemplaridad.”
Sobran, por ridículas, las descalificaciones de quienes, exhibiendo un falso españolismo pretenden echar tierra sobre unos escándalos imposibles de ocultar. Por higiene democrática, hoy más que nunca, es necesario un referéndum sobre la monarquía.
Visto desde hoy, aquel “lo siento, me equivoqué, no volverá a suceder” suena demasiado suave. Y aquella frase “por qué no te callas” que sirvió para Chávez no va a servir para hacer callar a la justicia. Y aunque todo esté prescrito y quede cubierto por la inviolabilidad del monarca, el daño a la institución ya está hecho y es muy, muy grave.