Molinos de agua
A finales de los 90, conocí en Valencia una asociación que tenía por objeto la defensa y recuperación de los Molinos de Agua. Recuerdo que en los pueblos del entorno de Valencia se rehabilitaron unos cuantos y los convirtieron en restaurantes. Ello trajo a mi memoria, la relación que, durante mi infancia, tuve con Molinos de Agua de Borriana, que lamentablemente, hace muchos años que desaparecieron. Mi padre tenía vaquería. A principios de los 60 la alimentación de las vacas era fundamentalmente “el recapte” que se conseguía en el campo. Las lluvias en invierno impiden muchos días ir al campo a llenar el carro de “recapte”. Así que para los días que no se podía ir a “segar brossa” se llenaba la “pallissa” de distintas variedades de hierba secada. La hierba seca resulta poco apetecible y tiene poca alimentación, ello hace bajar la calidad y cantidad de la leche producida por las vacas. Para evitar esas pérdidas, mi padre mezclaba harina de maíz con la hierba seca.
En la carretereta hoy llamada “La Bassa de Sangoneres”, entonces conocida por la “carretereta La Gilda”, porque allí vivía una mujer, joven y alta de piernas larga como la de la película, todos los años sembrábamos maíz. Cuando la mazorca estaba en su punto, lo arrancábamos, luego en casa procedíamos a “desfollar el panís”, como nos ha recordado hace poco Roberto, al final a desgranarlas. Cuando teníamos el maíz en grano, metido en sacos, mi padre me decía ves a casa Paulino y pregúntale que día podemos ir a moler el maíz. Paulino era un señor que vivía en la calle Virgen del Niño Perdido y era dueño, de un molino que estaba en la esquina del “Caminás” con el “camí els Xurros”, otro, creo recordar que estaba en la Tanda de Borriana, cuando el camí Sedre la bordea. Hace unos 50 años que no he pasado por allí. De ninguno de los dos queda rastro. El caso es que el día que nos decía Paulino íbamos a uno de los dos molinos, y nos convertía el maíz en harina. Con ello mi padre tenía solucionado la alimentación de las vacas durante el invierno. Ver moler el maíz con un molino de agua, yo lo vivía como un día de excursión, y no de trabajo. En esas fechas, los molinos ya estaban en desuso, solo funcionaban unos pocos días al año.
Los únicos molinos que me consta su existencia en Borriana, son el “Molí de Matella”, al camí la Mar, cerca de la carretera de Almazora y el “Molí de L’Hospital a la Tanda”. Hace unos tres años escuché que el “Molí de L’Hospital”, había sido adquirido por nuevos propietarios con la idea de rehabilitarlo y destinarlo a la hostelería y restauración. Me alegró mucho la noticia. Pensé que así se recuperaría un edificio que goza de protección 2 por el PGOU y la ciudad ofrecería un espacio único, en su entorno, donde poder disfrutar del paso y sonido del agua mientras se consume lo propio de la hostelería y restauración. El pasado 26.01.2016 la Alcaldía, mediante el Decreto nº 255 ordenó a los propietarios que limpiaran el edificio de vegetación, de vertidos y tomara medidas para evitar el acceso de las personas y desvalijamiento de los elementos de valor, dando el plazo de tres meses para que presentaran un proyecto de rehabilitación. Ello me alegró, pues pensé que la cosa iba en serio. Posteriormente, tras la presentación de alegaciones por los propietarios, el 26.04.2016 el Ayuntamiento autorizó ampliar los plazos para presentar y ejecutar los proyectos de rehabilitación. Finalmente, el 30.06.2016 el Ayuntamiento autorizó el proyecto básico de rehabilitación presentado y establecía las condiciones de su ejecución. Dando 15 días para la limpieza y acondicionamiento del inicio de las obras. Tres meses después para aportar el Proyecto Básico de Ejecución. Aprobado el proyecto en 10 meses deberían estar terminada las obras. El caso que ya hace dos años y las obras siguen sin empezar, y el edificio sigue degradándose. Alguien del Ayuntamiento debería explicar por qué.
Los de mi generación, de mi barrio, todos aprendíamos a nadar en la Tanda, a la altura de la “sequia La Bosca”. Pero cuando teníamos más de 10 años íbamos al “Molí de L’Hospital”, y nos tirábamos desde lo alto, con el chorro del agua que cae, porque no pasa por dentro del Molino. La misma fuerza del agua nos arrastraba fuera de peligro, donde no nos cubría el agua. Por cierto, todos utilizábamos en mismo modelo de traje de baño, el “en porreta”.