Tropezar con la misma piedra
Está claro que la ciudadanía quiere (necesita) unos políticos que sean diferentes a lo que últimamente hemos sufrido. Necesitamos políticos cercanos y con unos referentes que nos hagan sentir seguros y arropados. Que podamos ver que se preocupan y se ocupan. Que, en definitiva, sepan de los problemas cotidianos, que entiendan lo que se siente al coger un transporte público que funciona deficitariamente, o lo que es estar horas a la espera de ser atendido en las urgencias de cualquier hospital.
Sin embargo he de discrepar y discrepo sobre el anuncio que se ha hecho desde algunos partidos políticos, que, en un afán de agradar a los ciudadanos de a pié, anuncian a bombo y platillo que se van a nutrir de personas de los movimientos sociales. Y no es porque yo entienda que estas personas no son válidas, que lo son y mucho, sino porque con esto hacemos un flaco favor al asociacionismo.
Se podría considerar un anacronismo el hecho de postular por la participación ciudadana y por otro lado descabezar las asociaciones, dejándolas sumidas en la más absoluta orfandad de líderes. Además esto ya nos pasó al inicio de la democracia… ¿¿o es que no nos acordamos?? En un momento en que la ciudadanía estaba movilizada, exigiendo sus derechos y saliendo a la calle a reivindicar sus necesidades perentorias, llegamos, les prometemos participación y al mismo tiempo les cortamos las alas para ello. Y todas sabemos lo complicado que es volver a hacer funcionar los engranajes del asociacionismo…
Llevo muchos, pero muchos años liderando movimientos sociales y estoy bastante cansada de ver cómo ciertas personas los utilizan para escalar políticamente, lo que desprestigia estos movimientos, pues los que no participan de ellos solo suelen ver eso, el trampolín para llegar a puestos relevantes en la política, y meten en el mismo saco a todas y todos los que estamos ahí, pensando que a la postre solo nos mueve el interés particular. Sin embargo, la mayoría de los que estamos al pie del cañón solo buscamos poner nuestra pequeña contribución a que nuestro entorno funcione un poco mejor, con el único pago de la satisfacción por el trabajo bien hecho.
Entiendo que debe renovarse la sangre política que circula por nuestras instituciones. Entiendo que deben acabarse ya las familias y las prebendas. Pero no acabo de ver que sea una buena idea eso de desnudar un santo para vestir otro, sobre todo cuando al que vamos a dejar desnudo es el que nos tiene que ayudar, guiar y controlar nuestros pasos, siendo el garante de nuestras actuaciones políticas.
Como dice el dicho aquel, el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Y en esas andamos…
Donde hay poder, siempre hay quien lo ambiciona. Suelen ser personas improductivas, vagas, con grandes aspiraciones y pocas ideas. En la política, la mayoría ven un sueldazo y poco trabajo. En las asociaciones, están quienes apuestan por un mundo mejor (la mayoría), pero siempre se cuela un garbanzo negro que copia las ideas de los demás y las hace suyas, o se vanagloria de los éxitos obtenidos sin que hayan aportado nada. Son demagogos que saben venderse sin ofrecer nada, parásitos que se nutren del esfuerzo ajeno. La nueva política pretende hacer una buena política, cercana y participativa, y abre las puertas a personas procedentes de acciones y asociaciones sociales para entrar en sus filas, pero no tienen en cuenta que quien de verdad lucha por una sociedad más justa no abandona su puesto. Quien trepa, quien aspira a más, son de esos de quienes estamos hablando: demagogos vagos y vendedores de aire que solo pretenden figurar para ganar mucho y trabajar poco. Continúa el desencanto