Otras capacidades... querer es poder
En estos días se ha celebrado la Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME), este año bajo el lema “Sumemos capacidades. Por el derecho a una educación inclusiva”, en la que he tenido la suerte de poder participar en uno de los grupos de la organización de la jornada, que se llevó a cabo en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación.
En el acto oficial de la Jornada se habló del objetivo mundial del milenio cuyo plazo es el 2015 “Una educación de Calidad para todas y todos a lo largo de la vida”. Objetivo que, lamentablemente, estamos a años luz de conseguir, pues resulta que en el mundo hay 93 millones de niñas y niños con algún tipo de discapacidad que les impide, en muchos casos, poder acceder a una educación en condiciones de igualdad. Si a ello le sumamos la pobreza, entonces tenemos que hablar no solo de exclusión escolar, sino también de estigmatización social en muchos países. Y si además, se le suma el hecho de ser mujer, esta discriminación se multiplica por dos.
Sin embargo, tal como dijo la representante de la Plataforma en defensa de la ley de la Dependencia en una de las mesas de debate, no es necesario salir de nuestro país para ver la realidad de las personas con diferentes capacidades, y darnos cuenta de los problemas que diariamente han de superar.
Si hablamos de educación, nos encontramos con barreras arquitectónicas y barreras sociales que hacen que la escolarización en centros escolares ordinarios no sea tan fácil como debería ser… y si también tenemos en cuenta que los recortes aplicados en los recursos de dichos centros hacen que se masifiquen las aulas y que haya menos docentes, especialistas y personas de apoyo para poder dar la atención adecuada al alumnado con otras capacidades, nos encontramos con que cada vez estamos más lejos de alcanzar esa inclusión real en el sistema educativo.
Y si hablamos desde el punto de vista social, yo me pregunto si alguno de estos políticos que proponen recortes sociales que llevan a una exclusión mayor, si cabe, a más de 3 millones de personas, han intentado ponerse alguna vez en el lugar de todas ellas, que diariamente han de luchar por sobrevivir en una sociedad que les reconoce como ciudadanos y les excluye socialmente. O en el lugar de esas familias, que vieron en la Ley de Dependencia una luz en su camino, una ayuda imprescindible, y que ahora se las castiga negándoles la posibilidad de tener unos recursos económicos y personales para poder “normalizar” su situación.
Tal vez no se dan cuenta que son responsables de la discriminación de cientos de miles de hombres y mujeres que no pueden ni tan siquiera moverse con libertad, porque sus políticas urbanísticas son barreras para quienes tienen una movilidad reducida por cualquier tipo de discapacidad. Es posible que no sepan, que lo que quieren estas personas no es más que lo que tenemos los demás ciudadanos, que se les reconozca el derecho a un trabajo digno, a tener una vivienda adecuada, a poder moverse con libertad… como garantiza la Constitución Española.
No basta con hacer leyes, normativas, decretos que hablen de derechos e igualdad, si realmente no existe esa “Voluntad por la Igualdad y la Inclusión”. Como muy bien saben las personas con discapacidad “querer es poder”. Y lo demuestran día tras día. Tal vez los políticos deberían aprender de ellas…