Teléfono del suicidio, una llamada a la vida
024 es el número, y sólo en su primer día en funcionamiento atendió más de mil llamadas, algunas de las cuales fueron derivadas a los servicios de emergencia. El resto se gestionó de forma directa mediante conversaciones que duraron entre 25 y 30 minutos.
Estos datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad avalan la necesidad de su puesta en marcha y nos recuerdan, una vez más, la necesidad de implementar todos y cada uno de los recursos disponibles para luchar contra esta lacra social.
Para la psicóloga Pilar Conde, la apertura de este número y su difusión supone ya una ayuda porque permite visibilizar un problema y dar a conocer a quien tiene ideaciones suicidas que no está solo, que otras personas están pasando por lo mismo. Esto se suma a su gran valor como factor de protección, como última mano a la que la persona se puede agarrar antes de tratar de quitarse la vida.
Es importante tener en cuenta, advierte la directora técnica de Clínicas Origen, que estos pensamientos o ideas de cometer suicidio no se suelen verbalizar en el entorno de la persona, bien por vergüenza, por miedo o por no preocupar a los seres queridos. El hecho de que la llamada sea anónima y de que al otro lado descuelgue el teléfono alguien que sabe por qué se llama resulta pues un factor de protección muy importante.
De esta manera vienen trabajando otros servicios similares, como el Teléfono de la Esperanza, 717 003 717, una línea disponible las 24 horas que ayuda a miles de personas desde ya décadas. Otra línea es el Teléfono contra el suicidio 911385 385.
Pero, ¿Qué hacer cuándo alguien cerca nos dice que va a suicidarse? Lo primero es ponerle a salvo, explica Conde. Aislarle de cualquier peligro y llamar a este nuevo 024 o acompañarle a urgencias. Si no estamos presentes, una llamada al 112, servicios de emergencia, y a alguien que puede acudir antes que nosotros será lo más oportuno.
En cuanto a la prevención, será importante conocer cuáles son los factores de riesgo que pueden desencadenar este tipo de conductas. Desde Origen citan los siguientes:
Intentos de suicidio previo o ideación suicida.
Enfermedad física o discapacidad.
Factores genéticos.
Edad ( adolescencia y edad avanzada).
Historia familiar de suicidio.
Falta de apoyo familiar. Soledad.
Situación socioeconómica. Desempleo.
Por supuesto, la depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar son enfermedades mentales, que suponen un factor mayor de riesgo. Pero también lo son ciertos fenómenos desencadenantes como:
Cambios vitales bruscos no deseados.
Efectos secundarios suicidógenos de medicaciones.
Embarazo no deseado o aborto.
Aumento o consumo de tóxicos.
Pérdida de seres queridos (incluidas mascotas).
Estado de embriaguez o intoxicación.
Desastres naturales.
Problemas económicos
No son todos, pero sí algunos de los más importantes. Por eso, explica Pilar Conde, es bueno hablar de suicidio, y conocer en qué casos esa idea de quitarse la vida puede surgir como una opción ante problemas que parece que no pueden solucionarse.
También, se puede hablar de suicidio con los niños. Para Conde es bueno que si se encuentran con que alguien de su entorno ha tratado de suicidarse o han escuchado hablar sobre este asunto sepan que esa persona no se encuentra bien y necesita ayuda. Así, se les va inculcando poco a poco la idea de que ellos también la pueden pedir si les ocurre algo malo, como sucede con los casos de acoso escolar, así como activar la ayuda si la observan en su entorno.
Acción, protección y prevención. El suicidio, se puede prevenir.