Un día de no playa con Doreen Gail
Torrevieja, ciudad de mar.
La Costa Blanca alicantina, atracción turística y uno de los recursos más importantes de nuestra ciudad. Un recurso que está al alcance de tod@s los ciudadan@s y visitantes de esta ciudad.
¿Todos y todas?
He quedado con Doreen Gail, vecina de Torrevieja desde hace muchísimos años, para ir a pasar un rato a la playa de Los Locos. Hace un día espectacular de invierno. Frío pero con un cielo azul con alguna nube dispersa.
Quedo con ella en la puerta de su casa, cerca de la calle París e iniciamos el recorrido, ella en su Scooter y yo en mi silla de ruedas eléctrica.
El primer encontronazo es la señal en mitad de la acera impidiendo el paso. Desde ahí, toda la Avenida de Las Gaviotas hasta la calle París está plagada de farolas y señalizaciones sin dejar espacio suficiente para que las personas con diversidad funcional motora puedan usar las aceras y tengan que ir por la carretera. Los pasos de cebra no tienen rebajes, evidentemente, como se ve en el reportaje fotográfico que adjunto.
Llegamos a la calle París y cruzamos a la Avenida Roentgen (hay rebaje en la esquina en el paso de cebra), pero, la acera derecha es inaccesible en todo su recorrido. La izquierda, gracias al nuevo supermercado Consum es accesible en un tramo pues vuelve a haber una farola en mitad de la acera y así continua por toda la calle, sin acceso a la acera y, si lo hay, con interrupciones de farolas o postes que siguen haciéndonos ir por la carretera.
Así llegamos a la calle Gabriela Mistral. A la izquierda, Aldea del Mar que carece de rebajes en las esquinas, así que la acera está fuera de límites para nosotros. Evidentemente en los pasos de cebra no hay rebajes tampoco.
Salimos a la Avenida de Mariano Ruiz Cánovas, arteria principal de la costa, paralela a la Playa de Los Locos. De nuevo, hemos de seguir en la carretera pues las aceras no son accesibles ni por anchura, ni por acceso, ni por la existencia de postes y señalizaciones y en los pocos casos de existir rebajes, están ocupados por coches aparcados.
Es difícil cruzar al otro lado por falta de rampa en la mayoría de los pasos de cebra y llegamos al cruce de la Curva del Palangre donde sí hay rebaje pero el de la playa tiene una inclinación peligrosa al estar en pendiente enorme con entrada directa a la arena. Por fin conseguimos subir a la acera de la playa, esta vez sin obstáculos y seguimos hacia adelante en busca de las rampas accesibles que nos permitiesen bajar a tomar un rato el sol a la arena.
Realmente, las pasarelas de madera o cemento existentes no dan accesibilidad a personas con problemas motores que no puedan caminar pues, primero, nunca llegan a la orilla ni al agua. En segundo lugar, nunca tienen la anchura necesaria para ni siquiera para poder dar la vuelta y el recorrido sobre ellas es inadecuado y peligroso.
Así que nuestro gozo en un pozo. Ahí se acabó nuestro viaje y nuestro día de NO playa. Seguimos hasta el último paso de cebra, de accesibilidad más que dudosa y nos despedimos para retornar cada uno a nuestra casa, éso sí, por la carretera entre los coches.