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Per Francisco Gómez Vitero. Vicepresidente del Colegio de Enfermería de Alicante
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Nuestro reflejo en el espejo

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    Nuestro reflejo en el espejo- (foto 1)

    A tenor de las últimas noticias sobre el Consejo General de Enfermería, Consejo de Enfermería de Castilla-León o Colegio de Enfermería de Pontevedra, son muchas las voces de enfermeras y enfermeros que a través de las redes sociales se manifiestan por unos órganos de representación de la profesión más transparentes y accesibles. Y  hasta aquí no puedo estar más de acuerdo, pero al mismo tiempo no dejo de pensar en la similitud de nuestra representación colegial y la representación política, esa que tantas portadas y telediarios ha provocado por el gran desapego en la sociedad española por la clase dirigente.

    Hoy en día, estamos conectados con el resto del mundo a través de un móvil con internet, nos sobra la información y en no pocas ocasiones cometemos la torpeza de quedarnos solo con un titular y dejarnos llevar por nuestros prejuicios.

    “La pena del telediario” ha condenado a muchas personas que luego en un juicio de verdad han sido declaradas inocentes pero ya sufren el estigma de haber sido noticia en la peor hora, la del telediario.

    Pero vayamos al grano, uno de los muchos males de la sociedad española es el tomar la parte por el todo y englobar a todo el mundo en el mismo saco, el que lo hace bien es igual que el que lo hace mal, se impone el axioma de que todos los políticos son corruptos y por ende todos los colegios profesionales son inoperantes y con gestiones poco transparentes, y todo esto sin derecho a réplica.

    Ya en mis estudios de Enfermería, en la Universidad, algunos profesores nos hablaban con desdén de la representación colegial, que no servía para nada e incluso que no era necesaria la colegiación. Afortunadamente, mi curiosidad me llevó a investigar por mí mismo y me di cuenta de que al menos mi colegio provincial, el de Alicante, funcionaba bien, comunicaba las fechas de las asambleas y convocatorias como marcan sus Estatutos y fomentaba la participación de los colegiados y colegiadas a través de grupos de trabajo, y sigue siendo así a día de hoy. Además, ofrece una gran cantidad de servicios muy útiles que solo hay que querer aprovechar.

    La democracia llegó a España por el impulso de la sociedad, de los vientos de cambio que empujaban desde arriba de los Pirineos y con ella nos dotamos de órganos de representación e instituciones que no son ni más ni menos que el reflejo de nuestra sociedad, pero que nadie puede negar que son democráticos, ya que actualmente hasta los partidos que pretenden cambiar el sistema político participan activamente de la democracia española. Así, del mismo modo, los colegios profesionales de Enfermería son tan democráticos como las enfermeras y enfermeros quieren que sean, ya que tienen la posibilidad de participar presentando una candidatura alternativa o pedir cuentas en las asambleas que se convocan.

    A mi entender, poner en duda sistemáticamente la calidad democrática de los colegios, tacharlos de oscurantistas y, sobre todo, meter a todos en el mismo saco, ayuda igual de poco a nuestra profesión como los casos de corrupción que desgraciadamente hay en nuestra sociedad.

    No son pocos los que se creen iluminados por la verdad absoluta y dan lecciones de cómo han de funcionar los colegios, el Consejo y hasta el Ministerio. Desde su trono académico, endogámico para muchos, hablan sobre cualquier tema con infalibilidad dogmática sin mirar su propio reflejo en el espejo.

    Recientemente, por casualidad, vi una entrevista a Fernando Fernán Gómez en la que hablaba de la envidia y del desprecio. Para él, la envidia como motivación no era mala y ponía el ejemplo de la envidia por escribir El Quijote, tremenda obra de impacto mundial e indiscutible influencia. Lo malo para este grande de nuestro arte era el desprecio, aquellos que menospreciaban el trabajo de los demás por el mero hecho de que no lo habían hecho ellos.  

    Ante la vida política o colegial tenemos dos opciones, participar o despreciar; en la participación todos ganamos en mayor o en menor medida, en el desprecio siempre pierden los que viven para criticar.

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