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Per Cristóbal Aguado Laza. Presidente de AVA-ASAJA
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¿Dónde está la solidaridad europea?

    La aprobación del tratamiento en frío a las naranjas procedentes de países con presencia de la plaga de la falsa polilla (Thaumatotibia leucotreta) es un paso importante, si bien insuficiente, para avanzar hacia la seguridad fitosanitaria europea. A lo largo de este artículo explicaré por qué sus implicaciones trascienden a la citricultura y nos conciernen a todos. Pero primero me gustaría hacer hincapié en el lamentable espectáculo que la Comisión ha dado para acabar adoptando este mecanismo tan necesario.

    En la sesión extraordinaria del Comité Permanente de Plantas, Animales, Alimentos y Piensos (SCoPAFF), celebrada el pasado 25 de mayo, la mayoría de países apoyaron a España en la votación de un tratamiento en frío que pretende frenar la entrada al continente de la falsa polilla, considerada la tercera plaga más destructiva del mundo, solo por detrás de la Xylella fastidiosa y Popillia japónica. El respaldo no fue unánime. Países Bajos insistió en su frontal oposición a una medida avalada por los científicos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y aceptada por la Organización Mundial del Comercio (OMC).

    Fue la misma oposición vergonzosa que ya había demostrado durante la anterior sesión del SCoPAFF, el 20 de mayo, cuando Países Bajos, acompañado por Alemania, retiraron el tratamiento en frío del orden del día y, por tanto, no permitieron ni siquiera someterlo a votación. Todo el sector citrícola estaba expectante ante esta cita histórica y la maniobra holandesa causó lógicamente una enorme indignación.

    Llevo mucho tiempo advirtiendo de que esta no es la Europa que queremos, pero ese día representa como pocos la decadencia, la hipocresía y la insolidaridad que están condenando el futuro de los europeos. Países Bajos dejó clarísimo que prefiere favorecer los intereses comerciales de su puerto de Rotterdam y venderse a los lobbys sudafricanos, a costa de poner en peligro la seguridad fitosanitaria, quizás porque cree –erróneamente– que no puede sufrir las consecuencias al no tener naranjos.

    Y esa insensibilidad llega precisamente del país de Frans Timmermans, el vicepresidente de la Comisión y máximo impulsor del Pacto Verde Europeo. El mandatario que anhela prohibirnos más y más materias activas para combatir las plagas y enfermedades es, al mismo tiempo, quien antepone las comisiones de sus importadores al control de entrada de nuevas plagas y enfermedades. ¡Pero qué cara más dura! No es posible una política verde sin seguridad, sin reciprocidad y sin sostenibilidad económica.

    Pero igual o más grave fueron las formas. Países Bajos insultó y humilló a España, un país miembro de la UE, mediante una actitud mafiosa y de desprecio a la transparencia, a la razón científica y a la democracia entre estados iguales, imponiendo su criterio como si tuvieran carta blanca para ser amos y señores sobre nuestros gobernantes, reducidos a recogepelotas de los destríos que nos dejan. Este comportamiento puso en duda la propia credibilidad de la UE. Creo que el tiempo de los colonialismos debería pasar definitivamente.

    Cinco días después, tras la presión del sector, el trabajo serio del Gobierno y la coordinación de la Generalitat Valenciana y eurodiputados, España pudo reconducir el desaguisado y hacer algo de justicia. Haremos lo que esté en nuestras manos para que esta situación no se repita porque queremos, necesitamos, una Europa donde participemos, consensuemos y salgamos ganando todos los europeos y no unos pocos a costa de otros.

    Decía algo de justicia, un paso insuficiente, porque efectivamente la propuesta del tratamiento en frío finalmente aprobado no es el que debería ser. En primer lugar, el acuerdo político no alcanza los requisitos estandarizados que sí imponen otras potencias como Estados Unidos a los cargamentos citrícolas de España o de la propia Sudáfrica. La medida preventiva únicamente se aplica a las naranjas y excluye a las mandarinas y pomelos que también pueden ser hospedantes de la falsa polilla.

    En cuanto al cuándo, la comisaria  de Sanidad y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides, se comprometió a adoptar el tratamiento en frío antes de que empezara la campaña de exportación de cítricos de Sudáfrica, pero los primeros envíos ya están saliendo y el reglamento no se aplicará, como pronto, hasta el 20 de junio. No andaban desacertados los sudafricanos en la feria Fruit Logistica de Berlín cuando presumían de que el tratamiento no llegaría al inicio de su campaña.

    Con estos mimbres, parece que no vamos a tener una seguridad total. Por eso, ya avanzo que si algún puerto comunitario detecta un envío contaminado con falsa polilla, pondremos el grito en el cielo y reclamaremos por todas las vías un tratamiento en frío verdaderamente capaz de atajar esta amenaza. Porque si para la citricultura su entrada sería terrible (provocaría unas mermas medias del 26% de la producción), no lo sería menos para muchos otros cultivos (frutas de hueso, manzana, pera, aguacate, viña, olivo, caqui, granado, pimiento, tomate o berenjena) e incluso para la rosa o especies arbóreas como el roble. Estamos jugando con fuego y todos los europeos, no solo los citricultores, nos podemos quemar por la avaricia de unos pocos.

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