Adiós en tiempos de pandemia
Hoy me he levantado muy temprano, como de costumbre, reconozco que me gusta mucho madrugar. Es de reconocer que duermo poco, me acuesto tarde y me levanto pronto. De pequeño pensaba que dormir era perder el tiempo “mientras duermes no vives” solía decir, y cada vez lo pienso más, sobre todo ahora en “tiempos de pandemia” que vemos con ira como la injusticia se abre camino arrebatando a diario el tiempo de las personas.
Sí, también le decimos adiós, y ese “también” es tan duro como el adiós. Decir adiós es ya una costumbre, y cuando nos referimos al adiós a un ser querido es una mala costumbre. Lamentablemente es una costumbre porque nos hemos habituado, a la fuerza, demasiado pronto y rápido a decir adiós. Esta pandemia nos está arrebatando muchas cosas sin derecho a despedida, suena irónico para mí, que nunca me gustaron las despedidas.
Pensar, recordar, hablar, y en mi caso escribir, es la única despedida, a título póstumo, que nos queda para honrar a quien se marcha cuando ni tan siquiera podemos acompañarle en los momentos más duros, y fugaces, de su vida. Es injusto para quien se marcha y también lo es para quien se queda.
En ese impasse aparecen ellos, los ángeles de la guarda. Los profesionales que son más personas que profesionales si cabe: enfermeros, médicos, celadores, limpiadores, y todos aquellos trabajadores del ámbito sanitario que, además de velar por las vidas, acompañan en la terrible soledad a nuestros seres queridos cuando más lo necesitan y no pueden tener otra compañía. Por vuestra sensibilidad y humanidad, a todos vosotros y vosotras siempre GRACIAS, en mayúsculas, eternamente agradecido.
Hoy más que nunca hay que vivir el momento y decir, aunque sea por video llamada, los te quiero que no acaban mientras funcionan los relojes de la vida. Y es que el tiempo, y los hijos, te hacen entenderlo casi todo.
Este virus se lo lleva todo. Las relaciones, las sonrisas, las amistades, los abrazos, las personas, los besos, las cervezas en el bar y hasta la sensatez. Estamos viviendo lo nunca visto y hay quienes no parecen darse cuenta que por encima de todo está la educación y el respeto. Si se pierden las formas con ellas también se pierde la razón.
Hoy hay que protegerse para proteger a los demás. Todo lo que hacemos, y lo que no hacemos, aunque algunos puedan pensar que no, va a tener consecuencias en los demás. A los que tienen en su mano decidir, implementar medidas preventivas, que aparquen el orgullo y decidan siempre hacer. Porque cuando se trata de prevenir, de cuidar de la gente, todo esfuerzo será poco, ya que todos, absolutamente todos, estamos lidiando la misma batalla.
No van a haber en esta historia vencedores ni vencidos. Todos habremos sido vencidos de un u otro modo, puesto que todos habremos perdido mucho en este camino: relaciones, sonrisas, abrazos, besos y las cervezas en el bar pero, por favor no perdamos la sensatez.