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Per José Luis Esteban
Andanada de sol - RSS

Exijamos un tercio de varas bien ejecutado

    Ya hace mucho tiempo que el tercio de varas se ha quedado en una dañina comparsa, en un mero trámite, en algo molesto a la vista de los espectadores de una corrida de toros donde solo ven como un señor con una vara larga y punzante, sentado sobre un percherón acorazado, masacra sin piedad a un toro que choca contra el muro de piedra de su cabalgadura y cuando sale del encuentro suele doblar sus manos un tanto trastabillado. Por lo tanto, a mí no me extraña que neófitos en la materia se tapen los ojos exclamando piedad para el cornúpeta. Pues menos mal que con un solo puyazo basta.

    Es una verdadera lástima que tengamos que asistir a este bochornoso espectáculo en el noventa por ciento de las veces que acudimos a una plaza de toros, siendo los máximos culpables el propio picador como ejecutor y su matador como máximo responsable de la lidia.

    En otras ocasiones también se está viendo en demasía, que debido a la poca fuerza de los toros, la suerte de varas tan solo se limita al choque fuerte del toro con el acorazado corcel recibiendo un simulacro de picotacito sobre su lomo sin importar el sitio donde caiga la vara. Que conste que estoy totalmente de acuerdo que se proteja el caballo, pero con los inventos tan modernos que actualmente existen, que no me digan que no hay ningún tipo de prenda sintética más liviana en peso e infranqueable a los pitones del toro, cual chaleco salvavidas se tratara, que el amurallado peto actual.

    Resulta muy penoso ver a lo que ha llegado una de las suertes más emocionantes y vibrantes de una corrida de toros.

    Yo he visto corridas un tanto tediosas y que con un tercio de varas bien ejecutado se ha levantado la tarde dando un vuelco total hacia el éxito del torero.

    Al toro se le debe dejar de largo, así se consigue ver como arranca, mete la cabeza y empuja. El picador debe parar al toro lanzándole la vara hacia el morrillo, antes de que éste choque contra el peto. El matador debe evitar el largo mono puyazo que mermaría las condiciones del toro. Debe estar siempre atento sacando enseguida al toro del caballo para poder competir en quites y volverlo a colocar de largo en suerte.

    El toro debe entrar cuantas veces sea necesario al caballo, pero no para que lo asesinen, si no para que pierda la cantidad suficiente de sangre y quedarse totalmente preparado para la faena de muleta.

    El tercio de varas bien ejecutado es fundamental dentro de una buena lidia para medir la bravura del toro, su acometividad y su fijeza. Para ahormar su embestida, con lo que humillará más y derrotará menos. Para descongestionarse, pues el toro es un animal hipertenso por naturaleza, al sangrarlo se consigue normalizar su tensión arterial y evitar su muerte súbita.

    Pero para ello debe picarse en su sitio y no como se pica en el noventa y ocho por ciento de las veces. Con mucha pena veo que se aplauden varas colocadas en los rubios, es decir, en lo alto de las agujas, o en la cruz, pues eso es picar atrás.

    Se debe picar en el cervigüillo, que es la parte alta del morrillo, pues se ha demostrado que el morrillo del toro se compone de una gran masa muscular y vascular, donde existe poca inervación sensitiva, por lo tanto el toro no percibe apenas dolor y lo que se consigue es que sangre lo suficiente para descongestionarse, y estos músculos son tan voluminosos que permiten ser dañados sin lesionar órganos vitales del animal, impidiendo derrotes bruscos facilitando una embestida humillada y cómoda.

    En cuanto al sangrado, hay que tener en cuenta que un toro de unos quinientos kilos de peso tiene sobre treinta litros de sangre. Por que pierda de tres a cinco litros, no le ocurre absolutamente nada. Es como en los seres humanos, que tenemos cinco litros de sangre y en una transfusión donamos dos litros y no pasa nada.

    Pero si se pica trasero, es decir, por detrás del morrillo, enseguida se daña la columna vertebral, comprimiendo la médula espinal produciendo parálisis de los miembros. De ahí la pérdida de las manos del toro cuando salen del encuentro del picador, produciéndose las correspondientes caídas. O, si se pica en los bajos, o sea en los brazuelos, o en los costillares, se merma físicamente al toro quedando inválido para el resto de la lidia, pudiendo producir hasta destrozos pulmonares debido a la penetración de la pica en la cavidad torácica provocando el consiguiente neumotórax.

    Por ello los primeros que debemos denunciar la mala colocación de la vara somos los propios aficionados y debemos de exigir que la suerte de varas se ejecute correctamente. Si así se hiciera volveríamos a disfrutar de uno de los tercios más emocionantes y más importantes para la correcta lidia del toro.

    Hermoso, a la vez que emocionante es ver arrancarse un toro de largo hacia el caballo, donde previamente el picador lo ha citado con su voz y la garrocha. El toro acude alegre y con el rabo tieso. El picador lanza la pulla antes de que la res choque contra el equino y acierta en lo alto del morrillo. El toro humilla y empuja con los cuartos traseros. Y al cite del matador de turno sale tras el vuelo de su capote. El picador tan solo lo ha marcado. El Maestro se luce con su quite y lo vuelve a colocar en suerte, siempre a una distancia considerable. El toro se arranca de nuevo ante los aplausos y el júbilo de los aficionados y el picador deja caer la vara, por segunda vez, sobre el morrillo del toro, siempre delanterito, la aguanta un poco más y es el siguiente espada quien saca ahora al cornúpeta para mejorar el quite de su compañero, verónicas, chicuelinas, tafalleras... un sinfín de bellos lances que nos hacen disfrutar a los aficionados. Según el matador vea al toro lo volverá a poner en suerte ante el caballo, pero de todas maneras su orgullo de torero le hará replicar en un nuevo quite para demostrar quien es el mejor.
    Señores, lo que acabo de relatar está incluido en el precio de la entrada que pagamos. Pues exijámoslo, que no nos supriman poder disfrutar de una buena suerte de varas.

    Por su puesto, para que todo esto se cumpla es imprescindible un toro íntegro y fuerte, tal como exige el reglamento y como debe salir a la plaza. Si no es así es que nos están engañando y entonces el presidente debe sacar el pañuelo verde, si es que realmente cumple su cometido de defender los intereses de los aficionados.

    El puyazo trasero, además de mermar físicamente al toro, le induce a levantar la cabeza, mientras que la puya bien colocada hace que el toro humille y evita a su vez los movimientos bruscos de su cabeza. Por lo tanto, podemos decir que del picador depende el resto de la lidia. Es decir, de acomodar al toro a las aptitudes de su matador.

    Por todo ello, aprovecho mi artículo par suplicar y exigir que se cuide el tercio de varas, que se haga bien y con integridad, evitar el mono puyazo y suprimir esa tontería independientemente de la categoría que tenga la plaza.

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