Tres meses de estado de alarma: así hemos cambiado
Distancia social, mascarilla y vivencias que habríamos deseado no vivir. Se cumplen tres meses del primer decreto de estado de alarma
Podríamos decir que ha pasado un siglo y no nos extrañaría, pero lo cierto es que solamente han pasado tres meses. El 2020 será un año recordado por muchas cosas, y por desgracia no buenas. Un año marcado por la pandemia que nos ha robado la primavera, a muchos seres queridos y también la libertad de creernos casi invencibles.
Este domingo se cumplían tres meses desde aquel sábado en el que pasadas las nueve de la noche el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparecía ante todos los españoles para anunciar algo que ya venía sonando con fuerza desde hacía días: el decreto del estado de alarma.
La pandemia del coronavirus comenzaba a ser incontrolable y era necesario un mando único que pilotara la lucha. El Ministerio de Sanidad coge las riendas y ha sido durante todo este tiempo quien ha tomado las principales decisiones. Todas las comunidades autónomas en manos de un departamento desde donde, como es normal, también habían cientos de dudas sobre cómo actuar.
El 14 de marzo de 2020 las calles de toda España se vaciaban. Adiós a los coches. Adiós al barullo que llenaba cada rincón de cada municipio. Adiós a las celebraciones y también a las despedidas. El silencio ha reinado en todas las calles de nuestro país, representando un dolor y una incertidumbre común para los millones de españoles que han permanecido confinados en sus casas. Todos con un objetivo común: ganar la batalla al virus.
Las mayores restricciones de las últimas décadas han sido las que se han vivido en estos últimos meses. Marzo, abril y mayo han pasado por delante de nuestros ojos convertidos en una especie de Gran Hermano, donde todos los sentimientos se magnifican: el miedo y la impotencia, pero también la responsabilidad y el esfuerzo colectivo.
Han sido meses difíciles para los cuales se han llegado a pedir hasta seis prórrogas del estado de alarma. Duramente debatidas en el Congreso de los Diputados y con multitud de reprimendas por parte de los grupos de la oposición. En cambio, desde el Ejecutivo defienden “se ha demostrado que el estado de alarma ha funcionado”. Los datos hacen dudarlo, pero también plantean una pregunta: ¿Cómo habría atacado el virus sin ese instrumento constitucional?.
Los coletazos de un virus sin frenos
Cuando comenzábamos a hablar del coronavirus tras inaugurar el nuevo año, era algo que nos sonaba lejano e incluso poco improbable. Ahora, tras tres meses de lucha, somos conscientes de que los virus pueden llegar en cualquier momento y quitarnos lo que más queremos.
Durante este tiempo han sido muchas las familias que han tenido que dejar de verse, millones las personas mayores que aun a día de hoy permanecen encerradas en las residencias con muy poco contacto con el exterior, también muchos los que ven acercarse un futuro incierto a pasos agigantados.
Los coletazos del coronavirus no cesan. Desde que se decretara el estado de alarma solo en la Comunitat Valenciana se han registrado 65.564 ERTE que afectan a 415.635 trabajadores. Un duro golpe para la economía española que ya prevé caídas a niveles de la última crisis del 2008.
Para hacer frente a ella, el Gobierno aprobó medidas específicas para los expedientes de regulación de empleo y medidas sociales como la prohibición de cortar los suministros eléctricos a aquellas familias que no pagaran las facturas. También una moratoria en las hipotecas y salvaguardó a los autónomos dejándoles libres del pago de su cuota si cesaban temporalmente su actividad.
El ámbito educativo también ha sufrido y se ha puesto a prueba. Mucho se hablaba de la digitalización pero la realidad estaba muy alejada de ello. Los más pequeños han dicho adiós a las horas de patio, a sus compañeros y sus rutina. Ahora las clases son a distancia, gracias a internet y al esfuerzo de los docentes. Un esfuerzo que también ha puesto de manifiesto la desigualdad que existe entre familias.
Algo parecido ha ocurrido con los trabajadores en general. El teletrabajo sonaba en marzo como algo poco corriente en nuestro país, y ahora se estudia una regulación específica para el mismo. La declaración de servicios esenciales trajo consigo la puesta en valor de algunos sectores que, hasta el momento, no todos estaban siendo valorados en su plenitud.
En este tiempo, también hemos dicho adiós a esos turistas siempre reconocibles que llenaban las calles más emblemáticas de nuestras ciudades. El cierre de fronteras los dejó fuera y el miedo, seguramente, les hará no visitar España este verano poniendo en jaque al sector turístico. Sin olvidar a los miles de Erasmus que han renunciado a su experiencia a causa del coronavirus.
Y no menos importantes, nuestras fiestas. Todas han quedado aplazadas hasta el próximo año con sus consecuentes consecuencias económicas para todas las localidades. Pero la seguridad ciudadana va por delante.
Nueva normalidad
El próximo 21 de junio decimos adiós al estado de alarma y con ello a las restricciones. Entramos en una nueva normalidad donde también habrá muchas cosas diferentes, entre ellas la obligatoria distancia social.
Es corresponsabilidad, no solo el miedo a ser contagiado sino también el miedo a contagiar sin saberlo. Hasta nueva orden el uso de mascarillas será obligatorio y los aforos limitados sobre todo en los lugares cerrados.Podremos volver a las playas, a los cines, a los teatros y también a las terrazas, pero siempre cumpliendo nuevas normas que nos permitan seguir aprendiendo a disfrutar de estos pequeños placeres aunque sea de una forma distinta a la corriente.
Han sido tres meses de grandes cambios pero también de grandes logros. Llega la nueva normalidad.