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Muñoz explica el análisis del ciclo de vida como una herramienta para orientar las acciones de sostenibilidad

Muñoz explica el análisis del ciclo de vida como una herramienta para orientar las acciones de sostenibilidad
    Conseguir reducir los impactos ambientales, identificar las posibles mejoras en el sistema y enriquecer la imagen de marca son los principales objetivos que el análisis del ciclo de vida (ACV) puede aportar a un producto, proceso o actividad, según ha explicado el profesor Carlos Muñoz en la primera de las conferencias del curso de verano “Herramientas para el análisis de las sostenibilidades de los sistemas energéticos” que se desarrolla lunes y martes 11 y 12 de julio de 2011 en la Universitat Jaume I de Castellón.

    El investigador del Grupo de Ingeniería de Residuos de la UJI ha destacado entre las ventajas del análisis del ciclo de vida la objetividad y la transparencia, así como el hecho que es un análisis aceptado en varios sectores que nos ofrece una visión global y una concepción integral del producto, proceso o actividad; sin olvidar que existen algunos inconvenientes en su aplicación, como la complejidad en la elaboración o la no inclusión de los efectos locales o el análisis de riesgos.

    El análisis del ciclo de vida (ACV), ha indicado Muñoz, se rige por dos normativas, la UNE-EN ISO 14040:2066 que incluye los principios y el marco de referencia y la UNE-EN ISO 14044:2006 que trata sobre los requisitos y las directrices, que incluyen las etapas en las cuales se divide el análisis. En la primera de ellas, definición de objetivos y alcance, hay que especificar que información se pretende conseguir, a quién va dirigida y hasta qué grado de profundidad se realizará el análisis.

    La segunda fase, llamada análisis del inventario, es la más compleja y en ella es realiza un balance de materias y energías con el fin de obtener datos y aplicar procedimientos de cálculo que nos sirvan para cuantificar las entradas y salidas relevantes del sistema analizado. Esta fase sirve para tomar conocimiento del proceso y evaluar las medidas que se pueden aplicar, no sólo para mejorar el impacto ambiental, como por ejemplo el etiquetado ecológico, sino también a nivel económico.

    La última de las fases obligatorias según la normativa sería la evaluación del impacto, un proceso técnico donde se especifican los contaminantes que aparecen en el proceso, producto o actividad analizado y que se podrían clasificar dependiendo de a quién afectan o cómo afectan (a nivel local, regional o global). El ACV incluye dos etapas más, no obligatorias, que son la normalización y la ponderación. En la primera, se estudian los factores que permiten relativizar los datos y la segunda, se convierten se un único índice ambiental distintas categorías de impacto.

    El análisis del ciclo de vida concluiría con una interpretación de los datos obtenidos con propuestas concretas para mejorar sostenibilidad del proceso, producto o actividad. Entre las posibles acciones que se podrían iniciar encontraríamos la extensión de la vida del producto; la sustitución o reducción de un determinar material contaminante; el incremento de la eficiencia en la fabricación; o la mejora de la distribución y logística o el tratamiento del fin de la vida.

     

     

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