Ignasi, el ‘guardián de los cielos’ de un pueblo de Castellón premiado por la Aemet
Este observador de Vilafranca ha sido elegido entre los miles de aficionados que colaboran de forma altruista con la agencia
Como cada 23 de marzo, la comunidad meteorológica celebra el Día Meteorológico Mundial y la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) distinguirá a tres de sus mejores observadores amateurs de la red secundaria de estaciones.
Son casi 2.000 aficionados altruistas por toda la geografía española los que cada día registran el agua caída, el viento que sopla o la temperatura de su municipio. Y este año uno, de los tres premiados será Ignasi, un vecino del municipio castellonense de Vilafranca del Cid.
Ignasi Llopis, ya jubilado en sus 68 años tras una vida trabajando en la botica del pueblo, anota cada día los registros que deja su estación, a 1.130 metros sobre el nivel del mar.
“Nací el día 1 de febrero de 1956, tan solo diez días antes de registrarse la temperatura mínima que se ha conocido al menos, desde dos generaciones anteriores a la mía”, explica como señal del destino.
Sin embargo, no fue hasta 1987 cuando “el entonces observador de la estación meteorológica, Francisco Molmeneu Troncho, me propuso hacerme cargo de la recogida de datos”. Desde entonces, su vida ha quedado ligada al tiempo de la comarca.
“Durante todo este tiempo, de una forma metódica y rutinaria, acudía puntual a la estación antes de ir al trabajo”, explica Llopis, que añade una curiosa costumbre: “Igual que hacia mi antecesor, desde que me hice cargo de la estación he publicado diariamente los datos en tres escaparates de diferentes comercios y cafeterías del pueblo”.
Nevadas, lluvias excepcionales, temperaturas extremas… En el pueblo todos esperaban su medición para saber el dato exacto de lo ocurrido.
Así, lleva casi 40 años recopilando para la Aemet los datos de una zona muy especial, considerada por sus tormentas la que más rayos registra por kilómetro cuadrado. De hecho, Vilafranca se encuentra junto a la denominada Sierra del Rayo.
De esta forma, paso a paso y día a día, Llopis ha seguido los pasos del que fuera el primer observador meteorológico del pueblo, el médico Evaristo Alcón, quien inició esta ‘saga’ en 1914.
Eran unos tempos en las que, como explica Llopis, “al no haber instrumentos que dieran información exacta la gente de la zona disponía de su propio vocabulario con palabras y frases perfectamente interpretadas y entendidas por todos”.
Fer fortor o gebra (frío), arabogues (viento del noroeste con veloz lluvia o nieve), vasca (calor pegajoso) o repisset (niebla con gotitas) son algunas de las palabras que enumera el observador de Vilafranca, y que todavía se utilizan hoy en día en en el habla popular del interior de Castellón.
Una estación de récords
Llopis explica que los recuerdos sobre el tiempo siempre se han debatido “en las tertulias con amigos y sobre todo en los momentos en que la familia se reunía alrededor de la mesa”. Así, generación a generación se transmitían hechos señalados en la historia popular, como el conocido como ‘L’any de la gelà’ (el año de la gran helada), que congeló el interior de Castellón en febrero de 1956.
En este sentido, la larga historia de la estación ha sumado muchos registros extremos, como la temperatura máxima de 38,5°C un 10 de agosto 2012, o la mínima, de -12,0°C el 7 de enero de 1985, que también se repitió el 23 de enero de 2011.
En cuanto a las lluvias, en la zona la media anual de precipitación en las últimas décadas es de 694,9 l/m², pero el año más lluvioso fue 1989 con un total de 1338,0 l/m², frente a un 2017 muy árido, con solo 385,4 l/m2.
En octubre del 2000, en cambio, las lluvias fueron muy intensas, tanto que es el mes con el máximo histórico de lluvias. De hecho, el día 23 de ese mismo mes de octubre se considera el más lluvioso en la historia de Vilafranca desde que hay registros, con 194 litros de golpe.
Tierra de rayos
Al considerarse la zona con más rayos de España, según las estimaciones de la Aemet, este es uno de los factores que más impacta en el tiempo del municipio y también que más alarma social causa.
Llopis recuerda que en agosto de 2021 un rayo impactó sobre un chopo en el paraje de las Fuentes del Losar solo una semana antes de que otro rayo hiciera lo propio sobre otro chopo en el propio casco urbano, cerca de la fábrica Marie Claire.
“En los paseos por los bosques de estas tierras, podemos ver muchos pinos alcanzados por rayos”, explica Llopis, que recuerda que “el mayor de todos es el Pi del Comunet”, un pino monumental que quemó un rayo en los 80 en la carretera hacia Mosqueruela (Teruel).
Pero no solo alcanzan a los árboles, como sucedió un 17 de agosto de 2003, cuando “hubo una fuerte tormenta en Villafranca”. “Un rayo fue a parar a la torre campanario de la iglesia parroquial impactando en la veleta que cayó en el tejado del edificio de la guardería”, recuerda Llopis, que explica que también varias piedras cayeron encima de una vivienda agujerando el techo.
Además, las tormentas no solo vienen acompañadas de rayos sino de granizo, y en este sentido señala la espectacular granizada del 16 de agosto de 1982, que dejó numerosos destrozos o la del 25 de mayo de 2014, que sumó 13 centímetros de ‘piedra’.
¿Qué es la red secundaria de Aemet?
José Ángel Núñez, jefe de Climatoogía de la Aemet en la Comunitat Valenciana, explica que “la agencia proyectó su red secundaria de observación en el año 1905, con el objeto de crear una red de observadores no profesionales que completaran los datos del Instituto para llegar a más lugares”.
“Con el paso del tiempo, el número de observatorios de esta red no hizo más que crecer salvo, lógicamente, durante la Guerra Civil y alcanzó el máximo número de observadores a mitad de los años setenta, con más de cinco mil. Desde entonces, se ha venido produciendo un lento declive del número de observatorios de esta red, para descender a los dos mil en años recientes”, explica.
“Los datos de la red secundaria siguen siendo fundamentales para nuestros análisis y valoramos mucho el trabajo altruista de los casi dos mil observadores”, de los que destaca “la gran relevancia que tienen en sus pueblos, donde son auténticas personalidades”.