«Toro», de John Conde, una exaltación musical altísima que trae una carta
Y entonces llegó John Conde.
(Esta frase me ha venido entera y de golpe a la mente, como inicio de este artículo sobre el disco de John Conde «Toro»): Y entonces llegó John Conde.
Cuando escribo poesía, para un poema o para el título de un libro, me vienen como caídos del aire, los títulos, enteros, zonas sonoras y visuales medulares que marcan todo lo demás.
Quiero hablar del primer disco en solitario del músico onubense John Conde, de nombre «Toro», que contiene diez temas, en los que colaboran distintas personalidades de gran altura de la música internacional. Y no quiero decir ni una palabra de más. Porque recién vengo de escucharlo entero -ayer- y siento que no hay palabras para describirlo, de tan hermoso, de tan único, de tan nuevo, de tan acorde a la tradición, de tan rico en estilos y neoestilos, de tan libre, de tan ecuestre, de tan galopante, con tanto corazón de perro, tan floral, tan naturalista, tan provocador, tan altivo y oscuro y tan brillantísimo a la vez. Amigo de la música y su historia pero muy rebelde ante las cercas que tantas veces se encuentran en la música y volador, con sus instrumentos, el John Conde, como un gran poeta -imagino a William Blake, a un Hölderlin-, desde las alturas soñando y ejecutando versos, sonidos, músicas bellas y eternas.
Debo decir algo importante, el disco de John Conde todavía no ha sido editado. Sí ha sido grabado y masterizado. He tenido acceso a las canciones como primicia, de la mano del mismo creador, que también le ha enviado, según me ha dicho, algunos temas a ciertos elegidos y elegidas. Hablo en términos poéticos, pareciera grandilocuentes, porque anuncio algo grandioso. Y no soy capaz de sustraerme a esta realidad, que debe enunciarse con las palabras precisas.
El disco se presentará en mayo en el Gran Teatro de Huelva.
Quiero decir, solamente, qué sentí al escuchar de seguido las canciones del disco ayer, de pie ante la higuera de mi casa, enorme, alta de ramas vigorosas y ya casi cubierta de nueva hoja verde. Miraba su copa alta, las hojas situadas más arriba mecidas levemente por el viento mientras escuchaba, anonadado, la música. Cada tema es único, sólido, completo y tiene que ver con el siguiente, y así toda la cadena de diez canciones en que hay un nexo argumental, en el lenguaje sonoro empleado, donde se puede decir sin temor a fallar que las canciones, unidas, conforman un monumental concierto. Cada tema, escuchado por separado, es una maravilla y viene a comunicarnos algo, hermoso, profundo y necesario. Y todo el disco, con sus idas y venidas de instrumentos variados, llevados al límite los sonidos de los instrumentos -los músicos han actuado como maestros del jazz, heroicos y sobrados, salvajes y audaces-, todo el instrumental recuerda a lo más vivo y hermoso de la música clásica, a esas grandes composiciones que nos han sido y serán eternas, de los grandes divos de lo clásico, que uno los ve casi como dioses, en cierta forma lo son. Chopin, Bach, Beethoven, Wagner, y miro también a los músicos actuales audaces y divos, Mike Oldfield, en este país Nacho Cano en «Hijos de un mismo Dios», que vino en un alarde de libertad musical loca a dejar en las manos de nuestro corazón una maravilla que marcaba un antes y un después. En todo esto pensaba mientras exaltado escuchaba el disco con los cascos, mirando las altas ramas de la higuera, el cielo recortado con las hojas que más podían besarlo, sus piececitos celestes, y de tanto en tanto bandadas de pájaros arriba, y un bajo vientecito meciendo las briznas de hierba que desde mis zapatillas hacían pueblo hasta el gran tronco de la higuera, de donde parecían venir las sinfonías, los cantos, del disco.
Y pensaba: pero esto es «único». No tiene parangón.
Pensé en Raimbow, sólo Raimbow con sus largas baladas me ha introducido en un estado de trance febril como la música de Conde. Pensé: ¡qué alegría!, en ciertas canciones, que rememoran sonidos del cine, sobre todo del Western. Es un disco duro, de una épica cotidiana, diríamos. Como si supiera de todos nosotros y nos dijera: Te conozco, yo soy como tú y tú como yo, hemos vivido iguales experiencias. Porque cuando piensas al escucharme hablar (la música dice) esa memoria que te viene sin imágenes y llena tu pecho de amor y luz apasionada alegre, eso he visto yo y traigo, a manos llenas. Porque vengo a salvarte.
Porque vengo a salvaros.
Soy la gran música. La que nunca morirá. La que siempre renacerá por ti. Que todos somos música, un gran poema. Nunca lo olvides, no te sientas sólo, oh importante verso. Tu tristeza ejerce efecto en el conjunto de la canción, que sostenemos todos, de norte a sur, de este a oeste.
El rock será la tumba del fascismo, hace poco dijo «El drogas».
La música siempre nos salva, somos música, se me ocurre decir a mí.
Y recordando esto, saldremos de ésta. Saldremos de todas. ¿Sabemos cuánta belleza y cuanta salvación tenemos a nuestro alrededor y en mitad de nuestro Clan?
El disco «Toro» vale para banda sonora de cualquier película, cualquiera de sus temas y en su conjunto. Sirve para tocarlo en vivo, porque es una bestialidad de bonito. Se puede decir que es rock, que parte del rock pero como se curva y zigzaguea grácilmente hacia estilos tan diversos, ¿qué no más se puede decir de él? Todo. Sólo que es música. Y de la buena. Con sello. John Conde. He visto el estilo John Conde. Cada vez que comienza una canción -y sin repetirse en nada, sin ser previsible nada, porque todo es sorpresa- existe una impronta, un espíritu. Se puede ver la mano y el alma de John Conde.
Le espero grandes éxitos a este trabajo. Espero que a John no le importe que haya realizado esta reseña sin haberse editado y sacado a la luz aún su trabajo. Pero debía hablar, me he sentido obligado. Y actúo por libre, como su música. Cuando uno se topa con la maravilla en mitad del bosque luego ha de contarlo en el pueblo, entre las casas.
Celebro el nacimiento de algo que viene adelantado a su tiempo, y al mismo tiempo, que respeta enormemente la tradición y a lo hecho por las y los ejecutores mejores de nuestra música histórica.
Los diez temas del disco son: «Ratman», «Toro», «Tornado», «I Wanna Rock», «El diablo me llama», «New West», «Covadonga Mountain», «La leyenda del tiempo», «La bruja» y «Somewhere like a star».
En el tema «Toro» tengo el honor de participar con el recitado de un poema, es uno de tantos temas que ha quedado magnífico.
En cuanto a las colaboraciones en el disco de personalidades de la música -perdón si olvido algunas, en cuanto salga el disco reagruparé toda esta información en nuevas notas más completas-, aparece Penélope Watson, en la versión del lorquiano «La leyenda del tiempo» de Camarón de la Isla en formato bulería. La mexicana Natalie Lafourcade y el grupo "Los Cojolites", agrupación musical mexicana fundada en 1995, ganadores de los Premios Grammy y formaron parte de la banda sonora de la película Frida, que fue ganadora del Óscar en 2002. Participa el bajista Cayetano Carrasco, el trompetista Diego Pérez, el batería Rafael Rabal, músico que ha tocado con Pastora Soler y con muchos otros artistas importantes. En los teclados, Pablo Vázquez. El sevillano Javier Delgado, al contrabajo. Pedro Rodríguez, a la armónica y, como digo, muchos otros músicos en una impecable producción que corre a cargo de Rubén Díaz.
John Conde, natural de Huelva, es un músico ecléctico con más de 25 años de trayectoria profesional en la que ha participado en multitud de proyectos que lo han llevado a hacer giras por gran parte de Europa.
Guitarrista y compositor como principales funciones, abarca en su dilatada carrera diferentes estilos como Rock, Jazz, Pop... teniendo especial dedicación a las Músicas del Mundo como el Folk irlandés y Música Sefardí grabando con varias formaciones como Las Bruxas, Rania o Contradanza. Además de Stolen Notes, hasta la actualidad trabaja en proyectos con diferentes colores musicales. Los más destacables son un trío de jazz centroeuropeo titulado Acoustasonics Trío y el dúo con la cantante Rosie dee, basado en el soul y en el smoth jazz.
Pero su último ejercicio musical es la creación, grabación y próximo lanzamiento de su primer disco en solitario, con su marca «John Conde», disco del que aquí hablamos.
Sobre su trabajo en solitario «Toro» se trabaja en la actualidad, a la par de en la presentación del disco en mayo, en el primer videoclip, sobre el tema «I Wanna Rock». El siguiente videoclip, dirigido por la productora Alicia Rodríguez, será sobre el tema «Toro» (tema homónimo del título del disco), donde apareceré yo como poeta recitando el poema que integra la canción, y también aparecerá «la Bestia», la bailaora castellonense Sandra «La madueño», que ejecuta coreografías antitaurinas y antiespecistas, asidua con sus danzas en las manifestaciones animalistas, como yo con mis poemas, protestas y actos culturales en que hemos coincidido con recitado y danza para la liberación animal innumerables veces.
Enhorabuena, gran poeta de la música John Conde. Enhorabuena a los colaboradores de tan buena nueva. Gracias, en el nombre de todas y todos, a toda aquella y aquel que haya tenido algo que ver con el nacimiento de esta gran creación tan reflejo de nuestro tiempo, de este país, de los claroscuros de todos nosotros, el disco «Toro». Nos trae una carta. La leyenda.