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Por Ángel Padilla
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Reseña de «El libro del clima», creado por Greta Thumberg (Lumen), varios autores

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    Reseña de «El libro del clima», creado por Greta Thumberg (Lumen), varios autores- (foto 1)

    El volumen con título "El libro del clima", donde Greta Thumberg invita a expertos en el clima, en los ecosistemas, a científicos de distintas ramas que son autorizadas para opinar sobre la crisis climática que vivimos en nuestro tiempo y que con su largo tren de desastres, olas de calor, sequías (lo que supone todo esto para los animales silvestres, que declinan y mueren o escapan, desesperada, en forma suicida, hacia lugares más 'soportables') y aumentos del nivel de las aguas del mar, no acaba más que empezar, es, sin duda, una de las grandes obras de nuestro tiempo; y, analizadas las obras importantes en retrospectiva, también “El libro del clima” es una obra fundamental en la historia humana.

    En "El libro del clima" se nos muestra mediante gráficos, fotografías, testimonios y pruebas irrefutables, que la respuesta del clima a la combustión desorbitada de combustibles fósiles junto con la infestación con aerosoles del aire que todos respiramos y todas otras aquellas cosas que individual y colectivamente los humanos hacemos, proyectamos, diariamente, y que alimentan la destrucción que se cierne sobre la Tierra y desde ella, ya está aquí, enfermada y enfermante, alucinada y alucinante, ardida y ardiente, porque todo en su estructura antes ordenada para ser un mundo vivo, está esquilmado y destruido: al rojo vivo pusiste la puerta de casa, vecino, arderá ella y tu vida. “Nuestra casa está en llamas”, fue una de las tantas cosas reales y terribles que Greta Thumberg dijo en alguno de sus múltiples discursos contra la indolencia colectiva y la crueldad ciega y letalísima del capitalismo.

    Pero vayamos a los datos; por de pronto, mostraré algunas de las realidades a las que nos enfrentamos hoy, y que no remitirán sino que irán a peor, de no tomar medidas frente a ellas.

    - "A pesar de las advertencias funestas en las décadas de 1980 y 1990, desde 1991 hemos emitido más CO2 que en el resto de la historia humana." En resumen, en tres décadas, se ha lacerado mucho más a la Tierra en estas últimas tres décadas que en los siglos anteriores, desde que el humano comenzó a construir, producir y consumir indiscriminadamente. Cualquier lector que lea estas líneas estará de acuerdo conmigo, además, que las primeras consecuencias “visibles”, perceptibles, del calentamiento global, se han comenzado a sentir desde el año 2020 hasta el actual 2024, y va en aumento la percepción del cataclismo. Es como si hubiéramos tenido encendida una olla a presión a fuego lento al lado de nuestra silla durante años, pero sólo ahora oímos el pitido enloquecido de su tapa, y pronto estallará. La olla del cambio climático está en todo el aire, y nosotros estamos dentro de ella. Por desgracia, no sólo nosotros, sino el resto de las especies animales, que no tienen culpa de los hechos funestos del humano, ciego, loco e inconsciente. En gradación de daños, las sociedades más ricas, lógicamente, dañan más que las más pobres.

    RESPECTO A LOS RICOS:

    -El 1 por ciento más rico de la población mundial es responsable de más del doble de la contaminación de carbono producida por las personas de la mitad más pobre de la humanidad. (Esta verdad nos coloca, rotundamente, en la urgencia de un cambio drástico, que comienza con, desde, la educación. La humanidad, culturalmente, ha sido complaciente no, sino peor aún, admiradora de los ricos, de los futbolistas, de las monarquías, de los grandes empresarios, se ha enseñado que quien tiene algo es porque se lo ha ganado con sudor, y es falso en la mayoría de los casos. Es más, es abyecto que una sola persona en este mundo posea, tenga a mano, lo que serviría a miles de otras personas si poseyeran lo que éste posee (añadamos que las riquezas humanas se sostienen siempre sobre holocaustos animales). De cualquier forma, en términos de huella ecológica -o sea, léase lo que uno hace y con lo que hace a cuántos y cuánto de lo vivo en la Tierra destruye-, los ricos, con sus cosas y hechos, dañan, cada uno de ellos, lo que dañarían miles, millones (según cuánta riqueza posea ese rico), con su paso en el día, que se contamina y nos contamina por microsegundos.

    APUNTE NECESARIO SOBRE EL CO2

    No se puede entender la crisis climática, el calentamiento global, sin entender bien el concepto de CO2. En “El libro del clima”, se habla del CO2 tanto como se hablaría del humano en un libro de antropología. Es, el CO2, la antesala a todo el mundo vivo. En la tierra, con la luz del sol y el agua, se transforma en materia viva a través de la fotosíntesis que genera el oxígeno. El CO2 de las plantas pasa a los animales y los ecosistemas, pasa por los océanos y de nuevo al aire, en forma pura, nuevamente, de CO2.

    El CO2 es decisivo en la salud de los océanos y en la temperatura del planeta. Si la química del CO2 se altera (y está alteradísimo), todo se va al traste, los seres vivos mueren y los océanos se acidifican. Para Roger Revelle, el CO2 es la "sustancia más importante de la biosfera".

    Así como el desorden ordenado en la naturaleza salvaje y silvestre se mantiene mediante la llamada cadena trófica, en el aire y las aguas son esenciales que los ciclos de carbono mantengan un equilibrio. El mar colabora en forma importantísima en ese equilibrio de los ciclos del carbono del CO2, la tierra mediante la fotosíntesis de las plantas y la absorción en sus fondos (tanto los mares como las tierras) del carbono, ruedan en el ciclo perfecto del CO2 en este mundo.

    En síntesis, el nivel óptimo de CO2 que necesita la tierra se ha mantenido durante siglos bien, hasta que llegó la era industrial de la humanidad, que desordenó ese ciclo mágico y vital, aumentando los niveles regulares de carbono década tras década a un nivel insoportable e ingestionable por las biomasas y ecosistemas, que se vieron desbordados por la imposibilidad de regular una emisión descontrolada de carbono y se perdió, en el mundo vivo grande, hace mucho la resiliencia para resolver el conflicto. Sencillamente, el clima está desbocado y enfermo, de mucha gravedad.

    ¿Qué medidas tomar?

    En “El libro del clima” se apuntan distintas cosas que se pueden hacer desde el ámbito íntimo, ya que los países, en sus reuniones en las pantomimas de las Cumbres Climáticas, no hacen nada.

    Las y los expertos que se expresan con sus conocimientos y vivencias relacionadas con el clima y su declive, coinciden en muchos puntos, sobre lo que podemos hacer individualmente cada uno de nosotros y nosotras:

    -Usar el transporte público más que el auto propio. Con prioridad y, si se puede, la bicicleta.

    -Reciclar. Aunque apuntan que el reciclaje no es tan óptimo como se vende, pues la industria del reciclaje llevada por los gobiernos, cambia en según qué país, el ecoblanqueo se perpetra desde lo pequeño hasta lo más grande. Los gobiernos mienten respecto a que han implantado políticas de 0 emisiones, etc., y sobre que mantienen las ciudades marchando en forma verde con los contenedores adecuados y justos. Por ejemplo, siempre se nos ha dicho que solo el 9% de los residuos plásticos se recicla (que el 15% se recoge para su reciclaje, pero el 40% de este se elimina como residuo), pero aún es peor: una de las expertas que arroja datos contrastados sobre el particular en “El libro del clima”, nos dice que sólo el dos por ciento del plástico que tiramos para el reciclaje es susceptible de reciclar, porque lo sea o porque se quiera, que ambas cosas orbitan en la ecuación. No obstante, trampa en medio, hemos de reciclar. Usar el mínimo de plástico y obligar a las empresas que lo fabrican a que usen otros materiales que realmente sean sostenibles, o reciclables finalmente.

    -Utilizar para la limpieza, limpieza en todo ámbito, productos naturales antes que aerosoles, los sprays de toda la vida: estos son veneno puro.

    Y la cosa más importante, a mi juicio, y que les cuesta soltarla en el libro, más a unas y unos que a otros, pero al final lo sueltan, y claro y veraz:

    Algunos expertos llaman a comer “menos carne”. Porque se sabe que para detener el calentamiento global hay que prescindir de comer animales, eso ya es un hecho. Lo era hace tiempo, claro, pero ya se ha verbalizado. No pueden callarlo. En términos de espacio cultivable, donde comen veinte veganos, come sólo un omnívoro.

    Algunos hablan de la urgente conversión al vegetarianismo, como medio de obtener resultados rápidos al crecimiento del calentamiento global.

    Otros, más atrevidos, y más sinceros y honestos, nos invitan a hacernos veganos. Se sabe que si hoy mismo la población mundial se tornase vegana, el calentamiento global se detendría, y podríamos soñar con un futuro menos desalentador que el que tenemos cercano, ardiendo.

    Si la mitad, al menos, de la población mundial, se tornase vegana, el cambio sería notabilísimo.

    Veamos, se dice que con que sólo el veinte por ciento de la población mundial se hiciera vegana, comenzaríamos a marcar el cambio para salvar la tierra y a todos los animales que la habitan, habitamos.

    En fin, que por encima del tráfico rodado, en “El libro del clima”, expertos en distintas áreas de la ciencia, no les ha quedado más remedio que reconocer que: comer animales le sale carísimo al planeta. Se calienta por el metano que proyectan las explotaciones animales de todo el mundo, y los recursos hídricos y de todo tipo que se requieren (y se ordeñan al famélico planeta) para mantener con vida (esto es un decir) a esos billones de animales presos para una dieta que enferma al individuo y al planeta.

    Greta Thumberg es vegana. En su discurso no suele nombrar esto, ni a los animales sometidos y esclavos, como objeto de su mayor preocupación: más bien se refiere a ellos como lo hacen los ecologistas “preocupados”, como un factor negativo para que frenemos el cambio climático. Es decir, aboga por dejar el omnivorismo como un factor decisivo pero holísticamente.

    No me importa. Ella sabrá sus motivos. Quizá quiere que su discurso no suene demasiado radical. Yo creo que Greta es hija de este tiempo y bastante hace. La han humillado y atacado demasiado para ser tan joven, y no seré yo uno más de los que hace piedra en su camino.

    Es una grande, Greta. Ojalá se elevasen más niñas y niños como ella. Está pasando, niños leyéndoles la cartilla a adultos, eso nos da esperanza. Jamás ocurrió algo así.

    De resultas, de su libro “El libro del clima”, lo más importante que se extrae es lo dicho, además de lo que ya sabíamos, que hay que reciclar, usar transporte público antes del auto propio, evitar el avión, etc.: ahora se aventa la realidad que muchos llevamos diciendo hace décadas, porque ya no se puede ocultar más; hacerlo sería un acto de suicidio particular, que revertiría en el ecocidio, global. Después de leer las casi quinientas páginas que componen “El libro del clima”, esta es la gran verdad que rezuman sus síntesis: nos calentamos en un infierno porque infierno creamos: sometiendo, encerrando hacinados animales, para comerlos como demonios sin corazón. Ese “calor” debía salir por algún lugar de la casa, y terminar incendiándola. Y es lo que está pasando.

    Llevo casi 30 años sin comer animales, y nunca he estado más sano, y cada día estoy más contento con la decisión que tomé, la única ética, de ética real, que existe.

    Me hacen gracia -me ofenden, en verdad- los grupos de gente que se dice activista que dicen luchar contra el cambio climático, calentamiento global, etc. y en su esfera particular, No son veganos.

    Se quejan de que los gobiernos no hacen nada y que las Cumbres Climáticas son un show que vale de poco, y tienen razón.

    Pero que se miren a ellos, porque un gobierno es un ente abstracto (con intereses monetarios altos en la destrucción) pero ellos son identidades reconocibles, con hechos de fácil puesta en marcha: activista contra el calentamiento global, deja de comer animales. Es el primer -el más importante paso- para sanar el mundo.

    Para hablar de una ética, que sea ética de verdad y no una estafa.

    Para sanar, de verdad, lo vivo, el mundo. En su comprensión amplia y en cada uno de sus individuos. Que, debe decirse, ninguno de nosotros tiene derecho a quitarle la vida a otro para comérselo. Produzca esto calentamiento global o no.

    No te comas a los demás, “demás” que quieren vivir y sus vidas, tanto como tú. Lo pequeño se proyecta a lo grande y a la inversa.

    Es que no te das cuenta, refugiado en el sótano de la casa, que el bosque que arde alrededor, y ya ha tomado parte de la casa por fuera, lo incendiaste tú, con tu manita, con un mechero, una cerilla. En la cola del súper, eligiendo “unas bandejas en lugar de otras”.

    Un libro altamente recomendable, “El libro del clima”.

    Que mediante decenas de científicos que nada tienen que ganar reconociendo la necesidad imperiosa de un veganismo global, lo hacen, con boca chica o grande, pero lo hacen. Todo en la ecuación nos lo dice: señala un dedo de fuego a nuestro plato. ¿El tuyo que lleva, crimen y no future o conciencia y mañana?

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