Me puse a hablar con un árbol
Entonces, allí iba yo por el camino
sereno de los días e Iratxe en la casa
iluminada por un sol que la hacía amarilla hasta abajo.
-¿A dónde vas? ¿No te detienes?
Así dijo mi árbol.
Yo no respondí. No creí que fuese cierto.
Todo lo que soñé ahora pasaba.
Sonreí, Iratxe, pensando en ti.
Porque ese árbol me dijo de ti.
-Ella quiere cantarte.
-Ella viene de la nieve, sus labios que te miran.
El árbol que canta, eso le dijo
al paseante solitario que hablaba con las flores.
La tarde se detiene sobre un caballo negro.
Sus crines las pude tocar yo, y ver la soledad.
-Todo un pueblo me llora, más no me visita.
-Todos dicen: qué pena, pero los veo lejanos.
Ay, chico joven, diles a todos esto:
que no es vieja la nieve que me cubre, que es nueva.
Al volver de lo obscuro por el camino estabas árbol
y me volviste a saludar igual, con voz de piedra
y harina
y amistad
y yo como hombre seguí mi camino.
No habiéndote oído, más sí recuérdote en sueños.
-Ella siempre la canta, vuestra cancion.
-Ella a tu lado muere, y vive feliz.
-Que la lluvia colme de dichas vuestra raíz.
-Que las nanas de la vaca os sigan uniendo.
Porque tarde andamos por las noches en nudos.
-Soy un árbol, detente. Y escucha.
-En nudos van los tobillos de mujeres iluminadas sobre la noche.
-Ven, no te vayas nunca, que mi nieve es nueva