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Por Ángel Padilla
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Flores en lugar de banderas, Jesús Lizano

  • "Mi mundo no es de este Reino" es uno de los versos, y quizá la declaración de intenciones más importante, del gran poeta anarquista Jesús Lizano.

FOTOS
Flores en lugar de banderas, Jesús Lizano- (foto 1)
Flores en lugar de banderas, Jesús Lizano- (foto 2)
Flores en lugar de banderas, Jesús Lizano- (foto 3)
Flores en lugar de banderas, Jesús Lizano- (foto 4)

Nacido en Barcelona el 23 de febrero de 1931, Lizano argumentaba sobre "la evolución desde el Mundo Real Salvaje" que transita el humano, hacia donde nos ha llevado -sólo hay que mirar alrededor-, mundo real salvaje que dejamos atrás y es donde se encuentran todos los animales excepto la especie humana, que ahora -según el pensador libertario-, se encuentra estancada en el Mundo Real Político, en su camino hacía el Mundo Real Poético, la acracia. Para llegar a ese Mundo Real Poético los poetas tienen una misión importante respecto a la comunidad, haciéndole recordar la verdad y por qué debemos alejarnos de esta farsa. Así, poemas de Jesús como "La columna poética", "Caballitos" o "Novios" van adentrando al receptor en un mundo inocente (de la infancia, Jesús siempre dijo que nunca dejó de ser niño) hasta renacer a una mirada nueva y avanzar hacia la plenitud del pensamiento libre creativo, o sea el estadio natural al que debíamos haber llegado ya de no ser por habernos quedado estancados, afirma el poeta, en el Mundo Real Político.

Como poeta que llevo 30 años moviéndome por mi obra y la poesía, entre poetas, puedo decir que he conocido pocos poetas tan íntegros, tan poeta-poema como Jesús Lizano.

La intención de muchos miembros del grupo de poetas que la crítica denomina de la "Conciencia Crítica", una nueva generación estudiada en ensayos de poetas insumisos y confrontantes contra el sistema, es -publicación a publicación, acto a acto focalizadores de la importante obra de Lizano- que no se deje de visibilizar, de pensar, de ver al enorme poeta Jesús Lizano, al que el mundo literario ninguneó en vida hasta la última etapa en su senectud, en que, ahí sí, a buenas horas, llovían reseñas y loas de críticos literarios del estado español y latinoamericano describiendo la obra y figura de Jesús como lo que es: de las más memorables y relevantes de las letras hispanas, de la poesía con pensamiento. Poesía pensamiento y poesía arte, un constructo de difícil resolución que Jesús realizaba en forma natural y admirable.

Pero ya era tarde. Jesús Lizano enviaba con asiduidad por capítulos, textos que él denominaba "Cartas abiertas al Poder Literario", donde protestaba por la invisibilización de su propia obra desde toda la estructura editora, deliberada, por tratarse él de un autor molesto.

Es algo incongruente, sí, porque él no hizo mucho por que su obra no saliera en editoriales con mayor distribución que las independientes que siempre fueron publicando sus libros, y él mismo autopublicó su colosal y principal obra Lizania, en Lumen, pagando "un dineral", según me contó.

Pero pareciendo incongruente no lo es; el poeta protesta contra el stablishment literario, como una lacra que domina los libros que se editan y maltratan al pueblo con basura amansadora. No pide migajas para sí, no pide ser encumbrado junto a bufones del rey y escribidores del libro objeto. Sólo denuncia, como defensa del arte. A la vez tiene fe ciega en su obra como la tenía Joyce, y sabe que ésta tarde o temprano llegará a las manos y corazones a los que ha de llegar. Como dijo Enrique Falcón en una entrevista respecto a que él, tan gran poeta -otro de nuestros enormes poetas contemporáneos confrontantes y actuantes- todavía no ha sido todo lo reconocido en amplio como poeta desde las editoriales principales -por ser molesto, nuevamente lo mismo- y sus versos transitan en una suerte de periferia, Falcón sentenció: "Mi obra llega a los pies que yo quiero".

Así Jesús sentía vivir en la poesía, sentía ser poema. Una vez leí la crónica de un joven poeta que visitó a Lizano en su residencia en Barcelona, en la crónica se decía que Jesús no había dicho una frase normal, "hablaba con poemas", mediante efusión de versos, tal cual decía el cronista.

Jesús sabía que, siendo genial, que ocupando un espacio que antes nadie había ocupado, el del poeta anarquista que nos llama a ser niños, con barba bíblica y poemas hímnicos de liberación, sabía que era enorme, colosal, pero también sabía que moriría en el "anonimato" más vil, al que aboca este país de normal a las grandes figuras del arte, sobre todo literario, con excepciones como la de Lorca, que desde su más tierna juventud triunfó hasta el final de su vida y su figura no ha cesado aún de crecer. Y que sólo muchos años después su obra comenzaría muy lentamente a ocupar su lugar merecido.

Es la constante, la lentitud en aceptar lo novedoso, lo incómodo; Miguel Hernández todavía no ha ocupado la cumbre tan alta que merece, y ya está alto en la cultura popular, pero merece ser más alto, más internacional de lo que es ahora. Y bueno, eso no es cosa únicamente de este país, la poesía siempre ha sido golpeada por su tiempo, la singular, Holderlin no fue conocido como poeta para nada en vida, ni Blacke. El primero fue recuperado un siglo después por los jóvenes románticos alemanes. El francés Ronsard también hubo su obra de esperar, para éste dos siglos nada menos, hasta ser rehabilitada esta vez y nuevamente por los jóvenes.

La figura y obra de Jesús Lizano tardará mucho en ocupar el lugar que requiere. Quede aquí, nuevamente -porque de cuando en cuando hablo de él en cada lugar- mi grano de arena para que uno de nuestros mayores poetas finalmente ocupe su espacio sin muros y llena de flores, para hacernos mejores su Obra.

LA MUERTE DE LIZANO, EL NACIMIENTO LENTO DE SU OBRA

El 27 de mayo de 2015 los periódicos de tirada nacional (esos que siempre le negaron entrada a su voz bondadosísima pero insumisa), nos ensombrecían la mañana a miles de personas que conocíamos al vate más insuperable en anarquismo poético que ha dado este país, moría Jesús Lizano a los 84 años, dejando un número enorme de obras publicadas por editoriales independientes y periféricas, y sobre todo habiendo publicado su mastodóntica obra “Lizania. Aventura poética. 1945-2000”.

La larga enfermedad que padecía al final pudo con su entereza admirable de carácter, pero el cuerpo es otra cosa, y se le apagó aquel día, dejándonos para siempre la joya, insólita y relevantísima en la lírica castellana, de su profunda y visionaria palabra poética.

Del “Lizania” destaco como bellísimos los sonetos, los poemas de verso libre y libertario que recitaba en los múltiples encuentros poéticos a los que asistía, siempre con su gravedad al recitar, iracundo, hímnico, pero también con su enorme sentido del humor. De esos poemas que tanto gustaban a la gente escuchar en sus lecturas se sitúan “Las personas curvas”, “La columna poética”, “Mamíferos” o su divertido pero a la vez acusadamente irreverente -señalador con sorna de todo lo correcto en esta sociedad- poema “Mierda”. Estos poemas los leyó en un canal nacional español cuando Sánchez Dragó, gran admirador del poeta miserable, apestado, lo invitó para ser entrevistado en su "Negro sobre blanco" y donde Jesús se despachó con su gracejo característico recitando tales poemas y otros más, dejando alterado a todo un país ante algo tan nuevo.

En lo que él llamaba su aventura poética, pasando desde licenciarse en Filosofía y ser uno de los poetas fundamentales de la década de los 50, pasó a sumergirse en un ostracismo por los extrarradios de lo social, inmersión total en la soledad personal que siempre nombró que padecía.

De su etapa de profesor de instituto, se cuenta poco, pero impactante: invitaba a los alumnos a salir de las aulas al jardín, daba allí "las clases". En una ocasión les dijo a todos que ya estaban aprobados, que no harían examen. Allí terminó su etapa como profesor.

LA CASA DONDE VIVÍA JESÚS LIZANO

Lo siguiente fueron unos largos años en su pequeña casa de Barcelona, donde acumuló sin cesar libros y manuscritos, hasta completar una “casa libro” donde él era como el dios medio alucinado y aturdido de estar entre tanto papelajo, sentado en un silloncito que cabía al final de las hileras de estanterías colmadas de libros y de hojas que medio caían de ellas, esa imagen vi cuando fui a visitarlo en 2007 a Barcelona para que fuera el maestro de ceremonias en la presentación de la edición en Parnaso de mi novela animalista “Mundo al revés”.

Antes de conocerlo en persona, en esta primera ocasión, ya lo conocía de hablar por teléfono de vez en cuando y por las cartas que nos dirigíamos (las guardo como un tesoro, para cuando se escriba su biografía). Pero yo cuando hablaba por teléfono con él la comunicación era normal (lo digo en referencia a lo que dijo aquel cronista de que Jesús sólo hablaba en verso). Aunque con estas particularidades: era dado al enfado rápido. Si algo de lo dicho lo veía estúpido o desafortunado, comenzaba a alzar la voz, incluso a gritar como entonando una grave protesta iracunda ante todo un pueblo. Yo me reía, porque en mi inmenso respeto a todos los seres, los acepto como son, si su fondo es bueno -el de él lo era- y si una persona es puramente asertiva, yo también lo soy, entonces seamos como somos, respetando las diferencias, lo que nos hace únicos... Cuando él se afectaba gravemente ante alguna cosa dicha, por ejemplo cuando nombré, no sé por qué, que alguien había comentado mi obra en cierta forma... Me cortó gritando “¡En la obra de uno no entra nadie!” “Tú escribes, ¿no? Es tu escrito, es el mundo que dibujas, pues nadie debe meter las narices allí. Ni en mi obra ni en la tuya ni en la de nadie! No críticos, sino hacedores de arte. Si luego se falla, falla uno. ¡Pero uno nada tiene que pintar en la esfera creativa de otro!”

Al llegar a su piso, en Barcelona, para la presentación antes nombrada, nos recibió el Jesús Lizano de las fotografías salvajes, el profeta loco y bello de larguísima barba blanca, sonreía. Yo acudí con dos amigas. Me sorprendió (eso no sale en las fotos) que tenía además de la barba larga, el pelo largo, también blanco, se lo recogía en una especie de moño desaliñadamente girado que le caía en guedejas descuidadas pero mágicas hacia la parte trasera de la cabeza y hombros. “Hombre, el Padilla. ¡Qué pelo más largo!”, dijo, tocándomelo un poco; inmediatamente se dirigó hacia las compañeras y las saludó, con dos besos, pero vi claramente que los besos los daba muy cerca de la boca, a lo que las chicas esquivaron como pudieron. Para él era un juego. ¡Qué guapas sois! Exclamó, y dijo: "Pasad. Vamos."

Como dije, esa casa no era de este mundo, era una habitación del mundo de la poesía, si ese mundo tuviera una ontología transitable. Casi no se podían ver las paredes -o la configuración estructural del piso-, porque estaban cubiertas por altas estanterías atestadas de libros, revistas, hojas, adornos, trastos... Estantes combados, algunos tan combados que parecía imposible que la madera no hubiera quebrado. Y lo más curioso, él se sentó en su silloncito y nos pidió que cogiéramos dos sillas: y en mitad del comedor había una montaña, una auténtica montaña que llegaba fácilmente al cuello de un hombre, de libros, revistas, papeles y hasta... increíble... máquinas de escribir, antiguas, al menos vi tres, sobresaliendo del montón o entrevistas en alguna parte del núcleo de aquella montaña de papel y libros que suponía el poeta había ido subiendo conforme le llegaban las revistas underground que recogían sus poemas, también las hojas donde escribía sus poemas, poemas buenos o abortados, se veían hojas escritas a máquina, otras manuscritas...

Papeles arrugados, rotos, todas las formas que puede adoptar un papel. Más tarde, hablando con él por teléfono se lamentó de que para dejar como quería su Lizania (ya editada por Lumen, autoeditada por el propio autor. como ya anoté) y que una editorial (por fin, por fin, después de toda una vida de gran poesía y obra de vida, se le hacía caso desde una editorial importante, pero le ponía plazo de entrega!), debía poner en orden muchos poemas, y se estaba volviendo loco, que nadie le ayudaba, que estaba solo. "¡Y me han puesto fecha de entrega, lo puedes creer, Padilla!?" Haciendo esto en soledad, “no avanzo... No sé cómo ordenar esto...” Eso dijo, y lo vi claramente bloqueado, incluso triste. Aunque también noté que, en ese presunto desastre, el poeta sabía muy bien cómo estaba aclarando su finalización anárquica, como debía ser, de su gran monumento a la palabra “Lizania”.

Desde su sillón nos informó de que le encontramos en un momento delicado, acababan de ponerle un bypass y no se encontraba bien de fuerzas. Aunque de mostrar cansancio vital pasaba a entonar la voz con alegría contando tal o cual cosa o recitando un poema, de pronto, con dínamo vital inusitado. “Aquí viene de vez en cuándo alguien, sí. Pero siempre esta soledad. Ahora me van a aprobar una ayuda para que venga una persona a asistirme en las cosas de la casa, porque solo no puedo. Pero aún no ha llegado la ayuda”, dijo. Su tiempo mental no era el de los relojes. En sus ojos se observaba la mirada de los animales libres, que viven el eterno instante. Me excuse yendo al baño por un instante. El baño -perdona por este detalle que cuento, Jesús, pero de los artistas la gente desea saber todo, para entender su obra y figura- era un desastre con mayúsculas. Me gritó desde su sillón que para tirar de la cadena mirase hacia arriba; efectivamente, había una cuerda amarilla, que bajaba no sé de qué parte del techo, que hizo caer algo de agua al retrete. En el lavabo había, en su borde, multitud de cepillos de pelo llenos de madejas de pelo de años de recoger cabello, secadores pequeños, peines, maquinillas, todo estático se notaba en donde fueron depositados desde hacía... ¿años? El poeta descuidaba, sin importarle lo más mínimo, el estado de su vivienda. También algunas crónicas de otros, describen que hasta su aseo personal era algo que poco le importaba, cosa que constaté porque si ni el lavabo ni el plato ducha mostraban presencia de paso de agua alguna desde hace tiempo... Sólo escribía, y pensaba en poesía. Restaba interés a las cosas terrenas, eso era palmario. Resultaba cómico, también algo trágico, la mezcla dadá de cosas por toda su casa, y él allí en medio, en su sofá, sonriendo, ave libre en mitad de un caos...

EL POETA ANARQUISTA EN UN CENTRO COMERCIAL

Indiqué que ya era hora de marchar, que la presentación se acercaba. En la calle entró inopinadamente en una panadería y cogió del mostrador una croqueta; las chicas que atendían se rieron -era claro que lo conocían bien-. Él dijo: "ellas son mis novias, me la regalan, ¿verdad?" -Coge las que quieras, Jesús, dijeron las chicas, entre risas amistosas. Realmente era gracioso y ante lo que cualquier observador viera, en ese gesto de llamarlas novias, a un viejo verde, hay que recordar que el poeta tiene un poema llamado “Novios”, en el que invita a ennoviarse a los policías, a los políticos, a los árboles con el mar, a todo y a todos, novias y novios todos, inocente y altísimo poema en que se convoca un amor fraterno universal, que repare el mundo. Había que conocer bien su forma de enunciar y ver la vida para calificar sus hechos. Desde luego, los besos de saludo más cerca de la boca de la cuenta eran de verde, las cosas como son (sonrío).

Por la Diagonal de Barcelona, camino al Centro Comercial y a la presentación de la novela, yo conducía y Lizano se sacó de la chaqueta una radio antigua, de las de la antenita, plateadas y con muchos agujeritos por donde salía el sonido; la estiró la antenita e intentó sintonizar. Yo apagué la radio del coche. Jesús Intentaba sintonizar una emisora, la de música clásica. Porque sonaba un fragmento nítido de alguna pieza de algún compositor clásico, en alternancia con un SSHHHHHHRRRR en que la antena no cogía la emisora bien. Eso ocurría sin cesar, música y ruido, música y ruido. Además, había en la Diagonal un tapón de coches impresionante, llegaríamos tarde. El poeta comenzó, con su bastón, a golpear el suelo del coche, al lado de sus pies, maldiciendo. “¡Mierda!, ¡mierda...!, ¡mierda!!!”. No pude evitarlo, sabía que estaba delicado, por el bypass, pero que alguien no sintonizase una emisora y se enfadase tan iracundo por ello, me hizo reír a carcajada, avanzando lento el coche a cada avance lento del coche de delante, y le dije “Pues menos mal que te has comido una croqueta”; lo que a él le molestó profundamente. Se giró, mirándome colérico, acusativo: “¿Te burlas de mí?” Le dije que por supuesto que no, sólo que me hacía gracia. “Tú te burlas”, dijo.

Aparcamos y la sorprendente comitiva comenzó a caminar, por fin, al lugar destinado para la presentación. Cuando ya pisábamos suelo del centro comercial, Helena Escoda, que era quien había preparado todo para que se pudiera presentar mi novela (que tantas ediciones ha tenido hasta tener la forma que yo quería) en Barcelona y en cierta forma coordinaba todo, nos salío corriendo al paso, para ayudar en lo que pudiera, para indicarnos dónde debíamos ir. Entre mi pelo largo, mi chaqueta negra llena de pins heavys, mis pantalones vaqueros rotos y botas destrozadas, el aspecto de Lizano como un Noé enloquecido, porque cuando ya venía Helena a lo lejos andando rápido hacia nosotros por los anchos y abarrotados pasillos del Centro Comercial, Jesús había comenzado a golpear el suelo con su bastón gritando “¿Y cómo salgo yo luego de este maldito lugar? ¿Aquí por dónde entran los taxis?” Las compañeras intentaban calmarlo, yo miré a Helena, entrecruzamos miradas de complicidad, decían dichas miradas: cosas de genios. Vi cómo una mujer que llevaba a su niño en un carrito nos esquivaba, los bastonazos de Jesús en el suelo resonaban en todo el centro, y sus gritos: “Pero ¿Qué lugar es este?” Helena le explicó. “No se preocupe, Jesús, cuando usted termine su intervención llamaremos un taxi, y le acompañaremos al coche. “¿Pero por dónde puede entrar un taxi aquí?” Helena lo calmó. Realmente Jesús no bromeaba ni hiperactuaba, era tal cual un niño en otro planeta; la voz de Helena era dulce y conciliadora; se notó rápido cómo Jesús quedó conforme. Así, siguió caminando, ya sin vociferar ni bastonear, pero oí que decía, cuando me adelantaba con Helena a examinar el lugar de lecturas: “Míralo, a él no le importo, se va y me deja así. Vosotras sí me queréis -se refería a las compañeras que fueron conmigo y que le acompañaban para que avanzara-”.

El “público”, la soledad...

Nos adentramos entre el público que nos esperaba y nos sentamos a la mesa de presentaciones. Jesús se encontraba nervioso realmente, tanto que agachó un poco la cabeza sujetándosela con la mano, el público mostraba un silencio expectante. Expliqué que no estaba en su mejor momento pero que había tenido la gran deferencia de venir a arroparme, como hermano anarquista, en la presentación de mi libro en esa Barcelona en la que aún existía -ya no- uno de los poetas más singulares y quijotescos de esta España que sólo advierte sus genios años, siglos, después. Inesperadamente se puso las gafas, dijo: "ya estoy mejor", se recompuso con rapidez -como una rosa que abre a cámara rápida, fue milagroso- y sacó un papelito que tenía bien dobladito, de apuntes que se había hecho sobre -imagino- la lectura de mi novela, pero lo dejó a un lado. Prefirió la espontaneidad. Comenzó a hablar con el público como si estuviéramos en una cueva antigua, de la prehistoria, y todo fuera fraterno, todos hermanas y hermanos, habló de que era importante que atendiésemos a mi obra, porque toda obra que enunciase una crítica a este sistema era una gran noticia. Hablé yo algo, recité algún poema antitaurino (anarquía pura el acto, sin patrones; leía cosas que no tenían que ver con el libro...) y en un momento concreto el bardo de larga blanca barba y suntuoso abrigo negro bajó los escalones desde la mesa al público y comenzó a hablar con ellos, era como en el teatro, el “pánico”, pero en una presentación, uno ponente niño que se sale de todos los esquemas. Arrabal pero sin haber bebido ni gota. Yo estaba encantado porque a lo largo de los años nunca he realizado una presentación convencional, sino salvaje, como lo era él, pero en ese entonces su forma de hacer tan “libre” me reafirmó en cómo debía vivirse la vida. Lo gracioso es que lo que buscaba entre el público eran mujeres. Como si estuviera solo ante una chica morena a la que le comenzó a hablar, solos ambos en un parque con hojas otoñales, el sol y el silencio, todos pudimos escuchar cómo le decía: “¿Me visitarás a mi casa algún día? Te daré libros míos.” Se sacó un papel del bolsillo y le pidió a la chica si podía escribir su teléfono. La gente se reía a carcajadas, la chica también; quien ni le dio el teléfono ni nada parecido, tímida y también asombrada, divertida. Y aun en ese momento el poeta expreso que era el hombre más solitario de la tierra. La gente lo miraba como un animal extraño y salvajísimo. Luego retornó a la mesa, perseguido por un enorme aplauso, que tuvo su continuidad en más alto y generoso cuando Lizano recitó su poema “Mamíferos”. Hubo un cruce de generaciones libertarias cuando le pregunté qué opinaba del veganismo, porque el resto de los animales también anhelan la liberación comunitaria de la que su magna obra habla. Ahí todo su gran mundo de sabiduría se desmoronó, había una laguna epocal, porque se zafó de la cuestión explicando que en la naturaleza los animales se comen unos a otros, y por ello... (en fin, nada nuevo en la anarquía antigua, que no observa con igual fraternidad a los animales no humanos; cada vez más la anarquía se está convirtiendo en ineluctablemente, y no puede ser de otra forma, antiespecista, pero va muy poco a poco). No obstante, es muy probable que si Lizano hubiera vivido algunos años más, habría abrazado el veganismo. Esa asignatura le llegó tarde, nació nada menos que en el 31.

Se excusó, nos despedimos fraternalmente y Helena lo condujo hacia el taxi, quedando un vacío en la sala con la gente cuando fui dando por finalizado el encuentro.

En varias ocasiones Jesús organizó en Barcelona marchas de humanos libres; en una fotografía que queda de una de estas marchas se observa una pancarta que con grandes letras negras reza “Mundo Real Poético”. Los manifestantes con globos de colores en alto, Jesús Lizano al frente sujetando la pancarta, sonriendo, como ya conquistado el estado natural, como cuando afirma en uno de sus versos "he visto tierra!". A su lado una chica levantando un cartón que pone algo dicho por Lizano comunmente: “Qué poemo!” Así lo recuerdo siempre, recorriendo él como verso o poema la ciudad y transfigurándola. El mensaje y la fuerza que dejó sigue en pie.

LA COLUMNA POÉTICA, de Jesús Lizano

Versos en lugar de soldados,

metáforas en lugar de fusiles,

olivos en lugar de mástiles,

imágenes,

no trincheras, no aviones,

estrofas,

flores en lugar de banderas,

jardines,

no checas, no uniformes,

poemas,

ingenuos en lugar de espías,

libertad, no victoria,

verso libre en lugar de leyes,

molinos en lugar de gigantes,

niños con piel de hombre,

no asesinos con piel de justicieros,

romances en lugar de estrategias,

musas, no jefes y subalternos,

sonetos en lugar de tanques,

églogas en lugar de tácticas,

liras en lugar de tambores,

soledad, no alianza, no intriga,

música,

sueños en lugar de radares,

coplas, no discursos y arengas,

viajes, no desfiles,

licencias poéticas,

no reclutamientos, no fronteras,

soñadores,

no dominantes y dominados,

la conquista de la inocencia

no la conquista del mundo,

nocturnos, en lugar de cuarteles,

odas cánticos, no armamentos,

ideas al servicio de las vidas

no vidas esclavas de las ideas,

de sus profetas,

románticos, en lugar de locos,

líricos, no fanáticos,

contemplación, no ordeno y mando.

¿Cómo?

¿Cuándo?

¡Adelante la columna poética!

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